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¿La siguiente será Argelia?

Una oposición dividida y la fuerza del Estado explican por qué la revolución aún no prende

AMEL BOUBEKEUR

La manifestación del pasado sábado, organizada por la Coordinadora Nacional por el Cambio y la Democracia (CNCD), que reúne partidos, sindicatos y ONG, había despertado grandes expectativas. Considerada como la concentración anunciadora de una nueva revolución árabe, demostró por qué Argel mira hacia Túnez y El Cairo con esperanza, pero también con muchas dudas.

Era la primera vez desde las protestas de 1988, que obligaron al Gobierno a decretar un sistema multipartidista, que una coordinadora era capaz de reunir distintas corrientes de la vida política. La manifestación del día 12 fue un acontecimiento notable en el escenario político argelino caracterizado por el inmovilismo y las disensiones. Esta concentración contribuyó también a la reapropiación legítima del espacio público. Para los ciudadanos que quieren expresar su hartazgo de la mala gestión del país, la calle se ha convertido en la única tribuna abierta.

Los imanes, todos funcionarios, predican que inmolarse es pecado

El pequeño número de manifestantes (2.000, según los organizadores; 250, según la Policía) explica, sin embargo, la necesidad de los organizadores de pasar a la etapa siguiente. La desproporcionada relación de fuerza (los manifestantes se enfrentaron a 30.000 policías) llevó a la CNCD a asociar a figuras conocidas de la oposición en vez de buscar el respaldo de la sociedad civil para ganar peso frente al Estado.

Hay otra razón por la que este tipo de iniciativa no suscita una identificación masiva. La dicotomía entre manifestaciones planificadas, elitistas y legalistas (para las que se pide un permiso que el Gobierno siempre deniega) y las decenas de revueltas, huelgas e intentos de suicidios espontáneos, que ocurren todos los días, impide la unión de las protestas. Los argelinos parecen estar cansados de 50 años de ideologías prefabricadas y de una dinámica de democratización por arriba no les dice nada. Siguiendo el ejemplo de los sindicatos y abogados tunecinos, las élites de la oposición argelina deben unirse ahora a todos los alzamientos populares que ocurren en el país.

Pero explicar que los argelinos no confían en una oposición elitista y partidista no es suficiente para entender por qué la revolución no prende aún en Argelia.

La Coordinadora por el Cambio ha convocado otra protesta este sábado

Los medios de presión y de propaganda que usa el poder para hacer impopular toda petición de democratización son otra explicación importante. Entre esos medios, está la instauración, a golpe de subvenciones, de un islam de Estado sumiso y apolítico. Desde el principio de las revueltas, los imanes todos funcionarios sólo tomaron la palabra para explicar que inmolarse era un pecado y que manifestarse sólo genera discordia (fitna) entre musulmanes, que la naturaleza de los musulmanes era la paciencia ante la adversidad.

Después está la legitimación de un régimen basado en la defensa de la seguridad pública a toda costa. En un sistema sin Justicia independiente, es mejor tener a la Policía a tu lado que enfrente. Un comerciante, que sabe que nadie le indemnizará cuando unos alborotadores o los confidentes de la Policía saqueen su tienda, prefiere que las manifestaciones estén prohibidas.

También está el argumento de la redistribución de la renta. El mayor miedo de la sociedad cuando hay una manifestación es que el Estado corte el grifo y genere penurias. Ante la falta de alternativas, mucha gente prefiere aprovechar las subvenciones para los alimentos básicos en vez de arriesgarse a volver a salir a la calle.

La participación de Alí Benhadj, ex número dos del Frente Islámico de Salvación (FIS), partido islamista cuya disolución en 1992 desembocó en un decreto de estado de emergencia y diez años de guerra civil, en la concentración también despertó el miedo a una deriva islamista. ¿En qué situación nos encontramos realmente?

Los islamistas no están presentes en los movimientos de protesta de los parados, los face-bookistas o los sindicalistas. A los islamistas ya no les interesa la cuestión social desde hace mucho tiempo y su incapacidad para pedir perdón por los crímenes de los años noventa los deslegitima ante los jóvenes. Sin embargo, no está claro qué papel político podría tener el FIS y la figura de Benhadj es prueba de ello. Sus sermones en las mezquitas de Argel son vistos miles de veces en YouTube más porque representan una forma de resistencia civil que por su dimensión ideológica islamista.

Está claro que el país tiene interés en evitar esta bipolarización seguridad de Estado/islamistas terroristas que han hecho perder tiempo a los demócratas desde hace 20 años. Tras Túnez y Egipto, son los argelinos quienes decidirán si, en el marco de un movimiento pluralista de refundación democrática del Estado, hay lugar o no para los islamistas. La CNCD ha convocado una concentración para el próximo sábado en Argel. En esta manifestación, se debería oír el mismo eslogan que en Túnez y El Cairo: 'Echaab yurid isqat ennidham (El pueblo quiere la caída del régimen)'.

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