Este artículo se publicó hace 4 años.
Un 'serial killer' gallego en Lisboa
Si uno quisiese mirarse cara a cara con un 'serial killer' con más de 70 asesinatos a sus espaldas sin temor a ser la próxima víctima, la Facultad de Medicina de Lisboa tiene una oferta que hacer. En el Instituto de Anatomía de la capital lusa encontramos, perfectamente conservada en formol desde hace casi dos siglos, la cabeza del gallego Diogo Alves, asesino en serie y último condenado a muerte en Portugal.
Luzes-Público
A Coruña-
Diogo Alves, nace en 1810 en Santa Gertrude de Samos, en Lugo, un pueblo de actualmente poco más de un millar de habitantes. Se le atribuye popularmente entre 70 y 100 asesinatos durante un período de aproximadamente tres años, entre 1836 y 1839, aunque las autoridades nunca consiguieron probar el número exacto.
Hijo de campesinos, con unos trece años se muda a Portugal en la procura de una vida mejor, un camino que tomaron muchos gallegos durante el siglo XIX. Se establece en Lisboa, donde comienza a trabajar en casas de familias ricas de la ciudad como mozo de caballería y cochero. Pese a que empieza siendo un trabajador ejemplar, pronto se convierte en aficionado al vino y a las tabernas y a tener relación con los criminales de la ciudad, mientras que va perdiendo cualquier vínculo con sus padres y su tierra. Pierde un trabajo tras otro, por causa de sus malos hábitos, y adquiere fama en la ciudad de irresponsable en el que no se puede confiar. Tras un episodio agresivo con su último empleador, Diogo Alves pierde cualquier posibilidad de trabajo con las familias ricas y los comerciantes de la ciudad. Sin otra forma con la que ganarse la vida, se junta a un grupo de criminales y monta una cuadrilla de ladrones y asesinos que terminarían por sementar el pánico en toda Lisboa.
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Dice la historia popular de Lisboa que por esta época Diogo Alves se enamora perdidamente de Gertrudes Maria, la dueña de una de las tabernas y casa de fados de mala reputación que el criminal frecuentaba, en una pequeña calle de nombre Águas Boas. Más conocida como A Parreirinha, cuentan que esta mujer, en su anhelo de hacerse más rica, instigaba al gallego a cometer estos crímenes para poder vivir del robado.
Pese a ser Diogo Alves quien cometiera los robos y asesinatos, en los folletos y periódicos de la época es ella quien aparece retratada como la responsable de las decisiones del gallego. El odio popular, en lugar de dirigirse al asesino, recae en Parreirinha, que es presentada como una amante malvada que utiliza sus 'armas de mujer' para manipularlo. La sociedad portuguesa del momento, profundamente religiosa y machista, no ve con buenos ojos a Gertrudes Maria, separada de su marido y con dos hijos, y las crónicas la retratan como la principal culpable del cambio de vida de Diogo Alves.
Quien podría haber sido un ladrón o un asesino cualquiera, pasa a la historia no solo por el exorbitante número de muertos que deja tras de sí, sino también por sus extraños y originales métodos. Diogo Alves comete en la mayoría de sus crímenes en el acueducto de las Águas Livres, desde donde lanza las víctimas al vacío haciéndolas pasar por suicidas.
Acueducto de las Águas Livres
Sobre el lisboeta Val de Álcantara se irgue el acueducto de las Águas Livres, construido entre los siglos XVIII y XIX. Ideado para distribuir el agua entre las distintas áreas de la ciudad, pasa a ser escenario de uno de los más conocidos episodios criminales del país alrededor de los años 1836 y 1839.
Además de permitir la canalización del agua para las zonas más alejadas del centro antiguo de la ciudad, el acueducto contaba con un paseo peatonal que facilitaba la comunicación entre distintas áreas de Lisboa. Es aquí donde Diogo Alves lleva a cabo la mayor parte de sus asesinatos, según las historias por idea de A Parreirinha. Escondido en alguno de muchos rincones del acueducto, el ladrón esperaba a que pasase una víctima solitaria, normalmente mujeres nuevas de buena familia o comerciantes que volvían de hacer negocios en la ciudad. Tras sorprenderlos, robaba todo lo de valor que llevaban con ellos y los lanzaba desde uno de los arcos principales del acueducto, de unos 65 metros de alto, simulando que la persona saltara voluntariamente.
