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El último salto antes de coger el tren de la esperanza

En Arriaga muchos ayudan a los inmigrantes y protestan contra los abusos policiales

SERGIO RODRÍGUEZ

Llegar a Arriaga significa el fin de una etapa para los inmigrantes centroamericanos, pero el principio de otra que los llevará a recorrer gran parte de México hasta llegar a su destino. Parece que el miedo no existiera, unos lo disimulan, pero la mayoría está tan decidida a lograr su objetivo que no hay quien los pare, ni el miedo.

'Yo no tengo miedo, nada', dice una salvadoreña de 39, años nativa de Ahuachapán. 'Ya sabemos lo que viene, ya sabemos de los riesgos, ya conocemos
esas historias, porque de nuestros pueblos ha salido mucha gente. Algunos no regresan o regresan mutilados', dice esta mujer.

Onoria, allá en Tapachula, lo había dicho: 'Yo vi por televisión la historia de Donald (un hombre hondureño al que le fueron amputadas las dos piernas por un accidente en el tren) y esa historia no hizo que yo pensara en no venir. Sabemos desde que salimos lo que nos puede pasar, pero es una apuesta, tenemos que conseguirlo'.

'Esta es una apuesta, o ganas o pierdes', dice Walter. 'Nosotros no tenemos mucho que perder y vamos a lograrlo, debemos de estar seguros de eso, mentalizarnos'. Karina remata: 'Vamos a llegar, no hay duda'.

Arriaga es el gran objetivo de los inmigrantes que cruzan México con destino a EEUU. Allí se subirán a los trenes que recorren todo el país. Sobre todo, habrán dejado atrás
los primeros 300 kilómetros de territorio mexicano, los más peligrosos.

Ya sabemos los riesgos

Unas jóvenes norteamericanas van haciendo el recorrido para entrevistar a los inmigrantes y realizar un documental. Quieren transmitir historias y mostrarlas en El Salvador, para que los posibles emigrantes vean los riesgos del camino y tratar de impedir que la gente deje su país. Cuando se marchan, un salvadoreño dice: 'Yo creo que tienen
buenas intenciones, pero nosotros ya sabemos de los riesgos, lo que no se entiende es que salimos por desesperación, sólo eso'.

'Yo no tengo miedo, esto es mejor que lo que viví como soldado en Honduras', dice Juan Carlos, originario de La Ceiba. Él se enroló en el Ejército de su país porque 'la necesidad era grande'. Todo cambió cuando fue enviado como sargento del TercerBatallón de Infantería a combatir en Irak durante seis meses. Él no entiende por qué fueron a combatir hasta allá, siendo un país tan pobre.

'Vi cosas terribles, eso nunca se me va a olvidar. Un amigo mío murió en un ataque suicida, él nos salvó la vida'. Los soldados estadounidenses, cuenta Juan Carlos, ganaban el triple 'cuando menos' de lo que les pagaban a los soldados hondureños.'Me di de baja, ya quemé mi carné'.

Jorge, de Nicaragüa escucha la historia: 'Nosotros queremos ir a Estados Unidos, porque no tenemos más opciones, pero alguna vez ese país tiene que caer, tiene que dejar de usarnos. Sin nosotros, la economía no estaría bien allá. Un oficial de migración nos dijo que si nos dejaban pasar, todos iban a llegar a Estados Unidos, y entonces nosotros le hemos dicho a la migra mexicana (Patrulla Fronteriza, para la migración en México: y tú ¿por qué te preocupas tanto por los Estados Unidos?, lo dejé callado'.

Abusos policiales

Apenas el año pasado, la migra realizó un operativo con ayuda de varias fuerzas policiales en Arriaga, detuvieron a muchos y golpearon a otros tantos. Una mujer hondureña fue golpeada por la policía hasta dejarla inconsciente. Cuentan que la gente del pueblo de Arriaga se molestó e interpuso varias quejas a través de organizaciones de derechos humanos y de la Iglesia católica local. El padreEiman Vázquez tuvo un papel importante en ese proceso.

Desde entonces, la migra no hace recorridos por el centro de Arriaga, o por lo menos no con vehículos oficiales y uniformes. Los inmigrantes saben que sigue ahí, presente, pero utilizando furgonetas y vestidos de civil.

'El pueblo (de Arriaga) no quiere a la migra', dice una empleada de uno de los hoteles cercanos a la estación del ferrocarril. 'Ellos son unos salvajes, no tienen respeto por nada. Aquí tratamos de ayudar a la gente que pasa. Sabemos que está necesitada y que no son ellos los que roban o actúan con violencia'.

Al caer la noche, el rumor de que el tren saldrá en la madrugada hace que los inmigrantes salgan del albergue y busquen escondite cerca de las vías del tren. Conforme pasa el tiempo, más y más indocumentados, todos aquí centroamericanos, se concentran en el lugar e invaden las instalaciones de la estación.

Llegada del tren

Los guardias privados, tímidamente, hacen la invitación para que desalojen el lugar, diciendo que es 'propiedad federal', aunque el tren es de una empresa llamada Chiapas Mayab y la mayoría de vagones lleva el logotipo de Cemex, una empresa multinacional dedicada a los materiales de construcción propiedad del tercer hombre más rico deMéxico, Lorenzo Zambrano.

La noche pasa y el tren no ha salido. La máquina no ha llegado deTonalá, otra ciudad chiapaneca, y todos están ansiosos. Esta espera les parece eterna, hasta que oyen el pitido de la máquina. Todos se arremolinan en las vías, ya es el día siguiente y han pasado la noche en vela. Ahora deben tener las fuerzas renovadas para el trayecto de hasta
18 horas a Ixtepec, en Oaxaca.De ahí tendrán que tomar otro tren que los lleve hacia la estaciónde Lechería. El camino apenas empieza, pero ellos ya han pasado 300 kilómetros de peligros. Apartan su lugar en los vagones de carga, se colocan en lugares en apariencia peligrosos, pero no hay opción. Los vagones que viajan vacíos son cerrados por los guardias de la estación.

Una mujer nicaragüense aguarda la salida. Ella dice: 'Ahora sí tengo miedo, nunca he hecho este camino'.Como pueden, se suben a lo más alto de los vagones y entonces la travesía empieza de nuevo. Sólo unos instantes de respiro tuvieron en Arriaga. Ya pasaron lo más difícil, dicen ellos, pero todavía falta.

Se esparce el rumor, alimentado por algunas personas de que habrá un operativo policial en el estadode Oaxaca. Nadie lo piensa más, seguirán el viaje a pesar de todo. A eso vinieron.

'Así es la crueldad de la vida, ni modo', dice Daniel, un nicaragüense. 'Mis hijos me pedían allá, que querían comer, así que ni modo, a hacer fuerzas y seguir adelante'.
El tren ya se aleja. Está claro que ni la migra ni la Policía Federal, ni el Ejército, ni los asaltantes, ni las ONG bienintencionadas, ni la migra gringa, ni el muro evitarán que el flujo de migración continúe. Por eso, repiten constantemente, tercos y decididos: 'Nadie nos va a detener'

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