Opinión
Cocaína rosa con canónigo

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
La policía ha trincado a un canónigo de la catedral de Toledo con una cantidad considerable de estupefacientes, una balanza de precisión y una gran variedad de juguetes sexuales. Conste que no lo han trincado en Toledo, sino en Torremolinos, en mitad de una fiesta, y además mientras estaba de vacaciones. Primero le encontraron encima una decena de papelinas y luego, al registrar la vivienda que Carlos Loriente tenía alquilada, le encontraron todo lo demás. La nota cromática, la que da vidilla a la crónica, es que, entre las drogas incautadas, había cocaína rosa. El rosa de la cocaína y el negro de la sotana combinan de muerte. Cocaína rosa con canónigo: suena como una ensalada tropical.
Desconozco la normativa eclesiástica al respecto, pero se conoce que los sacerdotes siguen siendo sacerdotes incluso de vacaciones; no pueden desconectar del sacerdocio, igual que los albañiles de la albañilería, las costureras de la costura o los taxistas del taxi. Son más bien como los médicos, que si se encuentran un infarto en la playa no les queda más remedio que levantar la mano, o como los escritores de pura raza, que si tropezamos con una buena historia sea donde sea, nos ponemos a tomar notas como locos. Son vocaciones férreas, trabajos a tiempo completo. En cuanto a lo de Torremolinos, tampoco estoy seguro de si será un eximente o un agravante.
Entre los feligreses de su parroquia hay quienes están estupefactos, quienes lo critican y también quienes lo disculpan. Al fin y al cabo, dicen, todos somos humanos y cometemos errores. Más aún Carlos Loriente, que ya había cometido el error de difundir un mensaje de apoyo a otro sacerdote de la diócesis que en 2023 fue condenado a siete años de prisión por abusos a menores, luego absuelto del mismo crimen y actualmente se encuentra a la espera de la decisión del Tribunal Supremo. Además, se remitió una denuncia contra él por los delitos de calumnias, emisión y distribución de falsedad, pero el Clero de la Santa Sede todavía está estudiando el caso. Las cosas del Vaticano suelen andar despacio, excepto si se trata de Escrivá de Balaguer, así que lo mismo ahora, con un nuevo proceso penal en marcha, se dan prisa. De momento, el arzobispado de Toledo lo ha apartado de su ministerio y de sus cargos académicos.
Una oveja descarriada propaga la mala fama a todo el rebaño, lo mismo que una mancha de tinta ensucia la sábana entera, por blanca que esté. Por eso, un cura pertrechado con drogas y juguetes sexuales resulta una anomalía tan vistosa como un policía que se pasa al otro bando o como esos tripulantes del buque escuela de la Armada, el Juan Sebastián Elcano, que navegaban con 130 kilos de cocaína a bordo y todavía nadie sabe cómo subieron a bordo los 130 kilos. En España, como buen país católico, tampoco ponemos el grito en el cielo con estos deslices toxicómanos, hasta el punto de que somos muy capaces de elegir presidente a un tipo que tenía de amigo íntimo a uno de los mayores narcos de Galicia. Pelillos a la mar.
En efecto, no hay que exagerar, por mucho que la policía diga que las papelinas, las bolsitas preparadas, la cantidad enorme de droga incautada y la balanza de precisión descartan la posibilidad de que se tratara de consumo personal. Yo mismo, como buen hipocondríaco, atesoro en mi botiquín un respetable arsenal de drogas que van del ibuprofeno a la prednisona -pasando por los anticoagulantes, la estatina, el whisky, los cigarros y el aciclovir- y no me dedico a venderlas por la calle. Cualquier día se presenta la poli con una orden de registro y acabo en Alcalá Meco. De hecho, ahora mismo estoy consumiendo casi todas en diferentes dosis por culpa de una neuralgia que no me deja vivir. Es posible que el canónigo toledano alegue una circunstancia similar. A mí no me extrañaría nada.
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