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Los países europeos siguen con sus compras a Rusia pese a las sanciones y en plena guerra

Algunos incluso han disparado sus compras, como España, que ha aumentado un 342% las adquisiciones de gas natural licuado, o Bélgica, que ha pagado 872 millones de euros por diamantes. También lo han hecho otros como Francia, Hungría o Países Bajos.

Las banderas de la Unión Europea ondean fuera de la sede de la Comisión Europea en Bruselas, Bélgica.
Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bélgica. Archivo / Reuters

Más de mil personas -entre ellas el propio Putin- sistemas financieros, alta tecnología, alfombras de lujo, oro, Vodka, caviar o instrumentos musicales. Los ocho paquetes de sanciones a Rusia aprobados por la Unión Europea desde el inicio de la invasión dejan poco espacio a medidas restrictivas más duras contra el régimen de Vladimir Putin.

En nueve meses, los Veintisiete han puesto en marcha las sanciones más duras de la historia de la UE, pero lo han hecho con una lista de líneas rojas y exenciones que generan y explican las lagunas de la fuga monetaria actual hacia Moscú. Hungría ha rubricado exenciones sobre el petróleo que llega a través de oleoductos, Francia sobre la energía nuclear, Grecia en su negocio de transporte global de crudo. Y el boicot al gas no es una posibilidad real sobre la mesa. Los 27 ni siquiera cuentan con consenso para imponer un precio tope al precio del gas importado desde Rusia.

Asimismo, el veto de Bélgica para boicotear los diamantes rusos, la dependencia de Francia sobre el uranio necesario para generar energía nuclear o el atractivo gas natural ruso para España son tres elementos claves para dar un golpe de efecto a las arcas del Kremlin que continúan fuera de la lista negra.

Los Estados miembros hacen funambulismo para cortar las vías que permiten a Putin financiar la guerra en Ucrania, por un lado, y las resistencias para que las sanciones no golpeen todavía más a sus sectores nacionales estratégicos, por el otro. El ejemplo más evidente lo marca el gas. El preciado hidrocarburo es la gallina de los huevos de oro de las arcas rusas. Pero la UE no se atreve a dejar de comprarlo, algo que sí ha hecho con el carbón y el petróleo.

Tres factores ayudan a entender la negativa a dar el que sería el mayor golpe a la economía rusa: el cerco al gas ruso. Uno es la propia división entre Estados miembros. Alemania o Hungría no lo permitirían. Otro es la asunción de que a pesar de que la UE ha reducido en un 80% la dependencia del gas ruso, no puede sobrevivir sin el 20% que continúa suministrándole Moscú. Y la tercera es más táctica: si los europeos se quedan sin un milímetro de este recurso, que sea por la decisión de Putin de cerrar por completo la llave del gas, y no por una medida europea que puede generar rechazo entre una opinión pública ya muy golpeada por los efectos de la guerra en sus bolsillos.

Es bajo este escenario donde Rusia está capeando las potentes sanciones internacionales con más cintura de la que se anticipaba durante los primeros compases de la contienda, a tenor del impacto en la entrada de las sanciones que la comunidad internacional aplicará en las próximas semanas. El Fondo Monetario Internacional ya prevé una contracción mucho más amable de la economía rusa para este 2022: un 3,4% y no el 8,5% pronosticado en abril. Por su parte, la ucraniana será del 45%. En paralelo, la crisis socioeconómica y energética dejan a la eurozona a las puertas de una recesión técnica para el último trimestre del año. Algunos como la Hungría de Víktor Orbán hacen campaña contra Bruselas asegurando que las sanciones están haciendo más daño a los ciudadanos europeos que a los rusos.

Las importaciones de gas natural licuado ruso aumentan un 342% en España

Las importaciones españolas procedentes de Rusia han aumentado un 49% entre enero y agosto de este año en comparación con el mismo periodo de 2021. Un solo factor explica el fuerte incremento: el gas natural licuado (GNL), cuya compra por parte de España se ha disparado un 342%, según datos del Ministerio de Industria, Comercio y Consumo. La UE trabaja a contrarreloj para garantizar el suministro energético sellando nuevos acuerdos de GNL con Argelia, Azerbaiyán o Estados Unidos. El objetivo último es descolgarse por completo del gas ruso. En esta partida de ajedrez, España es uno de los Estados miembros mejor posicionados por su parque energético y por su capacidad de regasificación y de almacenaje.

