Opinión
5% de acción climática

Escritora y doctora en estudios culturales
-Actualizado a
Muy probablemente, el americano medio no sabe dónde está España, de la misma forma que el español medio no sabe dónde queda Botsuana. La geopolítica y el racismo estructural comparten una historia de dominación que atraviesa desde la concesión de visados a las miradas de odio por la calle. Cuando yo vivía en Estados Unidos, pocas eran las personas que ubicaban mi lugar de nacimiento, y muchas quienes me definían como alguien "de color" —de ese color que nunca es blanco, porque su perversa universalidad lo dota de transparencia—, inferior por naturaleza, de lo cual se derivaba un tratamiento discriminatorio. La falta de pertenencia no se articulaba sólo en mi biografía, claro está, ya que la misma población oriunda negra llega a sentirse extranjera en su propio país, como argumentó brillantemente James Baldwin en sus ensayos. Menospreciar al otro, a pesar de que albergue bases militares y se le clasifique de aliado, puede tornarse una política de Estado, y eso el "otro" debe saberlo, aunque sólo sea como mecanismo de protección emocional que luego pueda traducirse, tal vez, en una visión programática. El otro, entiéndase, engloba a ciudadanos de derechas y de izquierdas, a naciones enteras.
Que Estados Unidos exija a los miembros de la OTAN, y específicamente a España, incrementar el gasto en defensa hasta llegar al 5% del PIB debe leerse desde las vísceras diacrónicas de la colonialidad; con atención a la dependencia energética desde que Europa renunció oficialmente al gas ruso, connivente con la destrucción del oleoducto Nord Stream 2; mínimamente con una mueca de escepticismo y previsión frente al futuro. Por clarificar, un 5% del PIB representa dos tercios de la inversión actual en sanidad, y prácticamente el doble de lo que aporta a la economía española el sector agrícola. Un 5%, además, supone el establecimiento de una subjetividad y una economía de guerra destinadas a defendernos de un hipotético enemigo, Putin, cuyas alianzas con Trump han sido sobradamente probadas por el historiador Timothy Snyder (El camino hacia la no libertad), estadounidense ahora expatriado en Canadá. El juego de poder nos confronta, por tanto, con la posible caída de nuestro continente a un precipicio del que salir resultaría increíblemente difícil.
Pedro Sánchez ha hecho bien en plantarse ante este despropósito, desplegando unas dotes para la política exterior que intentan compensar los escándalos de corrupción dentro del PSOE, a pesar de haber cedido con el 2.1%. Ahora bien, según reporta la agencia Associated Press, el presidente español intentó otra táctica frente a la OTAN: que el presupuesto de defensa incluyese la inversión para contener el cambio climático. La propuesta fue denegada, aunque sin duda abre la puerta a la oportunidad de transformar el discurso belicista en un alegato por la seguridad real que necesitamos: la alimentaria, la de salvamento de la casa común, la existencial. Y este planteamiento, lejos de ejemplificar ninguna iniciativa "woke", obedece a una trayectoria de inteligencia que se remonta al seno mismo del aparato militar norteamericano. En el año 2019, el ejército de Estados Unidos preparó un informe que alertaba de la posibilidad de que el país sufriese hambrunas, enfermedades, falta de agua potable y electricidad como consecuencia de la emergencia climática en las dos décadas siguientes, es decir, antes de 2040. El mismo documento advertía que el propio Ejército podría colapsar, y avisaba de un caos global incontenible causado por los millones de desplazados climáticos que se esperan desde territorios afectados por la subida del nivel del mar y distintos desastres naturales.
Aquí una puede preguntarse en qué quedará la fortuna destinada a armamento si el aparato militar de tu supuesto mayor protector corre el riesgo de desmoronarse como un castillo de naipes. ¿Habríamos destrozado nuestros Estados del bienestar para comprar misiles inservibles ante la debacle ecológica? Me cuesta pensar en una forma más estúpida y sofisticada de suicidio. Pero hay otra pregunta que flota en el aire: si ese informe, meticulosamente elaborado por profesionales en defensa y liderado —según Vice— por el general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto de 2019 a 2023 (el cargo más alto de las Fuerzas Armadas), estaba en lo cierto, ¿por qué no se ha actuado en consecuencia, reforzando la estrategia climática para prevenir las peores catástrofes? Puede que se deba a los conflictos personales que comenzaron a surgir entre Trump y Milley cuando éste último se negó a secundar la conspiración de las elecciones robadas en 2020 y se mantuvo a favor del traspaso legítimo de poder hacia Biden. Más allá de las enemistades concretas, podría inferirse que quizás la OTAN persigue inútilmente prepararse con bombas y drones ante un cataclismo ecológico casi asegurado. Ciertamente, la debilidad militar es palpable si lo que se busca es detener el desequilibrio mortífero de la biosfera, pero esa debilidad irá en aumento a menos que se sustituyan las tácticas de guerra por soluciones basadas en las leyes de la naturaleza.
Pedro Sánchez ha estado avispado, aunque su voz se halle débil y minoritaria en el tablero mundial. Tal vez en la próxima cumbre de la OTAN lo que se deba demandar sea directamente reemplazar el 5% de la vergüenza por un 5% de acción climática. El grito de una ciudadanía crítica y con voluntad de sobrevivir idealmente acompañaría tal propuesta.
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