Las protestas de las últimas tres semanas han obligado al presidente sirio, Bashar al Asad, a realizar concesiones religiosas y políticas, que en otras circunstancias habrían parecido inconcebibles. Y las primeras medidas, como no podría ser de otra manera, están dirigidas a los islamistas, un sector muy popular al que hasta ahora el régimen había tratado de frenar por todos los medios.

Asad comunicó el miércoles a un grupo de clérigos suníes que entre la serie de medidas que va a facilitar, sólo a esa rama del islam, se encuentran la readmisión de las maestras y profesoras que se cubren todo el rostro con el niqab, la autorización y financiación de un nuevo instituto religioso y la concesión de canales religiosos vía satélite. Los suníes constituyen alrededor del 75% de la población siria.

La medida del niqab afecta, en principio, a unas 1.200 maestras y profesoras que en su momento fueron despedidas por alterar el carácter laico de la enseñanza, aunque es muy probable que una vez que el Gobierno autorice que las docentes se cubran completamente el rostro, habrá más mujeres que se adhieran a esta práctica.

Asad intenta mantener un equilibrio que le permita continuar en el poder sin protestas en las calles, especialmente de los islamistas, algo que a muchos les parece imposible de conseguir después de lo ocurrido en las últimas tres semanas.

Si las medidas dirigidas a congraciarse con los islamistas se comunicaron el miércoles, ayer Asad se reunió con representantes de la minoría kurda y les comunicó su intención de conceder la nacionalidad siria a toda la población kurda del país.