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'Público' como síntoma

Por ANA PARDO DE VERA

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Mariano Rajoy ha vuelto a ser investido, como esperábamos, con el de Ciudadanos y la abstención de 68 diputados del PSOE. Los socialistas, lejos de poner fin aquí a su tormento, inician una larga travesía del desierto sin un líder, con los militantes decepcionados rodeando el Congreso, una gestora sin peso –más allá de la autoridad que podría desempeñar el presidente asturiano si diese un puñetazo encima de la mesa para que Susana Díaz decida o no definitivamente su desembarco en la capital–, un congreso socialista inevitable ya tras la salida de Pedro Sánchez del Parlamento y un grupo parlamentario roto con un portavoz que carece de credibilidad para coserlo (¿Hasta cuándo va a mantener Hernando su posición del "no es abstención" tras diez meses de "no es no"?)

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Las pequeñas vasijas chinas del PSOE o la militancia socialista rodeando el Congreso este sábado contra la investidura de Rajoy gracias a su partido son la imagen más contundente de la resistencia de un tiempo que se niega a morir frente a otro que empuja por nacer desde el útero de una sociedad harta de ser manipulada y que se ha dado cuenta de que no seguirá aborregada con un mínimo e insuficiente Estado público del bienestar, una democracia en pañales, las instituciones podridas de corrupción y unas ínfimas concesiones para aparentar la igualdad de oportunidades.

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