Este artículo se publicó hace 14 años.
Suráfrica vuelve a unirse detrás de la figura de Mandela
El país celebra el 20 aniversario de su liberación
El Parlamento en pie. Diputados jóvenes y veteranos, blancos y negros, todos cantaban ayer al unísono "No hay otro como tú", coreaban, y daban palmas para dar la bienvenida al que, 20 años después de su puesta en libertad, sigue siendo el héroe nacional indiscutible de Suráfrica: Nelson Mandela.
Con paso frágil, Mandela entró en la Cámara, tomó asiento y siguió con una gran sonrisa los cánticos en su honor antes de escuchar la alocución pronunciada por el presidente, Jacob Zuma, el cuarto de la joven democracia surafricana después del propio Mandela, Thabo Mbeki y Kgalema Motlanthe.
A sus 91 años y alejado casi por completo de toda actividad pública, con excepción de alguna intervención a favor de la lucha contra el sida, Mandela no volvió a recorrer ayer el camino que, el 11 de febrero de 1990, hizo rodeado de cientos de militantes y de la mano de su entonces esposa, Winnie Mandela, nada más ser liberado.
Sus seguidores hicieron por él ese recorrido conmemorativo desde la prisión de Drakenstein, cerca de Ciudad del Cabo, donde pasó la última etapa de los 27 años que estuvo encarcelado por el régimen racista del apartheid. Una estatua de bronce que le representa saliendo de la cárcel con el puño en alto sobresalía entre la multitud.
"Significa mucho para el país, desde su liberación, e incluso hoy", dijo a la agencia Reuters la conservacionista Elizabeth Davids, de 42 años. "Nos liberó a todos del apartheid. Antes nunca nos mezclábamos, mestizos, blancos y negros estábamos separados. Ahora todos nos mezclamos y somos una nación", añadió.
Los avances de Mandela hacia la reconciliación durante su presidencia, entre 1994 y 1999, están acreditados con la unificación de una nación racialmente dividida y con el establecimiento de las bases de la democracia en la mayor economía del continente.
Sin embargo, de la euforia de 1990 y las elecciones multipartidistas de cuatro años después, la dificultad de desmantelar cuatro décadas de apartheid oficial y muchas más de extraoficial ha quedado de manifiesto.
Pese a 17 años de crecimiento económico hasta 2009, el desempleo se ha mantenido por encima del 20% y millones de negros siguen viviendo en guetos con poco acceso al agua corriente, la electricidad o la sanidad. La tasa de infección por VIH está entre las más altas del mundo: un 10,6% de la población adulta está infectada por el virus del sida.
En el poder desde 1994, el partido de Mandela, el Congreso Nacional Africano, ha hecho progresos en reducir los elevados niveles de desigualdad, y este año organiza el Mundial de Fútbol como símbolo del aumento de la confianza de la nueva Suráfrica.
Pero con los años, las credenciales de la llamada "lucha por la liberación" se desvanecen, mientras los negros pobres muchos de los cuales ya no recuerdan o no vivieron el apartheid demandan calles y políticos limpios.
"Le diré gracias a Mandela", dijo el estudiante de electricidad de 25 años Richard Ndogeni. "Los políticos de hoy sólo se comen el dinero. No están haciendo su trabajo. Sólo se preocupan de coches y casas, no de las personas".
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