Este artículo se publicó hace 3 años.
Pedro Mairal: "Me interesan más los polvos malos que los buenos"
La historia de un escritor argentino en plena crisis de los cuarenta que viaja a Montevideo para cobrar un dinero que no puede recibir en su país, ha cautivado a público y crítica. La uruguaya va ya por la décima edición en España, donde sigue cosechando reconocimientos. El último fue el premio de narrativa en castellano San Clemente, que Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) recogió en Santiago.
Valeria Pereiras | Luzes - Público
Considerado uno de los grandes escritores latinoamericanos actuales, Pedro Mairal ganó la primera edición del premio Clarín, uno de los más prestigiosos de América Latina, en 1998, con 28 años, con Una noche con Sabrina Love. Adaptada posteriormente al cine, en ella un joven de provincias de dieciséis años gana un sorteo para pasar una noche con su porno star favorita en Buenos Aires. Es inevitable aventurar que ese joven se podría haber convertido un día en escritor.
Aterrizó en España de la mano de la editorial Libros del Asteroide, que ha publicado 'Maniobras de evasión', y quiero agradecerle a Leila Guerriero esa compilación, que me resultó muy útil para preparar esta entrevista. ¿La concebísteis de partida como una autobiografía?
Eso fue lo que encontró Leila. Yo le mandé una avalancha de textos y ella encontró la construcción, el dibujo de esas piezas dispersas. Me dijo: «Esto no va, esto no va...», y yo le decía: «Leila, por favor, no va a quedar nada». Y tenía razón. Porque yo el libro lo intuía, pero no lo veía. Entonces, ella dijo que tenía un tono de autobiografía involuntaria. Al final es autobiografía no autorizada, si es que eso es posible.
¿Se quedó contento con el resultado?
Sí, y además ella me hizo escribir partes nuevas. Me dijo: «Para que se arme esto, hace falta que escribas cosas. Por ejemplo, mencionas la enfermedad de tu madre pero no dices nada». También el premio Clarín, el accidente en ómnibus... «Tienes que completar esas zonas», me dijo. Y así fue cómo me puse a escribir de nuevo, por eso en los agradecimientos está Leila, por haber vuelto a escribir. Después termina conformando una especie de relato autobiográfico, que no fue para nada pensado.
Así ya tiene el trabajo hecho.
Sí, sí, termina configurando un poco cómo se forma un escritor, cómo finaliza surgiendo en mí un escritor.
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No sé si lo sabe, pero aquí en Galicia decimos que Buenos Aires es la quinta provincia. Ustedes llamán «gayegos» a todas las personas de España, pero hay muchas propiamente de Galicia, incluso de tercera generación. ¿Usted tiene algún lazo familiar o alguna conexión con Galicia?
No... Bueno sí, en realidad estoy casado con una Castro de apellido, que era de por acá. No sé, serían los abuelos, un abuelo suyo pienso que venía de Galicia, así que claro mi hija tiene algo gallego.
Y de la cultura y de la literatura de Galicia, ¿conoce algo?
Música, sí conozco esa canción [duda] A rianxeira, hay algo en el tono que escuché que me dije «ese es el tono de la gente española que está en Buenos Aires, de las viejitas que saben cocinar»... Es difícil para un argentino captar los tonos de los distintos castellanos, pero ese castellano con tilde gallega que tiene un punto de portugués, es lo que escuché en el avión viniendo aquí, y me di cuenta de que no era el mismo que en Madrid o en Andalucía. Ahí fue donde me enteré de que los españoles que están en la Argentina son mayoritariamente gallegos.
Volviendo a su obra, 'Maniobras es una autobiografía', pero en 'La uruguaya', que es la novela que le dio a conocer en España, es imposible no encontrar paralelismos entre el protagonista y el autor. ¿Dónde está la línea entre la realidad y la ficción?
Nunca lo sabrán [ríe].
¿Tuvo que dar explicaciones?
