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La primera derrota de Komorowski

Los ultras complican la reconciliación de Polonia y Rusia

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Nada hacía presagiar al nuevo presidente polaco, el liberal Bronislaw Komorowski, que escasos días después de ser investido oficialmente iba a recibir su primer revés. Y mucho menos que serían apenas dos centenares de exaltados los que boicotearían el acto que había preparado para sellar la definitiva reconciliación polaco-rusa que desde hace tiempo anhela.

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Con una estrategia política encaminada a fortalecer y mejorar las difíciles relaciones con Moscú en clara oposición a su antecesor, el ultraconservador Lech Kaszynski, Komorowski confiaba en poder colgarse su primera medalla con la inauguración de un monumento funerario dedicado a las tropas soviéticas en las cercanías de Varsovia en la celebración del 90º aniversario de la victoria sobre el ejército bolchevique a orillas del Vístula.

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Las lápidas de los rusos caídos en el Milagro del Vístula fueron profanadas

Un lugar que fue escenario entre el 14 y el 15 de agosto de 1920 de la muerte de unos 25.000 soldados del Ejército Rojo en el choque conocido como el Milagro del Vístula.

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Con la asistencia del propio Komorowski, del primer ministro, Donald Tusk, de la alcaldesa de Varsovia, Hanna Gronkiewicz, y del nuevo embajador ruso, entre otras autoridades, todo parecía preparado para una jornada histórica. Una cita que había sido calificada de "importante" por las autoridades rusas, pero mal planificada por las locales.

Los líderes polacos han pecado de falta de previsión al no haber tomado ninguna medida preventiva ante las voces contrarias al homenaje alzadas los días previos. Y el drama llegó cuando, el día anterior al homenaje, un grupo de vándalos profanaron con pintadas de estrellas rojas las 22 lápidas que forman el conjunto conmemorativo. Un ataque que ha llevado a que se cancele la inauguración, para la que no hay otra fecha programada.

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El homenaje a los soviéticos muertos provocó protestas de los veteranos

Han sido muchas las voces que a lo largo de la semana han condenado el sabotaje. "La tumba se suponía que era un símbolo de reconciliación y de reflexión común sobre el destino de los pueblos polacos y rusos afectados por el comunismo", ha lamentado el presidente Komorowski.

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Gestos conciliadores

Con la profanación de la tumba erigida y costeada por el Gobierno polaco se ha perdido la oportunidad de devolver los gestos conciliadores realizados previamente por Rusia: el reconocimiento de la autoría de la masacre de Katyn, donde los soviéticos asesinaron a 22.000 oficiales polacos en 1940 algo que ocultaron hasta 1990 y su generosa actitud tras el accidente aéreo en el que hace cinco meses perecieron el presidente polaco, Lech Kaczynski, junto a otras 95 personas, también en Katyn.

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Un ataque totalmente incomprensible para los asistentes rusos. "Nos hemos portado muy bien con todo lo acontecido a raíz de la tragedia aérea de Katyn", reflexionaba Dmitry Babicz, comentarista de RIA Novosti, agencia estatal rusa de noticias.

Entre las voces contrarias al homenaje figura la del político ultraconservador Zbigniew Girzyski. "¿Por qué con nuestro dinero se está construyendo un cementerio para los soldados bolcheviques?", se preguntaba en su blog.

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Numerosos vecinos de la zona y miembros de la Asociación de Veteranos increparon a las autoridades con gritos de "traidores" y "vendidos", entre otros.

Varios medios rusos han mostrado su malestar: "Los símbolos son muy importantes en la política exterior, como demostramos al responsabilizarnos de Katyn, cosa que los polacos no parecen dispuestos a hacer", firmó el periodista Andrey Baranov.

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El primer ministro ruso, Vladimir Putin, ha preferido mantener la prudencia, afirmando que la guerra polaco-bolchevique era, desde la perspectiva de Varsovia, "justa, porque los polacos defendieron su independencia". Un tono conciliador que no parece presagiar repercusiones negativas en el proceso de conciliación.

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