Rusia e Irán ultiman un "gran tratado" que podría trastocar la geopolítica de Oriente Medio e influir en la guerra de Ucrania
Moscú refuerza sus lazos con el régimen iraní y apuesta por forjar una alianza que sea el contrapeso a EEUU, la OTAN e Israel en Oriente Medio y Asia Central.
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Al igual que Occidente, el Kremlin sigue con mucha atención los comicios presidenciales celebrados este viernes en Irán y sus consecuencias en la arena internacional. Pero el punto de vista es distinto. Si Estados Unidos y sus aliados están alertas ante los posibles cambios en la política exterior iraní y el riesgo de una mayor radicalización, Moscú apuesta por un mayor acercamiento a Teherán y por la pronta firma de un tratado bilateral clave que podría cambiar el tablero de juego de Oriente Medio e influir en la guerra de Ucrania.
En vísperas de las elecciones, Rusia anunció esta semana el desbloqueo de las negociaciones con Irán para firmar un nuevo "acuerdo integral de cooperación", que podría tener una duración de hasta veinte años y que podría ser firmado "en el futuro inmediato", tal y como señaló el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Andréi Rudenko y confirmó la portavoz de ese Ministerio, María Zajárova, la número dos de facto de la diplomacia rusa.
Moscú apuesta por un mayor acercamiento a Teherán y por la pronta firma de un tratado clave
Sea quien sea el nuevo presidente de Irán, el Kremlin quiere presionar a Teherán para que se firme cuanto antes este "gran tratado" (como lo han denominado los rusos) entre los dos países, que contemplará el refuerzo de la cooperación en materia de seguridad, económica y en la lucha contra las sanciones que Occidente ha impuesto a los dos países.
La guerra de Ucrania consolida la alianza iraní-rusa
La amistad entre Moscú y Teherán se reforzó hace más de dos décadas con la llegada de Vladímir Putin a la Presidencia de Rusia. El estallido de la guerra de Ucrania, con la invasión rusa de este país, fue la prueba de fuego para comprobar el alcance de las relaciones.
El suministro de drones y otros tipos de armamento, posiblemente partes de misiles, por parte de Irán a Rusia y los intercambios comerciales para evitar las sanciones impuestas por esa invasión a Moscú fortalecieron el eje Moscú-Teherán en Oriente Medio y Asia Central.
Esta cooperación ya se manifestó en Afganistán en los últimos años de la presencia estadounidense en este país. La retirada de las últimas fuerzas armadas estadounidenses y de la OTAN de Kabul en 2021 impulsó si cabe más esa alianza ruso-iraní en contra de la influencia de EEUU en la región.
Si en el caso de Extremo Oriente, la alianza estratégica entre China y Rusia supone un desafío de gran peso contra los intentos de Washington de imponer su influencia en Asia Pacífico, la ratificación de un nuevo acuerdo de seguridad y cooperación energética entre Moscú y Teherán asestará un nuevo golpe al sistema unipolar defendido por la Casa Blanca, esta vez en una de las regiones más sensibles desde el punto de vista geopolítico, Oriente Medio.
Las elecciones de este viernes marcarán el rumbo
A principios de junio, las negociaciones sobre este nuevo tratado habían quedado congeladas, entre otras cuestiones, ante unas aparentes discrepancias sobre la política exterior de Moscú en el Golfo Pérsico y su supuesta solidaridad con Emiratos Árabes Unidos en torno a unas islas disputadas con Irán.
Los iraníes decidirán entre seis candidatos, pero sin que se perfile un claro favorito
El receso en las conversaciones fue también atribuido a la muerte en mayo, en un accidente de helicóptero, del presidente iraní, Ebrahim Raisí. Este viernes se celebraron en Irán las elecciones presidenciales que deberán determinar quién será el sucesor de Raisí y en Moscú la atención es máxima, pues no todos los candidatos valoran igual ese acercamiento a Rusia que defendían Raisí y su ministro de Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, también fallecido en ese fatal accidente ocurrido el 19 de mayo.
Los iraníes decidirán entre seis candidatos, pero sin que se perfile un claro favorito. No obstante, son tres los postulantes con más opciones: el conservador Mohamad Baqer Qalibaf, el ultraconservador Saeed Jalili y el reformista Masoud Pezeshkian.
Éste es contemplado con reticencias por Moscú dada su apuesta aperturista y de mayor acercamiento a Occidente, además de sus críticas a la deriva iraní hacia China y Rusia. No obstante, su cercanía al líder supremo, Alí Jamenei, dejaría abiertas todas las opciones.
La mala situación económica en Irán juega también a favor de Rusia, pues en estos momentos y con las sanciones pendiendo sobre el país persa, solo la cooperación a corto y medio plazo con Moscú puede evitar un desastre mayor.
Un tratado con profundas raíces
El nuevo gran acuerdo entre Rusia e Irán ya fue pergeñado en septiembre de 2022 por Putin y Raisí, partidario de la línea más dura en Teherán y de la necesidad de recurrir a Moscú para presentar un contrapeso a Occidente en Asia y Oriente Medio.
En enero pasado, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso adelantó que este nuevo acuerdo bilateral, que ya estaba en sus fases finales para ser ratificado, tendría una importancia histórica y reflejaría el "auge sin precedentes" de las relaciones entre los dos países. El 18 de enero, Jamenei aprobó el borrador del tratado y se comenzaron a cerrar los flecos principales y su alcance.