El profesor doctor António José Gonçalves Ferreira, catedrático de Anatomía en la facultad de Medicina de Lisboa, apunta que "se encuentran cuerpos bajo el acueducto, normalmente de mujeres, que sufrieran un importante traumatismo debido a una fuerte caída. Durante un tiempo se pensó que era una vaga de suicidio, hasta que se descubrió que una cuadrilla de asaltantes estaba a actuar en la zona".
Cuando las autoridades, alarmadas por el número de aparentes suicidios, comienzan a indagar en la posible causa, se dan cuenta de lo que está sucediendo en el acueducto. Deciden cerrar el paso por el camino peatonal y prohibir el paso de transeúntes, poniendo fin a la estrategia del grupo de delincuentes liberado por Diogo Alves, que se ven obligados a buscar otra manera de seguir cometiendo de sus crímenes.
El acueducto deja de funcionar como principal fuente de agua para la ciudad cara los años sesenta. Actualmente está considerado Monumento Nacional de Portugal y el museo ofrece paseos guiados por él.
Frenología, ¿cuánto mide la cabeza de un asesino?
Pocos meses después del cierre del acueducto, varios miembros de la cuadrilla, incluido Diogo Alves, son atrapados por las autoridades tras el asalto a la casa de un conocido médico lisboeta en el que matan a su familia. La justicia los condena a morir en la horca en el patíbulo de la ciudad, en Cais do Tojo. Pese a que las instituciones no consiguen probar todos los asesinatos que se le atribuyen, el criminal cuenta ya con cierta fama entre los lisboetas, que acuden en multitud a ver la ejecución. Una vez muerto, la cabeza de Diogo Alves es separada de su cuerpo y llevada a la facultad de Medicina y Lisboa donde descansa hasta ahora conservada en un tarro de formol.
La historia popular afirma que la cabeza fue llevada allí para estudiar la posible causa de su maldad. "A finales del siglo XIX, principios del XX, hubo una moda, la de Frenología, que coincidió con el tiempo de Diego Alves. Desenvolvió la teoría de que diferentes configuraciones de la cabeza deberían corresponder a diferentes temperamentos y modos de comportamiento", explica António Ferreira.
La Frenología fue desarrollada por Franz Joshep Gall, anatomista y fisiólogo alemán, que articuló la teoría de que cada habilidad tenía un lugar en el cerebro. Gall pensaba que según qué área de nuestro cerebro estuviese más desarrollada, tendríamos una personalidad u otra y que este desarrollo podría estudiarse midiendo el cráneo para determinar cómo era cada persona.
António Ferreira cuenta que "ese arte, porque es más arte que ciencia, medía la cabeza y veía su estructura para decir que este era más inteligente en esto o en aquello. A una altura fue hasta una moda social. Las personas se reunían en salones de sociedad, se medían las cabezas unas a las otras y se veían las configuraciones de las cabezas. Naturalmente después se verificó que esto no tenía que ver con ciencia ninguna".
Cuentan las historias populares que un famoso doctor de la ciudad, José Lourenço da Luz Gomes, requirió a las autoridades que la cabeza fuese enviada a la facultad de Medicina, donde él procedería a aplicar sus conocimientos de Frenología para encontrar la raíz de su maldad.
Pero no hay prueba ninguna de que este estudio se llevase a cabo ni de que el cráneo o el cerebro fuesen médicamente estudiados. Según António Ferreira "la Frenología coincide temporalmente mas no hay relación de causa efecto con el envío de la cabeza de Diego Alves a la facultad de Medicina con intención de ser medida. Era solo para ser recordado como el último caso de pena de muerte en Portugal".
Pese a que los registros oficiales indican que más criminales fueron ajusticiados tras Diogo Alves, él es simbólicamente considerado el último condenado a muerte en Portugal. "En la altura se consideró que sería la última persona en ser condenada a muerte por orden de un tribunal por crimen en Portugal. Más tarde se supo que hubo casos de personas condenadas a muerte poco después en otras zonas del país".
"Los crímenes de Diogo Alves fueron muy conocidos en el país, infelizmente es un caso famoso y es por eso que el Ministerio de Xustiza resuelve simbólicamente atribuir a cabeza de Diogo Alves a la Facultad de Medicina de entonces, en el campo de Santa Ana".
