Este artículo se publicó hace 16 años.
Un señor joven contra un militar veterano
El debate, según el periodista y director del Instituto de Comunicación Empresarial.
Tercera y última oportunidad para McCain bien aprovechada para decir "Yo no soy Bush". Esa negación, forzada por sus asesores electorales, era imprescindible a estas alturas. Pero en interpretación de los lingüistas cognitivos, ese "yo no soy Bush" hasta podría reforzar la percepción popular de que el republicano es poco más que una nueva versión de Bush. Y ser como Bush es algo bastante impopular en los últimos años pero especialmente inconveniente en estas fechas con las Torres Gemelas del capitalismo americano en llamas.
McCain no pudo ocultar la pobreza de su comunicación no verbal
En un debate seguido con un ojo mientras el otro miraba al cierre decepcionante de Wall Street, los dos candidatos hablaron poco de economía y bastante de política fiscal. Obama, que tomó prestado el slogan de "We Can" a una señora que se lo espetó en una iglesia, había conocido al fontanero Joe en un mitin en Ohio. McCain, en el debate, se fue directamente al fontanero Joe para decirle que no quería que pagara impuestos mientras Obama le propone que pague los menos posibles pero con más servicios del Estado.
Esta vez no hubo atril, ni taburete, sino mesa con los candidatos sentados en un ángulo de poco más de 90 grados, es decir, sin el nítido cara a cara del debate español. La mesa fue para McCain como un burladero taurino para esconder la pobreza de su comunicación no verbal y limitar la de Obama.
Desde esa posición solo quedaba la palabra y, si acaso, las patadas bajo la mesa. En la palabra Obama, un señor, ganó con claridad incluso respondiendo a la patada de su supuesta relación con un ex terrorista años atrás.
McCain exhibió sin complejos el militar que aún es concentrándose en fortalecer a sus convencidos.
Según las encuestas, Obama, habría barrido en el debate y ganaría el 4 de noviembre. Pero quedan dos incógnitas: la sorpresa de las últimas dos semanas hasta Bin Laden puede salir a hundirlo y el desbordamiento de ese río oculto de racismo del que nadie habla pero cuyo caudal se oye. Los debates influyen pero no pueden con todo. Si acaso, como dicen los demócratas, gracias a estos tres duelos seguidos con pasión de final de fútbol, su ventaja es que mucha más gente sabe de Obama y de su solvencia. Se verá.
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