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Nahia Alkorta: "Igual que es inaceptable que te pegue tu marido, también debe serlo la violencia obstétrica"

Nahia Alkorta, autora de 'Mi parto robado'
Nahia Alkorta, autora de 'Mi parto robado'. Imagen cedida por Nahia Alkorta.

La donostiarra Nahia Alkorta (1986) no recuerda nada de lo que pasó entre julio y octubre de 2012. Desde el día que la ingresaron en un hospital público del País Vasco para dar a luz a su primer hijo y hasta tres meses después. El estrés postraumático que le provocaron una cesárea indeseada y el trato recibido por el personal médico le hicieron borrar esos recuerdos. Aquello la atormentó durante años.

Más de una década después, y tras haber conseguido junto a otras dos madres las primeras condenas de la ONU a España por violencia obstétrica, Alkorta recoge en su libro Mi parto robado, recientemente publicado por Arpa Editores, su vivencia dentro del paritorio y su incansable lucha por la justicia.

Tanto ella como las otras dos demandantes de esta histórica pugna judicial siguen esperando que el Estado tome las medidas de reparación ordenadas por Naciones Unidas. "Hay una clara falta de interés político, sanitario y judicial en poner fin a la violencia obstétrica que sufren tantas mujeres", dice Alkorta a Público.

Aunque en España los estudios son escasos y no hay consenso, publicaciones de revistas científicas extranjeras señalan que en nuestro país entre un 38 % y un 67% de las mujeres recibe maltrato por violencia obstétrica.

¿En qué momento decide usted que es necesario plasmar su historia en un libro?

El desencadenante fue la resolución de la ONU. Hasta entonces yo he llevado todo el proceso casi en la clandestinidad, un poco escondida, pero había decidido que si la resolución era favorable, necesitábamos llevar toda esta lucha judicial a un plano social. Hacen falta testimonios completos de lo que supone la violencia obstétrica. Tenemos que ponerle nombre a este maltrato.

Después de ese parto tuvo otros dos hijos. ¿Cree que ha cambiado algo la situación en España desde 2012 hasta hoy?

No ha desaparecido la violencia obstétrica, pero ha cambiado. Ahora es más sutil, las coacciones han cambiado. Por ejemplo, a raíz del caso Oviedo [en el que una mujer fue trasladada a la fuerza, por orden judicial, a un hospital cuando estaba pariendo en casa], hay mujeres que relatan que ahora tienen más miedo a que su ginecólogo haga lo mismo y llame a un juzgado. La pandemia también supuso un retroceso de 20 años. Las mujeres que parimos durante ese período sufrimos un maltrato brutal y se está intentando salir de ahí.

En su libro explica que, cuando contó su historia, le llegó un aluvión de mensajes de mujeres que habían vivido situaciones similares

Pasó con la resolución [de la ONU] y ahora, una vez publiqué el libro, me están llegando muchísimos relatos de mujeres que han pasado por lo mismo, y a mí esto me duele mucho. Ojalá fuera una cosa del pasado y no fuera necesario hablarlo, pero estamos muy lejos de esa situación.

¿Por qué se habla ahora más de este tema?

"Ya no pasamos por el aro o no callamos esta violencia como precio a pagar por nuestras maternidades"

Por un lado, gracias a la lucha que desde hace 20 años llevan a cabo asociaciones como El Parto es Nuestro, que lo ponen sobre la mesa una y otra vez. Por otro lado, está el empoderamiento desde la perspectiva feminista de las mujeres, que ya no toleramos ciertas cosas.

Hace 40 años, tu marido te podía pegar y era lo normal, ahora eso es intolerable. Pues también debe serlo la violencia obstétrica. La estamos identificando cada vez más, y ya no pasamos por el aro o no callamos esta violencia como precio a pagar por nuestras maternidades.

En el libro insiste sobre la completa deshumanización de los partos y da una visión muy masculinizada del sistema sanitario

Efectivamente. Toda la maternidad se ve desde un punto de vista masculino, sin entender las implicaciones psicológicas que puede suponer un parto.

Normalmente, se trabaja desde una perspectiva productivista, a pesar de que hay estudios que desmienten los beneficios de algunas prácticas desde hace años. Cuanto menos tiempo tardes en dar a luz, mejor. Y claro, el cuerpo necesita tiempo. Cuando aceleramos estas funciones de manera artificial, estamos creando un dolor que no es necesario [...].

Además, existe una necesidad de cambio en el sistema sanitario a todos los niveles. Hay que humanizar la maternidad, pero también es necesario humanizar otros ámbitos de la salud, como los centros de la tercera edad.

Y, a menudo, se sigue cuestionando a las víctimas.

