Opinión
Ilusión fiscal
Por Público -
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NÚRIA BOSCH
El pasado 4 de mayo empezó la campaña para el pago del IRPF correspondiente a 2008. El pago del impuesto y su cuantía suele ser uno de los temas de las tertulias de café de esta época. Si la cuantía a pagar es mínima o el resultado es a devolver, muchos ciudadanos ya se consideran satisfechos. Es como si quedaran exentos de pagar el impuesto.
Parece que no tuvieran en cuenta los pagos ya realizados durante el año mediante retenciones a cuenta (por ejemplo, sobre salarios o intereses) y pagos fraccionados, ya que el ciudadano percibe la renta obtenida en términos netos, es decir, después de impuestos, lo que disminuye la conciencia de que la renta es de mayor cuantía. La teoría de la Hacienda Pública llama a este fenómeno ilusión fiscal. Esta tiene lugar cuando los ciudadanos no perciben con claridad los pagos impositivos. Las retenciones del impuesto realizadas en origen sobre rentas generadas pueden producir cierta ilusión fiscal.
No obstante, el IRPF puede calificarse de tributo con una alta perceptibilidad, debido a que los ciudadanos-contribuyentes tienen una relación directa con la Administración tributaria por la realización y presentación de la declaración del impuesto. Otros impuestos perceptibles son los que gravan la riqueza (por ejemplo, el de sucesiones y donaciones o el impuesto sobre bienes inmuebles). No ocurre lo mismo con los impuestos sobre la producción, como el IVA o los impuestos sobre consumos específicos (hidrocarburos, bebidas alcohólicas, tabaco,
etc.). Aquí, la percepción de pagar impuestos por parte de los ciudadanos disminuye mucho más debido a que los pagos impositivos se camuflan en los precios de los bienes y servicios. Por ello, las modificaciones al alza o a la baja del IRPF tienen mucho impacto social, mientras que las de la imposición sobre el consumo pasan más desapercibidas.
En España, en el año 2006, la imposición sobre la producción tenía un mayor peso sobre el PIB que la imposición sobre la renta y la riqueza. La presión fiscal por la primera categoría de impuestos era del 12,36% del PIB y por la segunda del 11,69%. Pero para los contribuyentes, la segunda es mucho más perceptible, pareciendo que haya una mayor carga tributaria por esta última. Si a ello añadimos la presión fiscal por las cotizaciones sociales, un 12,94%, la presión fiscal total en España en el 2006 era del 36,99% del PIB.
Ahora bien, actualmente estas cifras se han modificado sustancialmente. Los últimos datos provisionales para el 2008 avanzados por la IGAE, cifran la presión fiscal por la imposición sobre la producción en el 9,82% del PIB, la de los impuestos sobre la renta y la riqueza en el 10,74%, y la de las cotizaciones sociales en el 13,02%. Por tanto, la presión fiscal fue del 33,58% del PIB en 2008, unos 3,5 puntos inferior a 2006.
La causa principal de ello no han sido las rebajas de impuestos –aunque hay que destacar la reforma del IRPF que se aprobó en 2007– sino la crisis económica, que reduce la renta y el consumo. Es de esperar que la ciudadanía perciba correctamente estos cambios y no ocasione mayor ilusión fiscal.
Núria Bosch es catedrática de Hacienda Pública