Opinión
Imaginar Europa
Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
Nada de lo que existe, existe solo materialmente. Todo existe también en un terreno imaginado, lleno de pasiones, dónde dato no mata relato. Hubo que imaginar un mundo en el que había ocho horas para trabajar, ocho horas para dormir y ocho horas para hacer lo que nos diera la real gana. Hubo que imaginar ese tiempo liberado porque antes de imaginarlo, simplemente, no existía. La idea de que lo que hacen las mujeres cuidando a sus hijos o limpiando la casa también es trabajo, que existe una economía reproductiva, también es algo que nació primero contra la racionalidad, contra el dato, porque simplemente habla de algo que antes no estaba ahí. Ese conocimiento hubo que crearlo.
Europa, como cualquier otra cosa, es tanto una construcción material, cómo un mito, una idea. Defender Europa, o construirla, pasa fundamentalmente por imaginarla. Y hay que imaginarla ahora, porque ahora hay un hueco en la imaginación del mundo.
Decía Naomi Klein, en una entrevista reciente, que el fascismo es la forma que tiene la derecha de resolver la crisis de su propia era. Me parece una definición excelente que explica muchas cosas. Desde el trumpismo a la crisis de la masculinidad (dos caras de la misma moneda).
Así que lo primero que deberíamos identificar es que existe una crisis europea, igual que existe una crisis norteamericana. Esa crisis europea se caracteriza porque sus mitos fundadores se han socavado y están hundidos y confusos. Europa no sabe aún qué papel quiere tener en el mundo.
Su primer consenso es el antifascista. Ese consenso está evidentemente roto. Orbán, Meloni, el lepenismo y la fuerza de AfD en Alemania son la prueba material de la crisis de una idea de lo que era tolerable y lo que no.
Su segundo consenso es el de la Europa que define el Estado del bienestar. Los años del dominio neoliberal han roto las sociedades europeas hasta dejarlas hechas trizas; quizás el ejemplo más salvaje es lo que la Troika le hizo a Grecia por osar defender su soberanía. Dicha maquinaria sigue activa, pero también profundamente dañada a nivel simbólico.
La austeridad cambió Europa y las resistencias a la austeridad también, pero además de todo ello, la crisis de la covid demostró que había un camino de reconstrucción europea basado en otras normas. Orientado en otra dirección. No tenemos que imaginar mucho para saber que esa senda sigue ahí. El primer Pacto Verde, con todos sus límites, también apuntaba a otra idea de Europa.
Su tercer consenso es el del árbitro y regulador entre diferentes potencias mundiales. Un consenso que ha quedado roto por tres crisis. La de la guerra de Ucrania, la de la reconfiguración de la OTAN bajo el mandato de Trump y la del abandono de los consensos humanitarios y multilaterales con el genocidio palestino.
En esa crisis de los consensos europeos y mundiales es dónde toca enmarcar el proyecto de rearme que presenta Von der Leyen.
Sin embargo, el colosal ejercicio que tenemos que hacer hoy no es tanto celebrar la Europa que tenemos, con sus límites, potencia e imperfecciones, sino imaginar Europa. Imaginar su papel en el mundo, imaginar la forma en la que Europa va a afrontar las enormes transformaciones que se avecinan y cómo puede ser un polo que escape del agujero de los nuevos fascismos.
Para mí hay cinco filones que me parece pueden ser útiles para imaginar esa Europa.
-Una Europa que suponga una referencia clara en los derechos laborales y sociales, que defienda trabajar menos horas, apuntando a las 32 horas semanales, que defiende las políticas de rentas universales y la regulación a favor de los derechos de los trabajadores de la IA generativa y la economía de plataforma.
-Una Europa que recoja de la tradición feminista, LGTBIQ+ y antirracista la garantía de la movilidad segura, el refugio y los cuidados como base para un sistema en el que lo reproductivo tenga tanto valor como lo productivo y que luche tanto contra las violencias machistas como para garantizar el aborto y la salud sexual y reproductiva en todo el territorio. Que defienda el matrimonio entre personas LGTBIQ+ y los derechos de las personas trans.
-Una Europa que defina un modelo de crecimiento económico basado en la lucha contra el cambio climático y la industrialización verde, que rompa con los combustibles fósiles de manera definitiva y que sea un auténtico ejemplo de regeneración de la tierra, el cultivo, los mares, ríos, etc. Una Europa que sea una potencia eléctrica, con una movilidad verde, barata y accesible.
-Una Europa que defienda un modelo tecnológico seguro, abierto e interoperable. Que entienda la tecnología como un asunto de soberanía nacional y riqueza común que debe ser impulsado a la par que protegido.
-Y, por último, una Europa que trabaje por la paz y los derechos humanos en el conjunto del planeta, empezando de forma urgente por el fin del genocidio en Palestina y una paz justa para Ucrania.
Lo primero es imaginarlo.
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