Su país está en guerra, su ciudad hundida en bombas, su marido no se mueve ni habla desde que recibiera una bala en una pelea por parte de los de su mismo bando. Sus dos hijas pequeñas, juegan en medio de la destrucción.

"La piedra de la paciencia" nos muestra a una mujer sin nombre en la absoluta precariedad y sin posibilidad de huir como el resto de su entorno porque es incapaz de cargar con su marido, acaba apoyándose en una tía a la que no conocía demasiado. Su tía, una mujer prostituida desde que su marido se enterara de que era estéril, será su principal pilar, y también quien le cuenta partes de su pasado para entender su presente.

Así, ella comienza a hablar con su marido, sabe que no puede escucharla, y precisamente por eso se explaya como nunca antes lo había hecho: "Ahora me escuchas tú, para variar". Tras diez años de matrimonio y dos hijas, ella puede hablar. Y al hablar, se va sintiendo cada vez más liviana y más fuerte.

En este desahogo está la historia que protagoniza La piedra de la paciencia, una denuncia a la situación de las mujeres en muchos lugares de Oriente Medio y un retrato demoledor de la masculinidad en regímenes patriarcales duros.

La violencia machista inherente a la religión, al matrimonio y a la sociedad en general está representada en diferentes formas pero, sobre todo esto, lo que predomina en esta historia es lo terapéutico y liberador que resulta para la protagonista poder hablar, simplemente hablar.

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