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Víctor Mora, el escritor comunista que creó al 'Capitán Trueno'

El hijo de un exiliado

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Víctor Mora, el escritor comunista que creó al 'Capitán Trueno'

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CÁDIZ.- El azar le ha llevado a morir el mismo día que Federico García Lorca, con quien tanto quiso. Víctor Mora nació cinco años antes de la ejecución del poeta de Fuente Vaqueros pero dedicó media vida a combatir a sus verdugos, desde una insólita trinchera, la de los tebeos. Ningún censor se percató en su día de que El Capitán Trueno, el más célebre héroe del cómic hispano de su tiempo, dedicaba todo su empeño a derrocar tiranos y a colocar en su lugar consejos de ancianos, “que era lo más parecido que se me antojaba a una república”, diría su creador años más tarde.

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“Nací el 6 de Junio de 1931. (Hubo otro “6 de junio”, célebre: el del Desembarco de Normandia, durante la Segunda Guerra Mundial...). He vivido, por otra parte, entre luchas y guerras muy sangrientas... ¡Sólo diré que no me gusta ninguna guerra! Y que creo que hay que resolver todos los problemas, con una mínima violencia, pensando que ésta SIEMPRE es posible. Saber a que generación literaria pertenezco, es un trabajo que dejo a los siempre necesarios estudiosos...”

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El hijo de un exiliado

Víctor Mora era hijo de un relojero que se exilió para no ir a la guerra de Marruecos. Posteriormente, su padre ingresó en la policía de la primera Generalitat de Catalunya y fue uno de los últimos republicanos en dejar Puigcerdá ante el avance de las tropas fascistas en 1936. Veinte años más tarde, su hijo –al que inició en la lectura y el estudio –“amaba los libros y me los hizo amar a mí”—creaba El Capitán Trueno, un héroe que protagonizaría una larga serie de historietas de aventuras, de la mano del dibujante Miguel Ambrosio Zaragoza, más conocido como Ambros.

Trueno ingresa en el PSUC

Dibujo realizado por Carlos Giménez en el que el Capitán Trueno apoya al PSUC

A su compañera Armonía Rodríguez le debe su militancia comunista. Con ella entró en el PSUC el mismo año que creó El Capitán Trueno. Y con ella vivió la clandestinidad, hasta ser ambos detenidos por la Brigada Político Social que dirigía en Barcelona el comisario Creix: “Fui detenido y estuve en la Modelo de Barcelona... Me lo tomé con bastante tranquilidad... Era joven y fuerte, y me sentía invulnerable. Mi preocupación era por Armonía, que también habían detenido. ¡Supe que un... alienado..., de la Brigada Social le había dado una bofetada... que le dejó una marca que duró varios días!”
 
“No hay duda de que alguien se movió por nosotros, aparte de las personas corrientes... –relataba Mora--. Armonía solo recibió una bofetada... Yo, nada de nada... No hemos sabido nunca todos los detalles de lo que ocurrió. El resultado, fueron unos meses en la cárcel... Tiempo después, de vez en cuando, la policía venia a casa de madrugada, a registrar... ¡Era una historia de constante sobresalto, de nunca acabar...! Ya estaba más que cansado. En 1963 me exilié a Francia. Era imposible para mí tener una actividad política en aquella situación de persecución y vigilancia constante. Pensé (cualquiera se lo puede imaginar) que necesitaba cambiar de aires y tener la actividad de un escritor antifascista en libertad. Estando en Francia, continué mis relaciones con la maravillosa lengua de Molière, sin nunca dejar de pensar en Catalunya y en España”.

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Una triada repetida

Contra la superchería y los abusos de poder, se alzó siempre El Capitán Trueno, que era el reverso ideológico de El Guerrero del Antifaz y sobre todo de Roberto Alcázar y Pedrín. Además, como reseña Rafael Marín, “Trueno fue siempre una lección de geografía exótica: América antes de Colón, tanto en el norte como en el sur, con sus revoluciones de puercospines o sus estampidas de caribúes; China y su gran muralla, Cipango y los samuráis que se enfrentaban a Yokize, La India misteriosa, la Australia de la última aventura, los desiertos de Arabia y sus barcos encallados en la nada, Tierra Santa y el remedo del grial, África y el torneo calcado de Mongo, el polo norte y el escultor de estatuas de hielo, la Europa de margraves y damiselas y trasuntos del flautista de Hamelín, y hasta una España terrorífica donde espectros kukluxklanescos daban caza a los siervos y provocaban la justa ira del paladín que siempre fue el Capitán”.

Una viñeta de 'El Capitán Trueno' en el que puede verse de izquierda a derecha a Crispín, el Capitán Trueno y Goliat. EFE/Fernando Alvarado

“Porque el carisma de Goliath y Crispín es más auténtico que el de los otros comparsas de otros héroes, porque Sigrid sigue siendo la primera sueca que se enamoró de un español, porque los pocos secundarios recurrentes en la saga (Gundar y Zadia, Morgano y Grune; sólo un villano repitió, reencarnado en El Pulpo) tienen ese aire auténtico que hace que en sus reencuentros uno reconozca a un amigo, y porque lo que en Trueno era natural (el humor algo simplón, las mascotas graciosas tipo Nepomuceno o Garritas o el simio Ju-Ju) en otras secuelas-imitaciones resultó algo cargante.

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