Este artículo se publicó hace 13 años.
"La seguridad en el Magreb sólo la garantiza la democracia"
Javier Valenzuela. Periodista y escritor. Ex corresponsal en Beirut, Rabat, París y Washington
Cuenta que su infancia a los pies de la Alhambra le dejó una curiosidad perenne por el mundo árabe y musulmán. El escritor y periodista Javier Valenzuela (Granada, 1954) acaba de publicar el libro De Tánger al Nilo (Catarata) en el que recopila algunos de sus artículos como corresponsal o enviado especial en los países del Magreb y Egipto durante los últimos 25 años.
¿Por qué se ha levantado el pueblo en Túnez?
Las revueltas juveniles son equiparables a las que podrían producirse en Europa. Son revueltas laicas y democráticas en las que los jóvenes están pidiendo libertad, trabajo y dignidad. No ha habido la menor reivindicación islamista, desmintiendo así todos los estereotipos y tópicos occidentales sobre el norte de África y el mundo árabe.
¿Cree que esta revuelta tendrá repercusión en los países vecinos?
Soy poco dado a emplear la fórmula "histórico", pero esta vez creo que lo ocurrido en Túnez lo merece. Y va a tener una profunda repercusión en todo el norte de África. Los jóvenes, los demócratas y los reformistas han visto que se puede ganar a una autocracia, aunque esté apoyada hipócritamente por Europa. Los gobernantes de Argelia y de Egipto deben poner sus barbas a remojar.
¿Hasta dónde llegarán las protestas?
Estamos ante el primer triunfo de una revuelta popular laica y democrática en un país árabe. No creo que los jóvenes que han dado su sangre y todos los que les han apoyado se contenten con el mero derrocamiento de Ben Alí. Van a seguir exigiendo, aún con más fuerza, libertad, trabajo y dignidad. Sólo hay una salida para Túnez: la llegada de la democracia. Sin ella, no habrá estabilidad en ese país. Y nuestros gobiernos deberían ir tomando nota: la seguridad en el Magreb no la garantizan las autocracias, sólo podrían hacerlo las democracias.
¿Qué papel tienen los dirigentes de Magreb ante el islamismo?
El islamismo y el yihadismo existen, lo que pasa es que los dirigentes del Magreb son bomberos pirómanos en relación a estos fenómenos. Son incapaces de proveer las más mínimas exigencias de su juventud, que es la gran mayoría de la población, empujando así a algunos de ellos al islamismo. Continuar con los regímenes de Túnez, de Argelia o el de Egipto es hacer una inversión nefasta a mediolargo plazo. El fracaso de estos regímenes decrépitos y cleptocráticos es lo que alimenta el islamismo y la emigración.
¿Qué importancia tiene la distancia de edad que separa a los jóvenes de los ancianos gobernantes?
El problema no es que sean septuagenarios, el problema es que llevan 20, 30 o 40 años en el poder. Ahora muchos quieren copiar el más lamentable invento árabe de los últimos tiempos, que es el concepto de "república árabe hereditaria". Mubarak, Gadafi y Bouteflika están planeando dejar el poder en casa.
¿Qué puede hacer Europa?
Europa podría hacer cosas pero no las va a hacer. No se pide la liberación de ningún opositor en el Magreb, no se les acoge ni se les da el Premio Sajarov a ninguno de ellos. Estos días la oposición tunecina ya ha dicho que no confía ni cuenta con Europa y que van a ser las propias fuerzas reformistas y juveniles de esos países los que produzcan los cambios. Cualquier acuerdo de estos gobiernos con la Unión Europea debería estar condicionado a pasos concretos y verificables en democracia, derechos humanos y un reparto más justo de la riqueza.
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