Opinión
A quién sirven los escuadristas

Por Miquel Ramos
Periodista
-Actualizado a
Los neonazis y los fascistas nunca se habían sentido tan arropados como ahora. Están exultantes, pletóricos e hiperactivos, creyendo que, por fin, su momento ha llegado. Parte de razón no les falta para creérselo, pues lo que venían diciendo desde hacía décadas en sus círculos marginales se dice hoy casi todos los días en sede parlamentaria, en los medios de comunicación y en las redes sociales, su charca favorita y su principal escaparate. Sin embargo, por mucho que hoy se sientan respaldados por esta ola reaccionaria global y la normalización de sus ideas, no dejan de ser los tontos útiles de quienes de verdad van a sacar provecho de todo esto. Y que no dudarán en darles una patada en el culo cuando sea necesario.
Hay un auge innegable en todo el mundo de la extrema derecha que nutre también las filas de los grupos más radicales y violentos, que siempre han estado ahí, pero que sobrevivían a duras penas en la absoluta marginalidad. Hoy no han dejado de ser marginales, pero son más útiles que nunca para los intereses de quienes realmente manejan el cotarro y los usan como fuerza de choque, como espantajo o como cantera.
La insistente campaña de Vox y del PP contra las personas migrantes es una muestra de ello. Ellos ponen el marco y el foco mediático, buscando el lugar y el contexto adecuado para que prenda la mecha de la falsa relación migración-delincuencia que han cogido como bandera. Luego van los nazis a hacer ruido, a llamar al pogromo y a dar palizas, como ya ha sucedido en Torre Pacheco. Y como siempre, quien acaba pagando el exceso no es quien inicia la campaña, sino el tonto de turno que se viene arriba y se lanza a la cruzada.
Es lo que ha sucedido con el administrador del canal de Telegram Deport Them Now, hoy en prisión por sus mensajes llamando a la cacería. Los jueces y fiscales no se atreven con los grandes, con los principales instigadores, y buscan siempre al más idiota para ejemplarizar. Sin embargo, se absuelve a Abascal de sus reiterados mensajes racistas, que tienen mucha más incidencia que lo que dice un neonazi en una red social. Tontos útiles, insisto. ¿Ven? El nazi es el otro.
La correlación y la cooperación es obvia, y a menudo, todos ellos salen ganando. Lo mismo sucede con las empresas de desokupas, los escuadristas a sueldo de los fondos buitre, los bancos y los rentistas, nutridas de neonazis y delincuentes habituales del entorno ultra que han encontrado una salida profesional a su pulsión violenta. Su matonismo remunerado está hoy amparado por el marco impuesto por algunos políticos y medios de comunicación de que el problema de la vivienda son los okupas. Y por un marco legal y una inacción institucional que permite que estas mafias existan. Para eso sirven los escuadristas, para que no se nos olvide quién manda aquí. Para cuidar del cortijo. Y para desviar el foco de los problemas estructurales, buscando siempre culpables por abajo, bien lejos de la avaricia y las miserias del gran capital, que es el que paga. Aunque no son pocos los empresarios de este sector matonil que han visto la oportunidad de negocio comprando casas que luego desahucian y revenden. Aquí hay negocio para todos.
Recuerdo que, en los años 90, los nazis también tenían como objetivo habitual de sus palizas a las personas sin hogar. Mataron a más de una, quemándola viva o a patadas, sabiendo que esas vidas no importaban y que podían descargar toda su crueldad sobre ellas. No había mejor muestra de la alianza natural entre fascismo y capitalismo. El pobre merecía su castigo por no haberse esforzado. Años después se dieron cuenta de que era mejor márquetin darles un bocadillo y hacerse la foto como si fuesen una ONG, como hizo en su día el extinto Hogar Social Madrid, que acaparó un gran foco mediático. El pasado fin de semana, los nazis volvieron al origen, al desprecio a las personas en situación vulnerable, manifestándose contra un centro previsto en el barrio madrileño de Vicálvaro. Para qué disimular ya. Mete ahí el tema de la migración y la inseguridad para darle un poco de salsa al asunto, azuza el miedo y ya lo tienes. Lo de siempre. Nazis siendo nazis.
La aparición de un puñado de falangistas en Vitoria protegidos por decenas de agentes de la Ertzaintza hace unas semanas fue otro de los circos recientes de los ultras. Con permiso de Delegación del Gobierno y sin oposición del Gobierno Vasco, allí se plantaron los fascistas, agredieron a varios vecinos que les increparon y actuaron mano a mano junto a los antidisturbios contra los antifascistas. Los vídeos que muestran los hechos deberían ser vergonzantes para los fascistas, que siempre que viajan al norte a buscar la foto, lo hacen protegidos por la policía. Y aun así tienen la poca vergüenza de venderlo como una hazaña honorable, como una victoria. Como si la gente fuese gilipollas, los suyos que se lo creen, los primeros, y no viese el teatro que hay en todo esto. Eso sí, el Gobierno Vasco usó el acontecimiento para criminalizar a los antifascistas (incluso los llamó ‘fascistas’), y de paso, tener a una veintena de ellos imputados por la algarada. De nuevo, los fascistas siendo útiles para el poder.
La clave de todo esto es al final la performance. Los nazis y fascistas que hoy sacan pecho y tratan de hacernos creer que van a comerse el mundo no son más que una moda para un puñado de adolescentes que les han hecho creer que son guerreros. Los más listos de la piara, los veteranos que viven de ello van a exprimir todo lo que puedan este momento y a estos chavales que hoy se creen parte de algo grande. Y de momento, el negocio no va mal mientras tengan los buenos padrinos que tienen, normalizando sus discursos y pagando sedes y campañas que valen miles de euros.
No hay que menospreciar la amenaza de estos fascistas como fuerza de choque, como las bandas violentas que son, ni obviar que estos últimos años han crecido en número y atención, pero tampoco hay que darles una grandeza que no tienen. El foco mediático que tienen hoy no lo han tenido nunca las multitudinarias asambleas o convocatorias de los movimientos sociales de izquierdas, que paran desahucios, crean estructuras populares y centros sociales y señalan el verdadero origen del problema de tanta desigualdad y tanta miseria. A los medios les resulta más rentable sacar a cien nazis encapuchados levantando el brazo que a doscientos chavales parando un desahucio.
Por eso, esta hiperestimulación que vive hoy el fascismo callejero gracias a los medios no puede servir para instalar el relato de que son más y que se han ganado a la juventud. La reflexión sobre este auge ultra la deben hacer también quienes se empeñan en magnificar a unos e invisibilizar a otros o quienes se sienten a salvo situándose al margen. El problema de esta normalidad es que hay que tomar medidas que las instituciones nunca han tomado ni van a tomar. El antifascismo, hoy más transversal y consciente que nunca, debe encontrar la manera de parar esta escalada. No es tarea exclusivamente de quienes siempre estuvieron ahí poniendo el cuerpo. Esto apela a mucha más gente que hoy no puede esconder la cabeza bajo tierra negando que exista el problema.

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