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"El pueblo de Bahrein lucha por recuperar su dignidad"

Activistas bahreiníes en el exilio denuncian la represión de la revuelta

MAR CENTENERA

'¿Sabe que los bahreiníes tienen prohibido acceder a la mitad sur del país y a varias islas? Y eso que es un país diminuto, pero el rey, la monarquía Al Jalifa, se reserva enormes terrenos exclusivamente para ellos', explica con voz pausada Saeed Shehabi, activista prodemocrático bahreiní que el pasado miércoles fue condenado en rebeldía a cadena perpetua por un tribunal militar. 'La monarquía cree que le pertenece la tierra, los recursos petrolíferos y la gente' continúa Shehabi 'pero no es así, la revolución lo ha demostrado. Después de ver cómo se habían levantado Túnez y Egipto, el 14 de febrero el pueblo de Bahrein salió a la calle para pedir que le devuelvan la dignidad y los derechos que el régimen le ha arrebatado'.

Shehabi, que ha vivido gran parte de las últimas tres décadas en el exilio, participó ayer en Madrid en el Congreso Europeo de Solidaridad con Bahrein. Pese a no pisar su país natal desde 2001, la monarquía le considera una de las cabezas visibles del Movimiento por la Liberación de Bahrein. El activista, de 56 años, no niega que esté intentando provocar la caída del régimen (un 'régimen injusto y autoritario', describe), tal y como leyó en su veredicto el tribunal, pero subraya que el juicio fue una farsa, que han denunciado desde Naciones Unidas hasta organizaciones como Amnistía Internacional.

'Para empezar, somos civiles y nos juzgaron en una corte militar. Después, juzgaron a 21 personas en sólo tres sesiones y a mí no me notificaron que me iban a juzgar, ni me ofrecieron un abogado que me representase. La lista de infracciones es larga, podría seguir...', advierte con una sonrisa durante la entrevista.

Jaffar al Hasabi, expreso político, coincide en la falta de legitimidad de la justicia. Fue encarcelado por primera vez en 1995 y otra vez en 2010. En ambas ocasiones le juzgaron a partir de confesiones arrancadas bajo tortura.

'Me torturaron para que confesase algo que no había hecho, por ejemplo, mantener relaciones con Irán e Hizbolá y recibir dinero de Qatar para apoyar las protestas', relata Al Hasabi. 'Me obligaban a pasar día y noche de pie y si me quedaba dormido o me caía me golpeaban. Me patearon los genitales y me dieron descargas eléctricas en diferentes partes del cuerpo, el dolor era atroz. Me oriné encima', rememora.

Al Hasabi, padre de cinco hijos, explica que amenazaron a su familia y admite que acabó aceptando firmar una confesión falsa, gracias a la que le encarcelaron. Tras el inicio de la revolución hubo una amnistía de presos políticos, gracias a la que salió de prisión y consiguió escapar a Londres, donde vive y desde donde sigue 'minuto a minuto' lo que ocurre en Bahrein.

'Aunque no salga nada en los medios occidentales ni en Al Yazira, la revolución continúa. Lo que pasa es que no en la Plaza de la Perla, que está ocupada por las tropas saudíes, sino de forma dispersa. Llevábamos años luchando contra el régimen, porque hay mucha gente que sufre, que tienen que huir del país, como me ocurrió a mí (...) Pero ahora sentimos que es algo diferente, que es el momento preciso, porque las naciones árabes están despertando', dice esperanzado.

Los activistas bahreiníes subrayan la crueldad de la monarquía absolutista de Bahrein. '¿Dónde se ha visto que un régimen pida a otro país [Arabia Saudí] que le invada para reprimir a su pueblo?; ¿Cómo es posible que un régimen juzgue y encarcele a médicos y personal sanitario por socorrer a los manifestantes?', se pregunta Yusuf Fernández, presidente del Consejo Islámico Español y uno de los organizadores del Congreso.

'Para desacreditar la revuelta dicen que se trata de un conflicto sectario entre suníes (minoritarios) y chiíes (mayoritarios), pero es una lucha del pueblo contra el poder. Y como otros pueblos árabes, los bahreiníes han perdido el miedo', sentencia Al Hasabi.

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