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El Stalin que sobrevive en Rusia

Un mito post-soviético transversal

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Marcha en conmemoración del aniversario del nacimiento de Stalin el pasado diciembre en Gori, ciudad natal del líder bolchevique.- AFP

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MOSCÚ.- Iósif Vissariónovich Dzugashvili ─mundialmente conocido por su nom de guerre, Stalin─ falleció el 5 de marzo de 1953 en su dacha de Kuntsevo, en el hoy distrito de Fili en Moscú, y no en el Kremlin, como muchos aún creen a raíz de la versión oficial que entonces se transmitió por la radio. "Sé que tras mi muerte se acumulará sobre mi tumba una pila de basura, pero el viento de la historia la dispersará sin piedad", le dijo Stalin a su ministro de Exteriores, Viacheslav Mólotov, en 1943.

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Un mito post-soviético transversal

El pasado 21 de diciembre, una delegación del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) llevaba a cabo la ya tradicional peregrinación al Kremlin para depositar decenas de claveles rojos en la tumba de Stalin en el aniversario de su nacimiento ─en la fecha que fijó el propio Stalin, a pesar de que una investigación posterior en el registro de Gori indicó como fecha de nacimiento real el 18 de diciembre de 1878─. El término "peregrinación" no es aquí ninguna concesión estilística del periodista: junto a la tumba, dos militantes del PCFR sostenían una imagen religiosa que representaba a Stalin y sus generales, ante el cual los militantes se arrodillaban para besar, siguiendo la costumbre de la iglesia ortodoxa. Ante el mausoleo de Lenin ─donde el féretro de Stalin estuvo expuesto junto al de Lenin hasta 1961─, el secretario general del partido, Guennadi Ziugánov, prometió una "primavera estalinista" como precampaña de las elecciones a la Duma que se celebrarán el próximo 18 de septiembre.

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Stalin falleció el 5 de marzo de 1953 en Kuntsevo, en el hoy distrito de Fili en Moscú, y no en el Kremlin, como muchos aún creen a raíz de la versión oficial que entonces se transmitió

En el panteón del PCFR Stalin ocupa un lugar preferente y, significativamente, más destacado que el de cualquier otro dirigente soviético, incluido Lenin. Los comunistas de Ziugánov buscan desde hace años desvincularse de figuras que recuerden el turbulento período revolucionario en favor de aquellas que representan los períodos de aparente estabilidad (Stalin, Brezhnev), pero sobre todo los momentos de máximo apogeo de la Unión Soviética, y el Stalin vencedor de la Segunda Guerra Mundial, cuando el socialismo soviético alcanzó su mayor expansión geográfica, encaja en ese papel.

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La figura de Stalin en la Rusia contemporánea no es, empero, monopolio del PCFR. Un sector de los nacionalistas rusos intenta desde hace años desarrollar un modelo teórico que permita a sus militantes conciliarse con el pasado inmediato de su país. Aunque la figura más conocida en Occidente es Aleksandr Dugin ─quien ha reivindicado a Stalin como "el primer eurasianista"─, a la cabeza de estos esfuerzos se encuentra en realidad Aleksandr Projánov, escritor, editor del diario Zavtra y uno de los ideólogos de Tercera Posición más destacados en Rusia. La principal tesis de Projánov es que Stalin abandonó el comunismo soviético tras la agresión de la Alemania nazi en 1941 para convertirse en el defensor de los intereses nacionales de Rusia.

En el panteón del
PCFR Stalin ocupa un
lugar preferente y, significativamente, más destacado que el de cualquier otro dirigente soviético, incluido Lenin

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Heredero de las tesis de los "bolcheviques blancos" del grupo Smena Vekh, según Projánov la URSS no habría sido más que otra forma de una constante histórica en la que Rusia está destinada a ser un imperio: primero, como Kievan Rus (882-1240); después como Principado de Moscú (1283-1547); luego, como Imperio bajo la dinastía de los Romanov (1721-1917); más tarde como Unión Soviética (1917-1991); y, finalmente, como "quinto imperio". Las tesis de Projánov y sus asociados calaron en el nacionalismo ruso y desde 2013 pueden verse, junto a la llamada bandera monáquica (negra-amarilla-blanca), retratos de Stalin en la 'Marcha rusa' que los grupos nacionalistas convocan todos los 4 de noviembre.

