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Vida nueva, miedo viejo

La posible victoria de Syriza en las próximas elecciones griegas ha desatado una vez más el sermón del miedo. Políticos oficiales, tertulianos de oficio y periodistas que cumplen con la voz de su amo se han precipitado a contagiar el miedo. Los mercados se inquietan ante un posible cambio y ponen de inmediato en formación (preparados, apunten, fuego) a todos los que confunden la realidad y el sentido común con los intereses de esa nebulosa de especuladores sin vergüenza que llamamos mercados. La puesta en duda del bipartidismo que vive España facilita el contagio de los nervios. Desde el presidente de Gobierno hasta los bufones de Palacio, pasando por los viejos periódicos, repiten el sermón y vocean el peligro de que se acabe el Régimen de los dos grandes partidos. El cambio les da miedo. Mantienen su fe en la religión de los bancos. Al escuchar el canto de los vociferantes me he acordado del español más vociferante de todos los vociferantes: don Miguel de Unamuno. Se creyó con fuerza

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La posible victoria de Syriza en las próximas elecciones griegas ha desatado una vez más el sermón del miedo. Políticos oficiales, tertulianos de oficio y periodistas que cumplen con la voz de su amo se han precipitado a contagiar el miedo. Los mercados se inquietan ante un posible cambio y ponen de inmediato en formación (preparados, apunten, fuego) a todos los que confunden la realidad y el sentido común con los intereses de esa nebulosa de especuladores sin vergüenza que llamamos mercados.

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Empiezo el año 2015, que celebra el cuatrocientos aniversario de la publicación de la segunda parte de El Ingenioso Hidalgo, con una fe en el cambio muy decidida y propia de Unamuno, pero a través de la firmeza política y democrática de Azaña

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Hay páginas de Unamuno conmovedoras. Uno recuerda su lanza en ristre cuando observa la geografía de los profetas del miedo en la actualidad española. ¡Cuidado, que no cambie nada!, gritan los ladrones descubiertos con las manos en la masa, los periodistas adiestrados en la mentira por los bancos y las multinacionales, los políticos que han degradado con sus leyes la existencia de la ciudadanía y los súbditos dispuestos a dejar que se hunda definitivamente el país sin atreverse ni siquiera a cambiar de voto. Tratados como putas, siguen dispuestos a pagar la cama.

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