FotogaleríaLas crudas imágenes del sufrimiento animal en las granjas de pollos
Ana Pardo de Vera, directora corporativa de Público, visita junto con Igualdad Animal una granja industrial de pollos. Hacinamiento, enfermedades por el crecimiento acelerado, quemaduras y un ambiente irrespirable marcan la corta vida de las aves que después llegarán a nuestra mesa.
Fotos: Jairo Vargas
Madrid-
Un pollo muerto en la granja debido a las duras condiciones en las que se hacinan para engordar.
El equipo de investigación accede a la granja industrial de pollos.
Una gallina muerta y semienterrada en serrín y sus propios excrementos en la granja industrial a la que accedió 'Público' junto a Igualdad Animal.
Una gallina muerta a la entrada de la granja donde se engordan cientos de pollos en pocos días.
Una gallina picotea el cadáver de otra.
Centenares de pollos se hacinan en un espacio en el que solo pueden comer y beber para engordar lo máximo posible en alrededor de un mes. Estudios científicos relacionan el hacinamiento de los polluelos con una disminución de sus capacidades locomotrices, así como con una mayor humedad y un aumento del riesgo de microbios, lo que puede repercutir en los consumidores.
Varios pollos beben agua en la granja.
La alimentación constante, día y noche, hace que los pollos crezcan a un ritmo tan acelerado que, en muchas ocasiones, les impide mantenerse en pie porque su cuerpo está más desarrollado que sus patas.
La portavoz de Igualdad Animal, Silvia Barquero, y la periodista Ana Pardo de Vera, acceden al interior de la granja.
Uno de los pollos muertos debido a las condiciones en las que se crían. El hacinamiento y el crecimiento rápido también deriva en enfermedades como la ascitis, acumulación de líquido en la barriga abdominal que puede desembocar en la muerte súbita del animal.
Un pollo con dificultades para mantenerse en pie debido al rápido engorde. La granjas industriales solo apagan las luces durante cuatro horas al días para que los animales no paren de comer ni tengan percepción del paso del tiempo, lo que les obliga a vivir agotados gran parte de su corta vida.
Una gallina agoniza entre la multitud por el asfixiante olor a amoniaco que producen los excrementos en contacto con la humedad y el suelo. También les provoca abrasiones en pecho y abdomen.
Ana Pardo de Vera y la portavoz de Igualdad Animal, Silvia Barquero, observan las heridas de los animales en esta granja de pollos.
Las abrasiones son muy habituales en los ejemplares de pollos de las granjas industriales, debido al rozamiento y el contacto diario con sus propios excrementos.
Las leyes europeas permiten el hacinamiento de hasta 33 kilos por metro cuadrado y superar los 42 kg/m2, siempre que se presente documentación relacionada con las instalaciones y con la calidad del aire que se respira en el interior.
Según los datos de Open Wing Alliance (OWA), el 27% de estas aves de granjas intensivas sufren deformaciones e inmovilidad por causa de la selección genética y el denominado crecimiento rápido.
El cadáver de un pollo en el suelo de la granja industrial.
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