Opinión
Mariló no sufre, Nacho Cano menos

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Puede que esté viejo, puede que sea un nostálgico, pero echo de menos aquellos tiempos en los que encendías la televisión y podías tropezarte a traición con una entrevista a Luis de Pablo, a Camilo José Cela, a María Zambrano, a Gustavo Bueno o a Manuel Vázquez Montalbán. Podías estar o no estar de acuerdo con sus ideas, podías desconocer su obra, podías cabrearte, podías incluso aburrirte, pero era gente que te hacía pensar, que te obligaba a escuchar y, sobre todo, que tenía algo que decir y de la que aprendías algo. Hoy ese tipo de entrevista se encuentra en los museos, no sólo los entrevistados sino el tipo de preguntas. Hoy, de estar Cela vivo, todo serían entrevistas sobre por qué desprecia a los homosexuales o cuánta agua puede absorber de una palangana con un golpe de nalgas, no cómo escribió cuatro o cinco de las mejores novelas del pasado siglo.
Luis de Pablo puede ser el ejemplo perfecto de lo que quiero decir: un compositor al que, incluidas sus bandas sonoras, prácticamente no escucha nadie y que sin embargo es uno de los nombres esenciales de la música española contemporánea. Sospecho que las opiniones de un pionero de la electroacústica y la aleatoria -un compositor considerado a la altura de Falla, de Albéniz y de Rodrigo- deberían ser objetivamente más relevantes que las opiniones de un rapero de éxito que apenas sabe balbucear, no digamos cantar, o de una cantautora que vende millones de discos. Vender es la palabra clave en un tinglado donde el talento, la originalidad, el riesgo y la belleza se sacrifican siempre en aras del becerro de oro.
De manera que, en lugar de un compositor verdaderamente relevante, Pablo Motos nos ofrecía esta semana en El hormiguero su enésima entrevista a Nacho Cano, una entrevista donde denunciaba una persecución inmisericorde del gobierno contra su persona y alentaba un llamamiento en directo a la Guardia Civil para que nos saque de este marasmo político en el que estamos inmersos. “Temo que me peguen un tiro” dijo, sin cortarse un pelo. Por un momento, parecía que Motos iba a llevar la entrevista a ese territorio salvaje donde los músicos borrachos, drogados o desequilibrados hacen sus mejores declaraciones, las que luego se estampan en una camiseta, pero no era el caso. Se trataba de hacer oposición a la dictadura sanchista desde un plató de televisión, no de hablar de música, ni siquiera de Mecano o de Nacho Cano.
Por su parte, Broncano contraatacó con una entrevista a Mariló Montero, suponemos que porque no había nadie más interesante a quien darle publicidad. Sin embargo, incluso en los momentos en los que lleva al programa a invitados notables, Broncano y su equipo de colaboradores se las apañan para sortear cualquier pregunta inteligente ante el temor de que la audiencia cambie de canal en el momento en que dejen de hablar de chorradas, encuentros sexuales o dinero en la cuenta corriente. Recuerdo que, cuando dirigía La Resistencia, al entrevistar nada menos que a Ian Anderson, el incombustible líder de Jethro Tull, le ofreció una cata de pan con aceite. Luego, antes de declararse fan incondicional de la banda, fue incapaz de identificar la melodía de uno de sus himnos legendarios, Locomotive Breath. Habría sido muy hermoso que se atreviera a preguntarle por qué destrozó la mejor formación de Jethro Tull a finales de los setenta o cómo es que sigue empeñado en cantar si se ha quedado sin voz.
Por su parte, Mariló Montero ni siquiera concedió uno de esos momentos estelares de la televisión como cuando, quince años atrás, decía que no se debe aceptar el trasplante de órganos de un asesino, porque no está comprobado que el alma no venga incorporada en un trasplante de órganos. Se limitó a defender el toreo señalando que el toreo es un arte y que quien se juega la vida es Morante. Qué diferencia con aquella remota entrevista de 1985 a María Zambrano en el programa Tatuaje, donde, desde un absoluto respeto a los toreros, decía: “La música es interestelar y el toro un astro, y como astro hay que tratarlo, no haciendo la corrida en la plaza. Entre el torero y el toro, yo estoy con el toro: es un astro”. Suponer que la audiencia habría cambiado en masa de canal al oír estas palabras sí que es llamar idiota a la audiencia. Pero probablemente me equivoco, ya les dije que estoy viejo y soy un nostálgico.
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