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Los rebeldes libios ponen precio a la cabeza de Muamar Gadafi

El dictador asegura en un mensaje radiofónico que resistirá hasta 'la victoria o la muerte'

MAYTE CARRASCO

No podía ser tan fácil. La toma total de Trípoli se les está atragantando a los rebeldes, que no terminan de hacerse con la capital. Tampoco logran apresar al objetivo número uno, el dictador Muamar Gadafi. Su captura supondría la victoria psicológica que daría el golpe de gracia al régimen, por lo que el Consejo Nacional de Transición ofreció ayer una amnistía a cualquier persona que entregue al líder libio “vivo o muerto” y ofrecieron por él una recompensa de 1,1 millones de euros.

El choque entre ambos bandos se centró en Bab al Azizia, el complejo residencial de Gadafi, un bastión amurallado de seis kilómetros cuadrados que fue ocupado el martes por los rebeldes.

Decenas de jóvenes visitaban ayer las instalaciones, haciéndose fotografías en el lujoso dormitorio del dictador, en la primera planta, y llevándose recuerdos consigo, a pesar de que los combates no estaban lejos.

Sobre las cinco de la tarde, las fuerzas gadafistas lanzaron proyectiles de mortero, visibles por las columnas de humo que dejaban en los bosques de los alrededores, a menos de un metro del edificio.

Las tropas del régimen se acercaron tanto al palacio presidencial que llegaron a disparar con fusiles a los rebeldes que cantaban alegres en la puerta, provocando así una estampida general de los opositores, que abandonaron el edificio a toda velocidad dejando atrás la simbólica escultura del puño y el misil. Según pudo comprobar Público, un periodista de la televisión francesa sufrió una herida de bala en el cuello y fue trasladado al hospital.

El coronel Abdalá Abu Afra, que lucha ahora en las filas rebeldes, sentenció que “quien controla Bab al Azizia gobierna Libia. Su caída marcó el fin del régimen de Gadafi en Trípoli y en el país”. Coincidió con él el ministro libio de Exteriores, Abdelati Obeidi, quien dio por finiquitados 42 años de dictadura. En una entrevista con la cadena británica Channel 4 News, Obeidi insinuó que los gadafistas debían rendirse. “Si estuviese en el poder, les diría que entreguen las armas”, aseguró, sin especificar si había desertado.

Pese a estas declaraciones, la resistencia del régimen continúa en varios barrios de la capital. El más peligroso es el de Abu Salim, en el que los combatientes rebeldes creen que se esconden los hijos de Gadafi que han huido.

El Gobierno de Burkina Faso ofreció asilo a Gadafi, pese a la orden de captura dictada contra él por la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de guerra. “En nombre de la paz, tomaremos, junto a nuestros socios de la comunidad internacional, todos los pasos que sean necesarios”, se justificó el ministro de Exteriores burkinés, Yipene Djibril Bassolet.

Pero el sátrapa libio no tiene ninguna intención de rendirse. En un mensaje radiofónico, Gadafi restó importancia a la pérdida de su cuartel general, calificando la retirada de “movimiento táctico”. Aseguró que ya no se encuentra en la capital, pero que resistirá “hasta la victoria o la muerte”.

Abdel Salam Jalud, exaliado de Gadafi que ha cambiado de bando, advirtió que es probable que esté mintiendo y siga en Trípoli, a la espera de encontrar una oportunidad para huir y permanecer oculto. “Está borracho de poder. Cree que puede desaparecer de Libia y cuando la OTAN cese su ofensiva, reagrupar a sus partidarios y volver a atacar”, señaló Jalud.

Los tripolitanos no han salido a la calle en masa para celebrar los cambios políticos que se avecinan. La población recela del futuro del país, que está en este momento en manos de sus compatriotas de Bengasi, con quienes históricamente nunca se han llevado bien. Si a eso sumamos el bombardeo propagandístico de Gadafi, equiparando a los rebeldes con terroristas de Al Qaeda, la desconfianza se ha instalado en los corazones de muchos habitantes de la ciudad.

Los disparos suenan por doquier y el miedo a los francotiradores impide que la población salga de sus casas, salvo para buscar comida. Los supermercados y tiendas, con las puertas a medio abrir, estaban ayer a rebosar, al igual que las gasolineras, donde se podían percibir colas hasta de un kilómetro.

Hay controles de los rebeldes cada 100 metros y en cada avenida o calle están revisando, uno por uno, todos los coches. Apenas hay vehículos y los únicos que circulan son los combatientes que, armados con metralletas y fusiles buscan las últimas bolsas de resistencia.

Fuera de la capital, los rebeldes libios continuaban con dos frentes abiertos: al oeste de la capital, la frontera con Túnez, y al este, la ciudad de Sirte, feudo de los Al Gadafa, la tribu a la que pertenece el déspota libio y su familia y donde se concentran los más acérrimos seguidores del líder libio.

Los rebeldes tenían rodeada ayer Sirte, situada a medio camino entre Trípoli y Bengasi, la capital de facto del CNT, pero no habían logrado vencer la resistencia de las filas gadafistas.

La buena noticia del día fue la liberación ayer de los 35 periodistas que habían sido tomados como rehenes por las tropas leales a Gadafi en el hotel Rixos, donde les alojaban bajo vigilancia de controladores. “Ha sido un infierno” explicaba el periodista francés Julian Cailne tras ser liberado por mediación de la Cruz Roja, “nos escondíamos como podíamos pero fuera estaban los soldados apuntando” añadió.

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