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Thatcher o el individuo por encima de la colectividad

La Dama de Hierro fue la primera mujer en liderar un Gobierno europeo y dividir a un país de manera visceral. Sus 11 años en Downing Street se tradujeron en opulencia privada y pobreza pública

DAVID BOLLERO

Como si de una macabra ironía se tratara, un infarto cerebral apagó ayer la vida de la que sin duda ha pasado ya a la Historia como el primer ministro británico más importante de Reino Unido en tiempos de paz desde el siglo XIX. Margaret Thatcher fue un auténtico animal político, un auténtico coco cuyo potencial dedicó toda su vida a un único fin: la exaltación del individuo y el desprecio por la colectividad.

Su muerte ha resucitado la famosa cita que dejó caer durante una entrevista concedida en 1987 en la que se preguntaba '¿quién es la sociedad?' y ella misma respondía 'no existe tal cosa, tan sólo individuos, hombres y mujeres'. Y con ese dogma desplegó todas sus artes políticas no sólo en los 11 años que estuvo en Downing Street, sino incluso durante el gobierno del conservador Ted Heath (1970-74), cuando ostentó la cartera de Educación. Ya entonces, no le temblaría la mano a la baronesa de Kesteven (título otorgado en 1995 en el Condado de Licolnshire) a la hora de acometer recortes presupuestarios, como la retirada de la leche gratuita en las escuelas para los niños entre siete y once años, lo que le valdría el mote de 'ratera de leche'.

Pero sin duda alguna el apodo que la marcaría de por vida fue el que un periódico ruso le atribuyó al bautizarla como Dama de Hierro. Su odio feroz contra el comunismo no fue más que una mero acto de coherencia con sus tesis neoliberales y ultraconservadoras, las mismas que la llevaron a vivir un idilio político con el estadounidense Ronald Reagan, compartiendo muchos de sus puntos de vista. Aunque algunos diarios como el Financial Times alababan ayer su afán reformista e, incluso, llegaba a asegurar que la baronesa no sacudió los pilares del Estado de Bienestar argumentado que el gasto público durante su mandato nunca bajó del 39% del PIB, la verdad es con ella la desigualdad alcanzó velocidad de crucero, dramáticamente acentuada con un desempleo galopante que superó los tres millones de parados.

Tanto es así que si cuando Thatcher llegó al poder en 1979 había un 9% de población en la pobreza, cuando lo abandonó en 1990 la cifra escalaba hasta el 24%. Los envites de la Dama de Hierro contra el Estado de Bienestar fueron constantes, convencida de que es el individuo quien debe velar por él mismo, desterrando la figura paternalista del Gobierno. Suyos son, de hecho, los pilares de la Sanidad privada de Reino Unido que este mismo año ha dejado tras de sí la tragedia de miles de muertes como consecuencia de primar la rentabilidad por encima del bienestar del paciente o, dicho de otro modo, el libre mercado por encima de la colectividad, de la sociedad.

Once años de mandato durante los cuales lidió con multitud de frentes, desde el propio IRA cuyo atentando en la Convención del Partido Conservador de octubre de 1984 le pasó de cerca, a grandes hitos de la política internacional, como la caída del muro de Berlín -tras la cual se opuso a la reunificación alemana- o el colapso definitivo de la Unión Soviética, que prácticamente coincidió con su salida de Downing Street y, seguramente, a sus ojos, supuso un perfecto broche a su guerra contra el comunismo.

El presidente francés Francois Mitterrand llegó a decir de ella que poseía 'los ojos de Calígula y la boca de Marilyn Monroe' y, tras su muerte a los 87 años de edad, regiones como el sur de Gales o Yorkshire sin duda se quedan con la primera parte de la descripción. Muchos de los que allí viven aún no han levantado cabeza desde que, en 1984 y 1985, Thatcher emprendiera una cruzada casi personal contra los mineros, con el entonces líder del Sindicato Nacional de Mineros (NUM por sus siglas en inglés), Arthur Scargill.

Tanto es así, que tras conocerse el fallecimiento de la líder tory, el actual secretario del NUM, Chris Kitchen, ha llegado a decir: 'No derramaré una sola lágrima por ella'. Y es que, a pesar de los años, aún está fresco el cierre de buena parte de las 170 explotaciones mineras de carbón que daban empleo a más de 190.000 personas; aún parecen resonar los ecos de la que se llamó la Batalla de Orgreave, que enfrentó a policía y mineros. Thatcher se describía así misma, no como 'una política de consenso, sino de convicciones' y en aquel contencioso lo demostró.

Fuera o no herencia de la innegable influencia de su padre, un pastor laico metodista, la Dama de Hierro siempre impuso su doctrina, ya fuera en la Guerra de las Malvinas contra Argentina en 1982 o a la hora de arrasar con todas las empresas públicas, a las que terminaría privatizando, desde la British Gas a BT o, incluso, el agua, estando la mayor parte de ella en la actualidad en manos extranjeras con fuerte capital chino. Su máxima era dejar actual al libre mercado o, lo que es lo mismo, al capital, asegurando que 'nadie recordaría al Buen Samaritano si éste sólo hubiera tenido buenas intenciones. También tenía dinero'.

Un dinero, sin embargo, que tras sus 11 años en Downing Street entre 1979 y 1990 se tradujeron básicamente, en opulencia privada y pobreza pública. A fin de cuentas, Thatcher fue la artífice de lo que hoy se conoce como la City, uno de los principales centros financieros de Europa. Con el llamado Big Bang de 1986, la primera ministra lograría que lo que hasta la fecha se cocía a fuego lento en la City, alcanzara su punto de ebullición gracias a su propia desregulación. Ella misma, consciente de la bonanza económica que procuraría a Reino Unido, en la segunda mitad de los 80 fue una de las impulsoras del mercado común europeo pero, al mismo tiempo, se opuso a la moneda única, manifestando públicamente su rotundo rechazo a seguir órdenes de Bruselas. En ese sentido, el referéndum Unión Europea Sí- Unión Europea No que ha prometido David Cameron y sus recientes recortes sociales, aún mayores que los emprendidos por Thatcher, se presentan para el propio Cameron como un inesperado homenaje a su antecesora.

Se va la mítica Dama de Hierro, la primera mujer en liderar un Gobierno europeo y dividir a un país de manera visceral, incluso, 23 años después de su mandato. La misma que no dudó a finales de los 90 en defender al dictador chileno Augusto Pinochet por su apoyo en la Guerra de las Malvinas; y cuyo legado político-económico bien podría resumirse con una de sus citas, aunque no de las más célebres: 'Marks and Spencer [la cadena de supermercados] han triunfado sobre Marx y Engels'.

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