Este artículo se publicó hace 13 años.
El Tea Party impondrá su ley en el nuevo Capitolio republicano
Por primera vez en 221 años de historia del Congreso de EEUU, en esta semana inaugural se leerá en voz alta la Constitución de 1787. Unos 120 de los diputados están afiliados al movimiento ultra
Isabel Piquer
Cuando los republicanos tomen oficialmente posesión de la Cámara de Representantes esta semana, tras su victoria en las urnas el pasado noviembre, harán algo que por lo visto no se ha hecho nunca en los 221 años de historia de la institución: leer la Constitución de 1787 en voz alta.
Es el primero de los muchos cambios que los nuevos congresistas del Tea Party han pedido que se incluyan en los reglamentos de la Cámara. También pedirán que cada ley que se apruebe contenga una referencia directa al documento fundador, que todos las sesiones de las comisiones sean retransmitidas en directo y que las ausencias de los legisladores sean registradas, con la idea de añadir transparencia a los asuntos de Washington.
La llegada de los 'anti-establishment' puede crear caos en el bando conservador
Muchos analistas políticos piensan que los cambios serán puramente cosméticos. Concesiones simbólicas de la vieja guardia republicana a los recién llegados del movimiento ultra, para mantener mejor las riendas del poder real.
Aun así, el debate se anuncia complicado. De los 242 representantes republicanos (frente a 193 demócratas) unos 120 tienen una afilición directa, más o menos fuerte, con uno de los tres grandes grupos Tea Party de la campaña: Freedom Works, el Tea Party Express y, no olvidemos, Sarah Palin. Es un número lo bastante significativo como para crear caos entre los conservadores.
La mayoría republicana no es monolítica. Existen fisuras. De hecho vientos de rebelión ya soplan en las filas de los nuevos congresistas Tea Party. Muchos no están contentos porque la cúpula republicana les ha apartado de las jefaturas de las principales comisiones legislativas. Y temen que su mensaje anti-establishment, se diluya en los pasillos del poder en Washington.
"No creo que el partido se haya dado cuenta de lo que pasó en noviembre", decía a The New York Times, Mark Meckler, cofundador de los Tea Party Patriots, que el mes pasado mandó un mensaje a los congresistas ultras para que volvieran a sus casas. "Los republicanos han sido un desastre", subrayó Meckler. "La única razón por la que han sido firmes en ciertos temas es porque hemos estado detrás con un gran palo".
El último mes de 2010 Obama obtuvo logros legislativos inesperados. Consiguió ratificar el tratado de desarme nuclear con Rusia, el nuevo START, aprobar subvenciones a los equipos de rescate que trabajaron en el World Trade Center, y derogar la actual legislación ("don't ask, don'ttell") que obligaba a los soldados homosexuales a esconder su orientación sexual. Transigió en la ampliación de los recortes fiscales a los más adinerados, instaurados por su predecesor, George Bush, pero incluyó otras deducciones para la clase media.
Las victorias dan una idea de la estrategia que podría usar la Casa Blanca con sus contrincantes republicanos. En el caso del paquete fiscal, Obama hizo concesiones y alcanzó un compromiso con los conservadores lo que permitió a ambos bandos adjudicarse el resultado. Pero para el tema del desarme, movilizó a su partido y usó las disensiones de la oposición (ahora nueva mayoría) para conseguir el apoyo de unos cuantos senadores republicanos. Negociar y dividir podrían ser las dos grandes bazas del equipo presidencial.
Pero hay temas que el presidente se verá forzado a dejar en el tintero. Parece casi imposible pensar en un proyecto de reforma migratoria, ahora que varios estados están preparando leyes tan duras como la de Arizona, que intentó criminalizar la presencia de ilegales.
Sanidad inconstitucionalLa ley que más dificultades plantea es la de la reforma sanitaria, el mayor logro legislativa de la primera mitad del mandato de Obama. Sobre todo desde que un juez de Virginia decretara a mediados del pasado diciembre que una de las provisiones de la reforma, la que obliga a todos los estadounidenses a tener seguro médico, es inconstitucional. Los Tea Party pretenden usar este primer ataque legal para lanzar una ofensiva contra el proyecto y muchos piensan que la reforma no se aplicará en 2014 como estaba previsto.
"Los republicanos no se han dado cuenta de lo que pasó en las elecciones"
A la vista de los inesperados logros de diciembre, a los republicanos no le va a resultar tan fácil deshacerse de Obama. Sobre todo porque la ola de descontento popular que llevó a la victoria del Tea Party reclama ante todo resultados. Más allá de la fractura ideológica, los votantes quieren que Washington funcione y saque al país de la crisis.
Una vez más, los analistas han recordado los dos precedentes con los que más se ha comparado la derrota de Obama: los de Bill Clinton en 1994 y Ronald Reagan en 1982. Obama perdió más congresistas el pasado noviembre que sus predecesores, pero su cuota de popularidad ha mantenido un mejor porcentaje. Una reciente encuesta de Gallup situaba la popularidad presidencial en 49 puntos tras la paliza de noviembre, el mejor resultado desde el pasado verano.
El factor más decisivo para el futuro de Obama no está exclusivamente en Washington. Como todo gobernante, su destino está ligado a las perspectivas de su país y en particular a la tan anticipada y sin embargo tan lenta salida de la crisis. "La cuota de popularidad de Obama aumentará a medida que vaya mejorando la economía", pronostica Larry Schwab, politólogo de la Universidad John Carroll.
La institución presidencial también podría jugar a favor de Obama. "Los estadounidenses tienen un deseo muy grande de que sus presidentes tengan éxito", subraya en el Washington Examiner el analista político Michael Barone.
"Funcionó con Bill Clinton en 1996 y George W. Bush en 2004. Las encuestas muestran una y otra vez que los electores están dispuestos a perdonarles sus flaquezas y apostar por sus logros. Podría ser el caso de Obama en 2012. Además, muchos votantes serán reacios a rechazar a su primer presidente negro".
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