Si durante la primera mitad del año anterior a la guerra España pagó a Rusia 600 millones por su GNL, este año ha sobrepasado ya los 2.690 millones, algo que se explica en buena medida por el aumento de los precios. Excluyendo este recurso, las importaciones rusas a España habrían caído un 9%, según Industria, que atribuye esta alza al aumento de los precios.

Uno de los efectos más punzantes de la guerra en Ucrania sobre el suelo de las doce estrellas está siendo el alza incesante de los precios de la luz, el combustible o los alimentos. Los europeos han llegado a pagar diez veces más por el gas que antes de la invasión rusa. La volatilidad y opacidad de los mercados energéticos, la propia estructura del mercado europeo (en la que la energía más cara arrastra y marca la salida del resto) y los cortes intermitentes presuntamente orquestados en Rusia han provocado que los combustibles fósiles sean uno de los bienes más demandados en el mercado global. Mientras buena parte del mundo busca estos hidrocarburos, el encarecimiento del gas ha provocado que compañías como la gigante estatal Gazprom, fuera del órdago punitivo de la UE, acumule cifras récord de ganancias.

Bélgica paga 872 millones de euros en diamantes

Sin embargo, es Bélgica el país europeo que más ha aumentado las importaciones desde Rusia desde el 24 de febrero, jornada que marca el comienzo de la guerra. Según una investigación publicada por el rotativo estadounidense The New York Times, el país que acoge las instituciones comunitarias ha aumentado el valor de sus importaciones de productos rusos un 130%. Su volumen comercial alcanza ya los 1.400 millones de dólares.

Con una potente industria que gira en torno a los diamantes a sus espaldas, en los últimos ocho meses, los belgas han pagado a Rusia 872 millones de euros por estas piedras preciosas. Los medios belgas lo atribuyen, como en el caso español con el gas, a una razón no tanto de cantidad, sino de inflación importada. "Los defensores de Ucrania están luchando por la seguridad de toda Europa. Estamos luchando contra la tiranía que quiere dividir Europa. Pero hay algunos para los que los diamantes rusos, que se venden en Amberes, son más importantes", llegó a señalar el presidente ucraniano Volodimir Zelenski en una intervención por videoconferencia en el Consejo Europeo.

La tendencia belga y española es compartida por otros como Países Bajos. Mientras que en el otro lado, Alemania o Suecia han reducido su balanza comercial a un 3% y un 76% negativos, respectivamente. En los pasillos de Bruselas siempre han reconocido que las sanciones a Rusia no serían gratis. Pero el peaje está siendo para muchas capitales más alto de lo anticipado. "Los ucranianos están pagando con sus vidas, esto es solo dinero", es el argumento que se hace eco entre los países más halcones, como Polonia y los Bálticos, para animar a una sociedad europea cada vez más entusiasta sobre el apoyo incondicional a una guerra que no atisba visos de acabar. El temor por un hastío a nivel político y social comienza a hacer su aparición.

Según el Centre for Research on Energy and Clean Air (CREA, por sus siglas en inglés), desde el inicio de la guerra, la UE ha pagado a Rusia más de 100.000 millones de euros por sus combustibles fósiles. La dependencia energética que los europeos han cultivado durante los últimos años se ha acabado convirtiendo en el caballo de Troya de esta guerra. No solo la UE no puede sustituir el 100% el suministro energético con Rusia, sino que se encuentra en una guerra energética donde se asoma a la escasez eléctrica. Así, mientras la transición ecológica todavía tardará muchos años en consolidarse, la UE pagará por fuentes energéticas a precios mucho más elevados. Mientras, en el tablero global la alianza Rusia-China-India redirige y consolida sus lazos en materia geopolítica y comercial. Desde el inicio de la guerra, las exportaciones de Rusia a India se han disparado un 430% y a China un 98%.

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