Sólo a mi mujer [ríe]. Siempre digo en broma que Lucas Pereyra es un 53% yo, de hecho tomo muchas cosas de mi vida, muchísimas, también agrego y armo un Frankenstein con experiencias propias, algunas que me cuentan y un poco lo que yo le llamo la periferia de la experiencia: lo que casi me pasó, lo que habría pasado si yo tomara un camino determinado, lo que me gustaría que me hubiera pasado. Todo eso conforma para mí mi propia experiencia también. Un escritor o escritora trabajan con sus sueños, sus deseos, sus miedos... Y eso es parte de una biografía, del relato autobiográfico, que no es el mismo que el derecho penal, que quiere saber si lo hiciste o no. Yo trabajo mucho con eso. Y creo que si aclaro exactamente si sucedió o no, pierde la magia y arruino el libro.
'La uruguaya' ha recibido un aluvión de críticas excelentes y premios. En Galicia le dieron el San Clemente, del instituto cuyos alumnos la eligieron como la mejor novela del año. ¿Le hace eso especial ilusión? ¿Pensaba que iba a tener ese reconocimiento tan transversal?
La verdad es que me alegra muchísimo este premio porque me lo han dado los estudiantes. Eso es muy auténtico, porque nadie les obliga, es un libro que les gustó a ellos. Eso me parece increíble y me sorprende también porque pensé que era una novela quizás más de la crisis de los cuarenta, y me equivoqué mucho. Pensé que era una novela que les iba a interesar a los hombres cuarentones y es un libro que también les interesa muchísimo a las mujeres. Evidentemente, las mujeres también se sienten identificadas por situaciones matrimoniales que las superan y, por otro lado, que trascienda lo generacional me provoca mucha intriga. Y lo de España, yo no me esperaba para nada que al libro le fuera a ir bien, ni siquiera en la Argentina, pero lo entiendo ahora por una cuestión de idiosincrasia similar a lo quijotesco, ese humor de saber que un tipo sale a la aventura y lo que termina pasando. La distancia entre los molinos de viento y los gigantes. El lector sabe que le va a salir mal y eso provoca mucha identificación. Ahí está un poco ese humor español tragicómico, al que le hace gracia el fracaso.
¿Quizás sea un sentimiento universal, no cree?
Sí, pero pienso que más en España que en otros países. Por otro lado, está Luis Solano, de Libros del Asteroide, un gran impulsor del libro. Es difícil saber cuánto es mi libro y cuánto una buena editorial tirando de él.
En 'La uruguaya', como ya antes en Una noche con 'Sabrina Love' y en toda su obra, también en 'Pornosonetos' por ejemplo, el sexo tiene mucha presencia. Me choca la atracción que tiene por las relaciones que acaban mal. ¿Por qué no un "happy end"?
A mí me interesan más los fracasos amorosos, hay más narrativa ahí. La felicidad es un poco naif y ridícula, simple, los amantes susurrándose cosas al oído... Cuando ves lo otro en la narrativa generas una tensión, piensas: «Esto en algún momento se pudre». Me interesan más los polvos malos que los buenos, esa torpeza, la distancia entre el deseo y la performance, la vulnerabilidad humana, cómo el desnudarse es en realidad ponerse de manifiesto de una manera complicada, sin máscaras, sin roles siquiera. Eso, me parece que genera mucha empatía. Crea más identificación la vulnerabilidad que el gran macho conquistador, que me parece una figura más antipática. Además, todos somos bastante antiheroes a la hora del amor.
Tras el éxito de 'La uruguaya', Libros del Asteroide reeditó 'Una noche con Sabrina Love', que fue el libro que le catapultó a la escritura profesional. Cuenta en 'Maniobras' que cuando recibió el premio Clarín era un desconocido y hubo quien dijo que lo había ganado porque era sobrino de Bioy Casares [qué era uno de los miembros del jurado]. ¿Ese bulo sigue vigente?
