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Sarkozy baraja el cese de su ministra de Exteriores

Parte de la derecha exige la salida de Alliot-Marie por sus relaciones con Ben Alí

ANDRÉS PÉREZ

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, se resignó ayer a tomar buena nota de la presión de su propio partido y de la situación insostenible de su ministra de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, comprometida por sus relaciones con el clan del ex dictador tunecino Ben Alí. Y sólo tres meses después de haber nombrado un Gobierno, aceptó abrir un nuevo periodo de crisis que conllevará tanto la caída de la canciller como la de su pareja, el ministro Patrick Ollier.

Dos bandos de la derecha gobernante se enfrentaban anoche en París. De un lado, los partidarios de la línea Sarkozy, que consideran que se debe dejar a la canciller y Ollier, ministro de Relaciones con el Parlamento, en sus puestos, aunque sean muertos vivientes dentro del Gobierno. Otros notables de la derecha francesa defienden la tesis opuesta y estiman que cortar por lo sano y cesar de inmediato a Alliot-Marie y su novio ministro es la mejor manera de minimizar los destrozos. Imputando toda la culpa a sólo dos nombres, daría a París la excusa perfecta para no tener que hurgar más a fondo en sus relaciones con todas las tiranías africanas. De paso permitiría correr un tupido velo sobre la imprevisión y el contrapié total con el que la diplomacia francesa se encontró a causa de las revoluciones democráticas árabes.

Sarkozy tenía previsto cerrar su arbitraje ayer cambiar el Gobierno o esperar a su regreso de un viaje a Turquía. El domingo, tras el regreso de Alliot-Marie, Sarkozy hablaría con ella. Según fuentes citadas por Le Monde y Reuters, la crisis de Gobierno podría producirse este fin de semana mismo. 'Tomará su decisión este fin de semana o el lunes. Los sondeos son muy malos, lo que demuestra que ella es el problema. Será sustituida por Alain Juppé [actual ministro de Defensa]', indicó a Le Monde un miembro del Gobierno.

París sigue sin plan estratégico en sus relaciones con los países árabes que viven revueltas. Otra consecuencia de la actual crisis es más interna: Francia vuelve a ser un país en crisis de Gobierno permanente, con ministros en funciones que saben que van a ser despedidos, y decenas de aspirantes rondando en torno a sus restos.

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