La violencia obstétrica se sigue negando a día de hoy desde los colegios médicos, incluso se niega el propio término. Y esto se traslada también a los procesos judiciales, en los que eres cuestionada y no se toman en cuenta tus vivencias. Es un sistema tan machista y esta violencia está tan normalizada que tenemos un camino muy, muy largo por recorrer.

Muchas mujeres seguimos autoinculpándonos porque ese reconocimiento externo no llega. Y tampoco hay reconocimiento social. Te cuestionan tus familiares, tus amigos, tus entornos. Entonces, claro, te sientes tan sola que no puedes identificarte como víctima.

Portada del libro 'Mi parto robado', escrito por Nahia Alkorta
Portada del libro 'Mi parto robado', escrito por Nahia Alkorta. Imagen cedida por Arpa Editores.

España todavía no adopta las medidas de reparación ni las indicaciones sobre procedimientos obstétricos que recogen las resoluciones del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) de la ONU. ¿Tiene esperanza de que se vayan a cumplir en algún momento?

"Además de la ONU, otras organizaciones están diciendo que en España hay un problema muy grande de violencia obstétrica"

Me gustaría seguir pensando que sí, pero vista la situación... Estamos hablando de once años de lucha judicial, teniendo incluso el reconocimiento internacional. Ahora tenemos que reclamar otra vez en España para que se cumplan estos tratados.

Esto es una revictimización y un ensañamiento brutal. Además de la ONU, otras organizaciones internacionales están diciendo que en España hay un problema muy grande de violencia obstétrica. Debemos dejar de hacer el ridículo internacional.

¿Falta voluntad política?

Claramente, y lo que ha ocurrido con estos dictámenes de la ONU es un claro ejemplo. El Gobierno no ha hecho nada, no hay interés ni médico, ni político, ni judicial en que esto termine. Y esto ocurre en un momento en el que, en teoría, tenemos un gobierno en el que la mujer está en el centro, pero la realidad es que no. No hay interés político de ninguna parte. Y si no hay interés, estamos dejando en indefensión a todas las mujeres.

¿Hablamos entonces de la violencia obstétrica como un tipo de violencia institucional?

Sí, sin duda, porque no solo abarca el trato en el momento del parto. ¿Qué ocurre cuando con 16 años vamos por primera vez a la consulta del ginecólogo? ¿Cuántas veces salimos de esas visitas llorando? ¿Qué ocurre cuando una mujer quiere abortar y es derivada al sistema privado o lo tiene que hacer por otras vías? ¿Qué ocurre con la menopausia?

Es un sistema, una manera de mirar la salud reproductiva, totalmente jerarquizado. Todas tenemos una experiencia dura de este tipo en algún momento de nuestras vidas, es una violencia normalizada.

¿La solución pasa por educar al personal sanitario?

La clave viene desde la formación, sin duda, al personal sanitario y al personal judicial, pero también de la sociedad en general. Y, luego, una humanización del trato desde una perspectiva feminista, que el centro de la salud no sea siempre el hombre blanco, porque hay muchísimas personas que nos quedamos fuera de este patrón.

¿Animaría a otras mujeres como usted a pasar por todo este proceso judicial?

Hay que entender que las mujeres que no tienen secuelas físicas claras, baremables, es muy probable que sufran una revictimización muy fuerte en el juicio y una negación de los hechos. Es triste tener que decir esto, pero no nos podemos fiar de un sistema judicial que se basa en los mismos patrones que el sistema de salud maltratador.

"Las mujeres que no tienen secuelas físicas claras, es muy probable que sufran una negación de los hechos en el juicio"

Lo mismo pasa si en una discoteca alguien te toca el culo. No vas al juzgado, porque sabes que no va a servir para nada. Necesitamos formación en perspectiva de género en la Justicia y necesitamos que las mujeres hablen de esto, que pongan quejas en los hospitales y que contemos nuestros relatos.

Si el sistema da la espalda a esta problemática, ¿de quiénes se pueden fiar las mujeres?

Aquí es donde nacen los grupos de crianza, los grupos de lactancia, las asociaciones de apoyo como El Parto es Nuestro. Todos estos grupos hacen una labor social brutal, sin reconocimiento y sin medios. Sin eso estamos perdidas, estamos solas. La maternidad en nuestra sociedad es muy difícil.

Esos momentos, en los que puedes decir que tu parto fue muy duro, son muy liberadores, y un claro reflejo de cómo está montado el sistema para que las madres sigamos siendo madres, pero sin molestar demasiado.

Ahora que han pasado varios años, ¿cree en la frase de que el tiempo lo cura todo?

El tiempo a veces cura, da perspectiva, pero otras veces el dolor se enquista y crea un trauma. Entonces hay que ponerle nombre a lo que ocurre, hay que intentar tratarlo de la manera en la que cada una se sienta libre. Puede ser tomándote un café con amigas, pero no hay que dejar que el tiempo haga magia, porque muchas veces eso no ocurre.

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