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Sarkozy hace un guiño al voto ultra y populista

El presidente francés calienta la precampaña con un discurso abiertamente antisocial

ANDRÉS PÉREZ

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, coloca hoy en la rampa de lanzamiento su inminente campaña para la reelección con una entrevista en Le Figaro titulada 'Mis valores para Francia'. Sin un solo análisis serio del mandato que termina, el diario conservador le deja desgranar confesiones con aparentes convicciones profundas. Desde esa desmemoria, Sarkozy enuncia de nuevo un programa rupturista, esta vez más abiertamente ultraliberal y ultraderechista.

'Trabajo, responsabilidad, autoridad... Yo me identifico más que nunca con ese tríptico', afirma el político que fue abogado de firmas multinacionales e inmediatamente emprendió una carrera entre el terciopelo de los ministerios y los puestos electos más fáciles, en barrios acaudalados.

Pretende convocar un referéndum para endurecer el acceso al subsidio del paro

'Tras cinco años de mandato, estoy más convencido que nunca de que hay que recompensar el trabajo, que es un valor en sí, necesario tanto para la plenitud del individuo como para la cohesión de la sociedad', añade el político al que los sondeos dan por perdedor en las presidenciales del 22 de abril y el 6 de mayo.

Tanta pomada a las clases trabajadoras encuentra rápidamente su explicación: deja claro que 'debemos seguir poniendo en marcha, sistemáticamente, todo lo que pueda disminuir el coste del trabajo, recompensar el esfuerzo y el mérito, y hacer la diferencia respecto a la asistencia'.

De cómo se puede 'disminuir el coste del trabajo' sin reducir el poder adquisitivo, Sarkozy no explica nada y escabulle cualquier balance sobre esa promesa (incumplida) de 2007.

La clave es la palabra 'asistencia', que en Francia ha cobrado un olor neofascista desde que el sarkozysmo colonizó la derecha republicana. Por 'asistidos', los conservadores entienden a desempleados, enfermos pobres que dependen de la seguridad social, beneficiarios de la renta mínima de inserción y trabajadores sin papeles. Sarkozy declara su intención de convocar un referéndum para endurecer el acceso al paro y obligar a los desempleados a aceptar la primera oferta que se les presente.

Anuncia una ley de extranjería más rígida y arremete contra el matrimonio gay

Bernard Thibault, líder del sindicato CGT, golpeó de inmediato: 'Este anuncio equivale a presentar a los parados como una población de vagos. Es un artificio electoral odioso, puesto que intenta dividir a los trabajadores'.

El plan ultraliberal de Sarkozy fue completado con el proyecto de instaurar una negociación laboral por empresas, que permitiría saltarse los convenios colectivos e incluso el Código de Trabajo. Por supuesto, también anuncia un endurecimiento de la legislación de extranjería. Más sorprendentemente, arremete contra cualquier proyecto de legalizar el matrimonio homosexual y la adopción por parejas del mismo sexo, además de rechazar una ley de eutanasia.

El intento de Sarkozy por consolidar su flanco derecho se explica por lo explícito del guiño al votante ultra, que regresa masivamente según los sondeos a Le Pen.

El politólogo Roland Cayrol ha destacado que 'Sarkozy es un buen representante de las derivas populistas de las derechas europeas', a las que hasta ahora había escapado Francia gracias a la corriente gaullista.

Más interesante es el auténtico lapsus del presidente. Después de aumentar la deuda francesa en 500.000 millones de euros más, registrar cifras de paro inigualadas desde 1998, batir el récord de déficit de comercio exterior y de descenso de la competitividad de empresas, y asistir impotente al estallido de la pobreza infantil en la quinta potencia económica mundial, no tiene absolutamente nada que decir sobre su acción en esos terrenos.

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