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Una tortura bastante entretenida

THILO SCHÄFER

Los autores de El mañana nunca muere apenas disimularon que el villano de esta entrega de las películas de James Bond está inspirado en Rupert Murdoch. El poderoso magnate Elliot Carver intenta provocar una guerra mundial para que sus medios den la exclusiva y así aumenten su influencia en el mundo. Después de haber capturado al agente 007 -la escena clásica de todos los episodios de la serie- Carver le anuncia que va a morir de una forma lenta y dolorosa. 'Pensaba que ver sus televisiones ya era suficiente tortura', le espeta Pierce Brosnan.

Las transmisiones de las comparecencias del los implicados y salpicados del escándalo de las escuchas igual no llegaban a ser tortura, pero sí eran dignas de los programas de telerrealidad que hechizan a las grandes masas, como el tortazo que interrum-pió la bien estudiada actuación de los humildes Murdoch el martes -Marina Hyde escribió en The Guardian que la mayor humillación para el magnate era no haberse asegurado los derechos de pago de su propia comparecencia-. A continuación, ayer se transmitía el intercambio de insultos entre David Cameron y Ed Miliband sobre quién de los dos partidos ha flirteado más con ejecutivos de los grandes medios.

Tony Blair fichó a Alastair Campell del Daily Mirror para elevar el marketing político, el famoso spindoctoring, a una forma de arte. Cameron, siempre copiando el modelo Blair, contrató los servicios del exdirector del News of the World, Andy Coulson, cuya implicación en el escándalo de las escuchas es una seria amenaza para el primer ministro.

Está claro que quienes más han disfrutado con la pelea autodestructiva de los políticos ayer en Westminster han sido los Murdoch.

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