[Ríe] Sí, un tío mío fue a una librería a comprar la novela y uno de los libreros le dijo: «Éste fue el que ganó el Clarín porque debía ser sobrino de Bioy». Se lo conté a mis amigos y rieron tanto que al final acabé riendo yo también. Porque no tienes control sobre lo que dicen de ti. Yo tengo que ocuparme de escribir mis libros lo mejor que sé, y después, lo que suceda, cómo eso repercuta, no está bajo mi control. De alguna manera eso fue una gran lección, lo que dicen sobre ti.
Siguen llamándole la nueva promesa de las letras latinoamericanas a estas alturas, ¿qué le parece?
Tampoco tan nuevo, y yo nunca le prometí nada a nadie [ríe]. En ese sentido la literatura parece ser un gran oficio, eso de querer seguir siendo nuevo siempre... En la literatura es buenísimo envejecer porque vas ganando capas de tiempo, ¿no? Si yo escribiera sobre Santiago de Compostela, ya podría contar que vine de mochilero hace muchos años, volví hace unos años, y luego a recoger el premio, son como capas que uno va sumando, y eso para escribir es buenísimo. Es de los pocos oficios en los que envejecer es bueno.
¿Quiénes son para usted ahora las promesas «reales» del panorama literario latinoamericano?
Ya no tan promesas porque se están consolidando, pero Samanta Schweblin, a quien cada vez le está yendo mejor y que lo merece, es una gran escritora. Selva Almada también está con cosas interesantes... Hay una generación en la Argentina que está asomando de una manera que a mí me interesa mucho y tiene que ver con un imaginario, a veces, de provincias, que está cambiando el eje. Antes era todo Buenos Aires, y ellas están creando imaginarios de provincias frente a Buenos Aires, un imaginario violento, no bucólico.
¿Es un buen terreno, Argentina y Buenos Aires, para cultivar hoy la literatura hoy?
Sí, y esos imaginarios de los que hablo son de gente que se traslada a Buenos Aires, la capital sigue siendo el medio legitimador.
En el campo de la escritura ha hecho de todo, además de novelas escribió cuentos, artículos de opinión en revistas y periódicos, incluso guiones de cine, letras de canciones y también poesía. De esta dice que es el género con el que quedaría si tuvieras que elegir. ¿Cuál es la razón?
Yo pienso que la poesía es como la esencia de la literatura. Si dejas secar la literatura al sol queda la poesía. Me parece que puede contener todos los demás géneros. Se pueden contar historias de vida en tres líneas. Por ejemplo, un final de un poema de Dylan Thomas que me gusta mucho que dice: «La pelota que arrojé en él parque / todavía no ha tocado el suelo». Está ahí la infancia aún en el aire, esa sensación de la vida entera por delante. La poesía es capaz de hacer eso, de ahí que diga que es la esencia de la literatura. Si tuviera que escribir una sola cosa sería poesía. A veces lees un poema y tienes la sensación de que es un cuento largo pese a tener una sola página. El peso que tiene la palabra y la conversación simbólica en la poesía es difícil de igualar en otros géneros. Esto no quiere decir que cuándo escribo una novela no pueda haber momentos poéticos, incluso en un guión.
¿Y en qué anda metido ahora?
En un libro de cuentos. Y estoy grabando las canciones del dúo que tengo con un amigo, nos llamamos Pensé que era viernes y lo estamos haciendo muy lentamente. Da mucho trabajo grabar las canciones que escribimos juntos. Saldrán en Spotify y eso irá conformando un disco, poco a poco. No sé si tiene sentido sacar un disco hoy en día. ¿Dónde lo escucho? ¿Dónde lo meto?. Un vinilo, quizás. Y después, de narrativa, tengo una novela en la cabeza, pero todavía es una intuición y no puedo hablar mucho de ella porque si lo cuento se le va el gas, como a la Coca-Cola.
¿Está acostumbrado a leer sus entrevistas en otras lenguas lenguas? Lo digo porque esta se va publica también en gallego.
¡Ah, mirá! He leído algo en francés lido algo en francés, pero hacedme hablar lindo en gallego [ríe]. Es una lengua hermosa, a mí me fascina cómo suena.
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