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Comienza la era Biden La primera dama trabajadora, el segundo caballero y la antecesora a la que todo ya le da igual simbolizan el cambio en EEUU

Para los estadounidenses, tan amantes de la parafernalia y tan adictos a la tradición, el cambio político también se visualiza en algo que ellos cuidan como nadie: el papel y la imagen de las parejas de los mandatarios del país.

Harris y Biden
De izquierda a derecha, Doug Emhoff, Kamala Harris, Jill Biden y Joe Biden delante del Capitolio. Mike Segar / REUTERS

Jorge O. Maldonado

Un tiempo nuevo ha llegado a Estados Unidos. No se trata sólo del relevo presidencial o del final de la era Trump (que no del trumpismo), ni del inicio de una nueva política. Como casi siempre, lo más simbólico está en los detalles. Para los estadounidenses, tan amantes de la parafernalia y tan adictos a la tradición y los gestos, el cambio también se visualiza en algo que ellos cuidan como nadie en la política: el papel y la imagen de las parejas de los dos máximos mandatarios del país, el presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris.

En esta ocasión, además, ese cambio viene muy marcado por el  hecho de que por primera vez en la historia una mujer será vicepresidenta del país. Así que no habrá una segunda dama, sino un "segundo caballero", tal como se ha definido a sí mismo el marido de Kamala Harris, Douglas Emhoff.

Al igual que su mujer, Emhoff, ha entrado también en los libros de historia al iniciar su andadura como primer "segundo caballero" del país en los 232 años de democracia estadounidense. Emhoff va a ejercer una función que siempre han desempeñado mujeres y de hecho, va a hacer algo muy femenino: va a dejar "temporalmente" su trabajo en un bufete de abogados especializado en entretenimiento y propiedad intelectual para centrarse en su nuevo papel como marido de la vicepresidenta Harris, posición desde la que espera tener impacto y generar confianza "en las instituciones del país y en el extranjero", según escribió él mismo en un artículo publicado por la revista GQ.

La novedad no acaba ahí: Jill Biden, la flamante primera dama de Estados Unidos, también hace historia al mantener su empleo de profesora pese a las demandas de su nuevo rol. Esa decisión, la de seguir manteniendo su independencia laboral mientras al mismo tiempo se mantiene al frente de la oficina de la primera dama, es histórica, pero la expone a las críticas de los sectores más conservadores. 

En el mejor de los casos esas críticas sólo representan un simple aperitivo de lo que le espera en la Casa Blanca a Jill Biden: allí tendrá que dar forma a un papel en ocasiones ingrato, que ha sido tratado dentro de los corsés reservados tradicionalmente a la mujer y que otras primeras damas han querido reformar sin lograr del todo sus objetivos.

Pero Jill Biden, de 69 años, no está dispuesta a renunciar a aquello a lo que ha dedicado su vida: la educación y la docencia. Por eso ha decidido seguir trabajando, en una decisión que también se puede considerar revolucionaria.

Ya durante la vicepresidencia de su marido entre 2009 y 2017, Jill Biden compaginó una apretada agenda institucional con su trabajo de profesora de inglés en un colegio universitario en Virginia, donde como primera dama seguirá desempeñando su trabajo. Ya ha recibido algunas críticas por ello. 

El desplante de Melania o el fin de una época

Por trayectoria, formación y carácter, Jill Biden, además, va a marcar un fuerte contraste respecto a su antecesora, Melania Trump. La mujer de Donald Trump también ha sido protagonista en esta últimas horas: nadie como ella ha escenificado el cambio que llega a Estados Unidos y el final de una época. Lo ha hecho, además, de forma consciente y premeditada, con un desplante muy elocuente: sin ganas de atender a la prensa a su llegada a Florida, Melania pasó de largo muy seria, dejando a Trump solo mientras saludaba a los medios y seguidores que les estaban esperando en el aeropuerto. Un final abrupto para una época abrupta.

La escena que ha tenido mucha repercusión mediática, se puede ver en Twitter. 

En los días anteriores a la investidura de Biden, mucho se había hablado de los desplantes que Melania Trump había dedicado públicamente a su marido, pero ninguno tan potente como este último cuando ya no era primera dama. 

A través de esa indiferencia premeditada, Melania Trump parece mandar un mensaje muy evidente, el de 'ya no soy primera dama y puedo hacer lo que me dé la gana'. Mensaje reforzado, además, por un llamativo cambio de vestuario. Ayer, miércoles, al despedirse de la Cada Blanca y mientras aún era oficialmente la primera dama de Estados Unidos, lució un conjunto de chaqueta completamente negro, de luto riguroso. Pero en Florida ya lució un vestido con un estampado de figuras en tonos naranja, azul y blanco roto, todo muy informal y muy alegre.

En ese cambio de vestuario de Melania muchos ven el cambio que llega a Estados Unidos: del luto riguroso a un estallido de colores. Quizás exageren, pero la política en Estados Unidos también ha empezado a cambiar incluso en sus aspectos más simbólicos.

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