Teherán y Moscú firmaron ya un acuerdo a largo plazo en marzo de 2001. El llamado Tratado sobre la Fundación de Relaciones Mutuas y Ley de Principios de Cooperación entre la República Islámica del Irán y la Federación Rusa tenía una duración inicial de diez años, pero fue prorrogado dos veces por intervalos de cinco años. En 2021 se extendió el acuerdo otros cinco años, hasta 2026.
Ese acuerdo incluía proyectos conjuntos en el uso pacífico de la energía nuclear y la construcción de centrales nucleares en Irán
Entre los ámbitos abordados por ese tratado se incluía la cooperación en materia de seguridad y de energía. Para mayor preocupación de Estados Unidos, que incrementaría su presión sobre Irán por este motivo, ese acuerdo incluía proyectos conjuntos en el uso pacífico de la energía nuclear y la construcción de centrales nucleares en Irán, con tecnología y asesoría rusas. Washington siempre ha acusado a Teherán de tratar de desviar el programa civil nuclear al sector militar.
El nuevo tratado llega en medio del incremento de los vínculos financieros, energéticos y militares entre Rusia e Irán a consecuencia de la guerra de Ucrania. En Washington y Bruselas se teme el significado simbólico de un nuevo pacto exterior suscrito por una Rusia que debería estar condenada al ostracismo internacional, pero que en realidad tiene cada vez más peso exterior en el llamado Sur Global.
Ecos militares en Ucrania y Gaza
También se observa con preocupación la posibilidad de que el nuevo tratado aumente el trasiego de drones, misiles y otras armas iraníes hacia Rusia para ser empleadas en Ucrania, con el hándicap añadido de que el acuerdo contemple la asistencia militar rusa a Irán en caso de que a Occidente se le ocurra presionar militarmente a Teherán para defender a Israel o para controlar su programa nuclear.
Una reforzada ayuda iraní a Rusia en Ucrania, unida al reciente acuerdo estratégico firmado por Moscú y Corea del Norte, darían suficiente armamento al Kremlin (sumado al que se fabrica a contrarreloj en territorio ruso) para prolongar la guerra el tiempo necesario para asfixiar a Kiev.
El nuevo acuerdo tendría una importancia capital también en Oriente Medio, con Israel a punto de consumar la destrucción de Gaza y con los ojos puestos en una eventual invasión del sur del Líbano para acabar con la milicia proiraní de Hizbulá.
EEUU dice desaprobar el ataque israelí a ese enclave palestino que ha dejado ya casi 38.000 muertos en medio de acusaciones de genocidio. Sin embargo, Washington sigue suministrando armas a Israel para desalentar también una respuesta armada iraní en apoyo de sus amigos de Hizbulá, como ocurrió en abril pasado en el tenso, y teatral, intercambio de ataques entre iraníes e israelíes.
Si por la espada de Damocles rusa, Israel se ve obligado a frenar una eventual respuesta armada a Irán, se habrá materializado una de esas "respuestas asimétricas" prometidas por Moscú contra EEUU y sus aliados por su apoyo con armas a Ucrania.
Las claves energéticas del tratado
Como preámbulo del nuevo tratado, este miércoles se informó de la firma de un memorando entre el gigante energético ruso Gazprom y la Compañía Nacional de Gas Iraní (NIGC) para suministrar gas por tuberías rusas a Irán, lo que llevaría a un nivel sin precedentes el éxito en la evasión de las sanciones impuestas por Occidente a Moscú.
A la firma del memorando asistió el presidente interino de Irán, Mohammad Mokhber, prueba evidente de la importancia del acuerdo para Teherán.
Irán dispone de las segundas reservas de gas mayores del mundo, solo superado por Rusia. Ambos países tratan de mejorar sus expectativas en la exportación de este hidrocarburo, ámbito en el que EEUU les supera, amparado en el castigo internacional a Moscú y Teherán.
Las sanciones que por motivos distintos afectan a Rusia e Irán han frenado su participación plena en la carrera mundial de la comercialización de gas natural y gas licuado de la que se está beneficiando Estados Unidos, al igual que se beneficia de ser el mayor productor de armas destinadas a Ucrania.
Una cooperación más extensa entre Irán y Rusia permitiría que la explotación de campos de gas en territorio iraní
Una cooperación más extensa entre Irán y Rusia permitiría que la explotación de campos de gas en territorio iraní y también en zonas chiíes de Irak controladas por fuerzas proiraníes o directamente dependientes de Teherán podría llevar a la exportación de estos hidrocarburos hacia el Mediterráneo a través de Siria, aliada a la par de Moscú y del régimen de los ayatolas.
El golpe a la presencia estadounidense en la región sería enorme. También para Israel, pues fomentaría las rutas de aprovisionamiento de armas a Hizbulá por todo Oriente Medio.
Es natural, pues, que el anuncio ruso sobre una inminente ratificación del "gran tratado" entre Rusia e Irán haya hecho sonar todas las alarmas. Sus consecuencias podrían ser claves a medio plazo para los conflictos de Ucrania y los territorios palestinos. Y Moscú no va a dejar pasar esta oportunidad para mover el tablero de juego a su favor.
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