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"El 15-M no fue un movimiento antisistema; su objetivo era hacerlo más eficaz"

"Descubrieron que todo era un castillo de naipes"

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La politóloga Cristina Monge, en la plaza del Pilar, que se convirtió en el espacio del 15M zaragozano durante la movilización de los indignados./E.B

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@e_bayona

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Su trabajo, que analiza “la idea y la práctica de la participación” en el 15M, al que se refiere como “un movimiento político para democratizar la sociedad”, sitúa cronológicamente el origen del movimiento de los indignados españoles en la crisis financiera de 2008, que reveló que, en realidad, lo que se tambaleaba eran “los valores sobre los que habíamos asentado nuestro modelo de sociedad” y que generó un debate sobre “la desigualdad y su relación con la legitimidad política de las democracias representativas occidentales”.

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El grito de 'no nos representan' denunciaba “el distanciamiento de las élites respecto de los problemas reales del día a día”

“La percepción de la incapacidad de la política para hacer frente a tal situación llevó a miles de personas a salir a las calles rompiendo los silencios que se habían instalado en una sociedad cada vez más individualizada, cuyo capital social se encontraba fuertemente erosionado y en la que se había instalado la máxima neoliberal de No hay alternativa”, señala. El grito de no nos representan denunciaba “el distanciamiento de las élites respecto de los problemas reales del día a día” y cuestionaba “la validez, eficacia y legitimidad de los procesos de toma de decisiones”, explica.

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"Descubrieron que todo era un castillo de naipes"

El 15M puede verse, explica, “como una lucha por la democratización de la democracia y una recuperación del impulso democrático”, aunque no puede hablarse de ese movimiento “como algo unívoco, con contornos definidos y homogéneos. Más bien al contrario”. “Hay muchos 15M –añade-, aunque todos convergieron en las plazas”. El perfil de sus protagonistas, su trayectoria política, sus motivaciones su crítica y sus propuestas “son de una heterogeneidad manifiesta”, señala.

El movimiento de los indignados, que llenó las plazas en la primavera de 2011, puso sobre la mesa el derrumbe del castillo de naipes social que comenzó con la crisis financiera./PÚBLICO

El movimiento de los indignados “descubre que todo era un castillo de naipes” que comienza a derrumbarse cuando le falla la pata financiera. “Eso hace que salga a la calle gente que nunca se había planteado hacerlo –anota-, y que coincidan personas que vienen de movimientos sociales con jóvenes, y con sus padres, que ven que lo que les ofrecía el sistema se ha desvanecido”.

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“Tienen en común un nivel de formación medio-alto, su pertenencia a las clases medias y la percepción de que el futuro se ha truncado"

“Tienen en común –añade- un nivel de formación medio-alto, su pertenencia a las clases medias y la percepción de que el futuro se ha truncado, mientras los políticos se muestran incapaces de solucionar los problemas y prestan más atención a los grandes intereses económicos que a garantizar el bienestar de la ciudadanía”.

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El agotamiento de los conceptos e instrumentos de la transición

“Si algo aporta el movimiento 15M de forma nítida –anota- es la necesidad de contar con una sociedad democrática que sostenga un Estado democrático” y con una política que “articule lo social, lo económico o lo laboral –entre otras áreas-, con espacios y dinámicas de deliberación y participación”. Se trata, explica, de “hacer de la democracia el elemento esencial del espacio público, en el que habrá que articular mecanismos de participación”.

En ese sentido, señala Monge, “la crisis, que se torna multidimensional, pone de manifiesto el agotamiento de los conceptos e instrumentos políticos que cristalizaron en la transición española a la democracia”, entre ellos la participación política, modelo que, “parece haberse agotado, a los ojos de los activistas”, y que “ya no sirve para dar respuesta a las demandas que la sociedad plantea”.

El potencial transformador de la acción colectiva

La investigadora zaragozana destaca varios rasgos característicos del 15M como “el desafío” que supuso “el descubrimiento del potencial transformador de la acción colectiva” al cuestionar “la máxima neoliberal según la cual no hay alternativa”, así como una idea de participación que trasciende la separación entre Estado y sociedad civil para encaminarse “a reducir esta separación y encontrar elementos de coproducción política”. También resulta relevante el “enfoque ofensivo que supone la reapropiación de la política mediante la repolitización de la sociedad” de manera que esta vaya reapropiándose “de espacios cedidos a la mediación de los poderes públicos” y, por otra parte, una dinámica de trabajo que “incluye tanto los consensos como los disensos”, sobre los que debe continuar el debate.

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La politóloga Cristina Monge, en la plaza del Pilar, que se convirtió en el espacio del 15M zaragozano durante la movilización de los indignados

"Para nada es un movimiento antisistema o antipolítico"

El 15M ofrece, según la politóloga, “una clara voluntad superadora de la participación como elemento de consentimiento, y de la elección de los representantes como momento álgido de la participación”. Sin embargo, anota, “para nada es un movimiento antisistema o antipolítico. Tiene una voluntad superadora, pero no negadora”, que pretende modificar el sistema reforzando su base ética y participativa, por ejemplo facilitando la práctica de figuras como el referéndum y las iniciativas legislativas populares. “Su objetivo no es invalidar el sistema representativo, sino hacerlo más eficaz para profundizar en democracia”, apunta.

"El 15M puso de manifiesto las carencias de nuestro sistema político"

Monge anota que, casi cinco años después del 15M y en lo que puede considerarse “impactos” de su activación, “prácticamente todos” los actores sociales y políticos han tomado, “con más o menos sinceridad y eficacia”, medidas en materias como “el propio diseño institucional, en aras de avanzar en cuestiones relacionadas con la participación, la transparencia y la horizontalidad en la toma de decisiones”.

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Un movimiento con hijos pero sin dueños ni herederos

Los cuatro años y medio transcurridos entre el 15M y el 20D han sido, también, los del lanzamiento de los llamados partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, cuyas miradas sobre el movimiento de los indignados resultan contradictorias, aunque coinciden tanto en rechazar la patente de la movilización como en admitir que su origen se encuentra en ella.

Una generación con sus propias herramientas

No obstante, esas dos formaciones no son la única herencia del movimiento de los indignados, en el que la politóloga sitúa el origen de iniciativas como las candidaturas municipales de confluencia que hoy gobiernan las principales ciudades españolas y el impulso de movimientos ya existentes como la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) o las entonces incipientes mareas.

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