Los ojos verdosos que observan desde casi dos décadas los laboratorios de anatomía y los cabellos rubios que floten en el formol conforman una curiosa imagen, entre fascinante y perturbadora, que en los últimos tiempos se está viralizando en Internet, apareciendo en páginas web y portales de noticias de varios países. "Es todo un fenómeno, tenemos muchos pedidos para verla".
Pero António Ferreira no guarda sólo la cabeza de Diogo Alves, lo acompañan los cráneos de varios de sus colegas. En la habitación contigua al despacho del doctor puede encontrarse una vitrina donde descansan los huesos de algunos criminales especialmente peligrosos que fechan de la misma época que el gallego.
"Varios cráneos que aquí tenemos son de parte de la cuadrilla de Diogo Alves. No es posible saber exactamente cuales, pero esto fue una colección de cráneos que fecha de esa altura y vino para aquí en esa época". Algunos de ellos tienen una serie de números asociados con los que fueron registrados al llegar a la facultad. A día de hoy es imposible saber a ciencia cierta a quien perteneció cada uno ya que muchos documentos desaparecieron al trasladarse a la facultad a un nuevo edificio a mitad de siglo pasado. "Algunas tienen números pero no todas, es una colección muy antigua y por tanto al ser transportadas de un lugar a otro se pierden las referencias. No debería suceder, mas sucede".
Estos cráneos también despiertan el interés del público: "Mucha gente pide verlos, pero yo creo que no correspondan a nada especial. Nosotros tenemos muchos otros cráneos aquí, en el Instituto de Anatomía, pero estos tienen este carácter un poquito diferente".
Pese a que el hogar principal de la cabeza de Diogo Alves es el departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de Lisboa, que normalmente no está abierto al público, el interés que despierta esta cabeza hace que de cuando en vez viaje por el país para distintas muestras. Diogo Alves estuvo expuesto en la Universidad de Coimbra y en la Assambleia da República de Portugal. También lo estuvo en el Ministerio de Xustiza, dentro de una exhibición en Lisboa para conmemorar a los 150 años de la abolición de la pena de muerte en el país luso.
Los crímenes de Diogo Alves, en cortometraje
Diogo Alves también protagonizó el segundo film de ficción producido en Portugal. Grabado en 1911, el cortometraje consta de unos veinte minutos en blanco y negro sin sonido, bajo el título Los crímenes de Diogo Alves. En su estreno se presentó una versión hablada, donde los actores se escondían tras una tela para ponerle voces a la acción y una orquesta añadía música en directo.
El film se basa en las crónicas de crímenes de la época y narra las aventuras del asesino desde la formación de la cuadrilla hasta que es arrestado por las autoridades y condenado a la horca. Entre otras escenas destaca una leyenda urbana sin confirmar: la historia del único momento en el que Diogo Alves muestra remordimientos por uno de sus crímenes. El episodio empieza como todos los atracos del ladrón, sorprendiendo a las víctimas entre los arcos del acueducto de las Águas Livres. Pero de esta vez, una de ellas es una niña pequeña que, antes de ser lanzada al vacío, mira a Diogo Alves a los ojos y sonríe.
Pero el arrepentimiento no le dura mucho y en las siguientes escenas se relatan otros episodios violentos protagonizados por la cuadrilla del gallego, algunos reales y sacados de las crónicas policiales de la época y otros basados en el inventario popular. Esta película y varios libros y publicaciones sobre su persona, contribuyeron a la formación de la fama de Diogo Alves, ya conocido en vida y elevado la figura casi legendaria tras su muerte.
Esta es la historia, poco conocida en nuestro país, de un serial killer nacional que sementó el pánico en Lisboa en el siglo XIX. Es difícil discernir entre la realidad y la ficción en la vida de Diogo Alves. Poco queda de los informes policiales del momento y la mayor parte de la información viene de las crónicas criminales y, sobre todo, de las leyendas populares. Es imposible saber de cuántos crímenes fue verdaderamente responsable o cuál es el número real de víctimas que dejó tras de sí. La leyenda de Diogo Alves sigue a ser alimentada por la fascinación y el miedo mientras él sigue observando, guardando sus secretos, desde su tarro de cristal.
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