La imagen religiosa que representa a Stalin y sus generales.

La singular obra de arte políticorreligiosa que representa a Stalin y sus generales se presentó el año pasado en una ceremonia en la región de Belgorod con motivo del aniversario de una batalla de la Segunda Guerra Mundial. Projánov defendió la iniciativa a la BBC asegurando que la obra no presenta a Stalin y su séquito como santos ─ningún halo adorna sus cabezas─, sino que busca simbolizar el poder del Estado ruso avalado por el poder religioso, representado por una hierática Virgen María que contempla la escena desde el cielo. A pesar del rechazo de las autoridades religiosas, un sacerdote ortodoxo accedió a consagrarlo en junio. La ceremonia se celebró en la base aérea de Engels y más tarde el hieromonje Vissarión ─casualmente el mismo nombre que el del padre de Stalin─, responsable de la misma, fue amonestado por sus superiores.

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"La jerarquía de la Iglesia Ortodoxa Rusa ha subrayado repetidamente que la canonización del perseguidor de la Iglesia y organizador de su represión sangrienta es imposible"

"La jerarquía de la Iglesia Ortodoxa Rusa ha subrayado repetidamente que la canonización del perseguidor de la Iglesia y organizador de su represión sangrienta es imposible y que la misma idea resulta absurda. Los intentos por rehabilitar el estalinismo emprendidos por los miembros del Club Izvorsk están basados en una grosera distorsión de los sentimientos religiosos y patrióticos”, comunicó la archidiócesis. No era, con todo, la primera vez que un clérigo trataba de encajar a Stalin en el revival de la iglesia ortodoxa: en 2008 el sacedorte de Strelna perdió su cargo por haber mandado pintar a Stalin frente a Matriona Nikonova, una mujer contemporánea suya canonizada por la iglesia.

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Stalin como pantalla de proyección

La historiadora rusa Irina Scherbakova intentó responder a esta pregunta en una entrevista con el diario alemán Tageszeitung en 2012. “El culto a la personalidad de Stalin ha de considerarse históricamente”, explicó Scherbakova. “Ya en época de Brézhnev apareció la imagen de Stalin como contrapunto vital a un politburó senil. Algo parecido ocurrió en los noventa durante la era Yeltsin, cuando el Estado era débil y la ola de privatizaciones fue para muchos una catástrofe. A mediados de los noventa Stalin se convirtió en una pantalla de proyección para los deseos de la población de un líder fuerte, algo que puede considerarse como un impulso nostálgico”.

A todo ello, continuaba la historiadora rusa, conviene sumar “la insatisfacción con el presente”. “Para muchos rusos ─decía Scherbakova─ los gobernantes actuales hacen como si fueran fuertes y patrióticos, pero en realidad son corruptos, tienen su dinero en el extranjero y envían a sus hijos a las mejores escuelas británicas. Stalin es en esta fantasía la imagen completamente opuesta a esta élite, un dirigente popular modesto, sencillo, auténtico”.

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"A mediados de los 90, Stalin se convirtió en una pantalla de proyección para los deseos de la población de un líder fuerte, algo que puede considerarse como un impulso nostálgico”

Aunque Scherbakova se mostró entonces confiada en que esta imagen se desvanecería gradualmente en las nuevas generaciones, la impresión general es que la mayoría de rusos han terminado por aceptar el juicio de Isaac Deutscher, quien dijo famosamente que “Stalin había encontrado Rusia utilizando arados de madera y la dejó equipada con reactores nucleares”. A grandes trazos puede decirse que, para la mayoría de rusos, Stalin se inscribe en una genealogía histórica de autócratas que modernizaron Rusia ─la paradoja, evidentemente, es que lo hicieron sirviéndose de un poder y métodos nada “modernos”─ para convertirla en una potencia regional y militar. En ese rol Stalin se habría visto precedido por los zares Pedro I e Iván el Terrible.

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