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Los palestinos han perdido toda esperanza en la administración Trump

A sus 82 años Mahmud Abás insiste en negociar con los americanos un acuerdo con Israel, una posición que se ha revelado imposible en los 13 años que él ha estado al frente de la Autoridad Palestina. Los contactos entre las dos partes permiten ver que las negociaciones no conducirán a ninguna parte puesto que los enviados americanos representan al sector más radical del gobierno israelí

Palestina

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Transcurridos casi siete meses desde la entrada de Donald Trump en la Casa Blanca, las negociaciones entre israelíes y palestinos no han experimentado ningún progreso. En realidad, ni siquiera existen negociaciones sino un equipo de funcionarios americanos que van y vienen de un lado a otro sin proponer nada serio.

“No vamos a boicotear a nadie, pero el espíritu de trabajo que existió hasta hace unos meses ha desaparecido completamente y la sensación que tenemos es que, aunque con Trump no nos llevamos mal, el equipo que el presidente ha designado defiende una posición sionista radical”, dice a Público un responsable palestino.

“Incluir en el equipo a David Friedman (el embajador americano en Tel Aviv y donante de los asentamientos judíos), es un claro mensaje, como nombrar a Jason Greenblatt, quien ha vivido en una colonia judía, como nombrar a Jared Kushner (el yerno de Trump), que ha contribuido económicamente al ejército israelí y a las colonias judías, lo mismo que David Friedman”, insiste la misma fuente.

Los dirigentes palestinos ya no esperan nada. Son plenamente conscientes del partidismo del equipo designado por Trump y creen que ese mismo equipo dejará de funcionar por sí solo dentro de muy poco tiempo, cuando sea consciente de que no hay nada que hacer, de que no basta con adoptar las posiciones sionistas más radicales para resolver el conflicto.

Hace solo unos días, Jared Kushner, hablando delante de un grupo de congresistas, dijo que es posible que el conflicto entre israelíes y palestinos no tenga solución, una posición que hasta no hace tanto tiempo era la que defendían los dirigentes de los colonos judíos, y que ahora es mayoritaria en Israel.

El embajador estadounidense en Tel Aviv, David Friedman, habla en un acto de celebración del día de la Independencia estadounidense mientras a su mujer, Tammy, el primer ministro israelçí Benjamín Netanyahu y su esposa, Sarah, permanecen sentados en el es

El embajador estadounidense en Tel Aviv, David Friedman, habla en un acto de celebración del día de la Independencia estadounidense mientras a su mujer, Tammy, el primer ministro israelçí Benjamín Netanyahu y su esposa, Sarah, permanecen sentados en el escenario /AFP (Heidi Levine / POOL)

El miembro del comité ejecutivo de la OLP Ahmad al Maydalani, ha revelado que hace varios meses el presidente Mahmud Abás formuló dos preguntas al equipo americano. Desde entonces los palestinos están esperando la respuesta, a pesar de que ha habido varias reuniones en los últimos meses.

La primera pregunta era: ¿Cuál es la posición americana sobre la solución de los dos estados?, y la segunda era: ¿Cuál es la posición americana sobre la continuada expansión colonial israelí en los territorios palestinos? Los americanos ni siquiera se han molestado en contestar a esas sencillas preguntas.

La actitud de los representantes americanos no solo se identifica con Israel, dicen en Ramala, sino con las posiciones más radicales de los colonos, y en esta situación las posibilidades de entablar unas negociaciones son muy escasas, máxime si se tiene en cuenta que Abás ha dicho que no quiere reanudar las negociaciones desde cero, como ya ha ocurrido en el pasado sin ningún éxito.

Este miércoles por la noche Benjamín Netanyahu estuvo en el centro de un cónclave del Likud que le mostró una adhesión incondicional en Tel Aviv. Fue una acción cuidadosamente diseñada para defender al primer ministro de las acusaciones de corrupción que le afectan a él y a su entorno y que están cada día en los medios de comunicación israelíes.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, habla en un cónclave del Likud el 9 de agosto de 2017 REUTERS/Amir Cohen

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, habla en un cónclave del Likud el 9 de agosto de 2017 REUTERS/Amir Cohen

Netanyahu aprovechó ese escenario para criticar las negociaciones con los palestinos y lo hizo recordando que hace algo más de un cuarto de siglo los americanos doblegaron al entonces primer ministro Yitzhak Shamir para que acudiera a la Conferencia de Madrid. Corría el año 1991 y el resultado fue, según Netanyahu, las bombas que poco después explotaron en autobuses israelíes.

Es una valoración sencilla que explica con claridad lo que Netanyahu piensa de las negociaciones. Naturalmente, algunos israelíes creen lo contrario, que las bombas en los autobuses fueron el producto de no avanzar en las negociaciones, de no aplicar los acuerdos de Oslo, de negar la posibilidad de una retirada israelí de los territorios palestinos.

Estas dos posiciones dividen a Israel hasta el día de hoy, si bien la primera, la que defiende Netanyahu, es claramente mayoritaria, de manera que es difícil creer que Israel vaya a negociar seriamente con los palestinos. Naturalmente, puede haber conversaciones puntuales pero carentes de toda sustancia.

Netanyahu tiene que seguir sin hacer nada para que no ocurra nada. Es lo que está haciendo mientras un equipo de enviados americanos gana tiempo para permitir una mayor expansión de las colonias judías, que es lo único que Netanyahu tiene en mente.

Dejar que israelíes y palestinos negocien directamente no es una solución, puesto que hay numerosas pruebas de que no lleva a ninguna parte. Lo mismo ocurre con las negociaciones a tres bandas, puesto que los americanos defienden las posiciones israelíes más radicales.

Una vez visto eso, la única posibilidad de progresar pasa por una imposición internacional de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, algo que depende de la comunidad internacional. Naturalmente, los americanos no van a asumir su responsabilidad, lo que hace que la responsabilidad recaiga en la Unión Europea.

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