Opinión
De grieta en grieta

Por Marta Nebot
Periodista
-Actualizado a
Esta semana vivo las últimas desde los Buenos Aires argentinos y, vistas desde el otro lado del charco, todo parece distinto y parecido.
La diferencia fundamental es que España funciona, dicen acá. Lo cierto es que en nuestro país hay más trabajo que nunca, los precios -menos los de la vivienda- están controlados, las pensiones actualizadas, los subsidios y ayudas se pagan, la sanidad es de calidad y universal y la educación, como se dice en porteño, de momento se la banca.
Lo cada vez más parecido es lo cruento de la batalla política y cultural.
El kirchnerismo dividió al país en dos, rompió familias, amistades e izquierdas más o menos presuntas. Ahora empiezan a reconciliarse contra un enemigo nuevo y más bárbaro. Milei parece estar uniendo y reconciliando lo que se había roto. Por estos lares, en los últimos tiempos, lo que bautizaron como la grieta se está curando a base de haberse hecho otra más gorda.
El hit de la semana es un vídeo de IA movido en redes sociales por simpatizantes de Milei, en el que se ve a su presidente entusiasta, a los mandos de un tanque, atacando al parlamento, haciendo explotar "a los rojos", "zurdos de mierda", "muerte al socialismo", como ha dicho tantas veces.
Nuestra grieta y nuestro momento son distintos, por ahora.
Las presuntas dos Españas han vuelto. Bueno, nunca se fueron a ningún sitio. Nunca se aclararon las cosas. Por un momento pareció que acordábamos que el alzamiento y la guerra civil fueron una atrocidad. Solo fue un momento y probablemente puro espejismo, entusiasmo transicional. No; muchos no aceptaron ni un segundo que los que sometieron al resto lo hicieron sin justificación democrática y no creyeron necesaria ni la contrición ni la admisión de su culpa; ellos, tan dados a esas cosas. Pasamos la página en falso aferrados a que es mejor el olvido que la continuidad, como si olvidar no fuera el caldo de cultivo para volver a lo anterior.
En España el péndulo no habla de curación sino más bien de reabrir una herida larga, ancha y profunda, superficialmente cicatrizada. Una que no cuesta hacer sangrar porque nunca se cerró del todo, porque se suturó sin la limpieza necesaria, porque las últimas generaciones viven en la fantasía de la novedad, de la piel nueva, en la inconsciencia de la cicatriz mal curada.
La pregunta en el aire es qué pasaría en España si llegara al Gobierno el PPVox que a día de hoy es la única alternativa real. Porque, por más que Feijoo vuelva a sus "puedo y no quiero", la realidad demoscópica es tozuda. Aunque el líder popular más caricatura del gallego de la historia un día diga que no va a poner "ningún cordón sanitario a Vox, porque sus votantes merecen un respeto" y al siguiente mande a sus secuaces a afirmar que "su compromiso es gobernar solo", lo único cierto es que, aunque quiera gobernar en soledad, no puede y que ya no se puede creer que su plan sea otro, desee lo que desee.
Y cuando necesiten a Santiago Abascal, que ordenó a los suyos salir de los gobiernos autonómicos porque no tenían mucha influencia y les daba más votos estar fuera que dentro, no se conformará con poco. Simplemente recopilando lo que ha hecho Vox desde que entraron en nuestros parlamentos, haciendo periodismo del que importa, se puede adelantar que con Vox en el Gobierno la poca memoria histórica que hemos hecho será destruida, las políticas contra la violencia de género y en favor de cumplir con la ley del aborto pasarán a mejor vida, la diversidad sexual estará menos protegida, la educación sexual pasará a la historia, los inmigrantes y sus descendientes serán perseguidos. Adiós a la transición energética y a la lucha contra el cambio climático. Good bye a ser una potencia mundial en energías alternativas. Los precios de la vivienda estarán aún más descontrolados. Es difícil imaginar que pasará en la apaciguada Catalunya, que ocurrirá con la convivencia en todo el país si, como amenazan, ilegalizan los partidos nacionalistas e independentistas. De propina, se potenciarán la tauromaquia, la caza y la protección de los llamados hombres maltratados. España, irremediablemente, sangrará mucho más por su herida y se parecerá más a la del franquismo que dábamos por pasada.
Y para llegar a esa nueva vieja España si hay que echar sal en la enorme grieta ibérica se echa y santas pascuas. El viernes Feijóo saló de lo lindo marcando clasismo rancio llamando al presidente del Gobierno proxeneta a título lucrativo, fabulando hasta acusarle de "participar del abominable negocio de la prostitución" porque su suegro tuviera una sauna gay, rascando otra vez en un tema del que cree que puede sacar rédito en el voto femenino, convirtiéndolo en una nueva cuestión de bandos, donde a un lado estarían los que tienen saunas y al otro los suyos que no las tienen -será que solo las disfrutan-, como si los suyos no tuvieran ingresos feos -solo gastos que no tienen por qué confesar-, inventando nuevas grietas fantasiosas entre puteros y proxenetas.
Todas le vienen bien a una derecha desesperada por gobernar que llega a creer que, cuando llegue la hora, las mujeres abandonarán a la izquierda -que siempre les fue más propicia- para votarles a ellos, porque ahora estamos razonablemente enfadadas, como demuestran los últimos sondeos. Olvidan que la intención de voto en mitad del cabreo no mide la intención de voto a la hora de votar y desdecir o no todas las tendencias sociales nacionales e internacionales. Que el PP crea que puede aprovechar la grieta anterior en el movimiento feminista español porque haya puteros socialistas como si no los hubiera entre sus filas, es apostar a que las mujeres somos idiotas.
En un terreno polarizado al extremo todas las grietas sirven para quien juega a todo, menos a plantear cómo gobernaría si ganara. El puedo y no quiero de Feijoo podría quedar en quiso y no pudo, en dividió pero no venció. El tiempo dirá a cuantos arrastra al neo-guerracivilismo.
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