Este artículo se publicó hace 2 años.
La Alianza Triple A y el terrorismo de Estado que se juzgó
Inna Afinogenova
Madrid-Actualizado a
En la por aquel entonces incipiente democracia española no sólo se adoptaron algunos métodos propios de las dictaduras militares latinoamericanas, sino que también durante décadas se dio refugio a personajes acusados, procesados y hallados culpables en Argentina de crímenes de lesa humanidad.
En 2008 España extraditó a Argentina a Eduardo Almirón, acusado de crímenes de lesa humanidad y genocidio cometidos durante el gobierno de Isabel Perón -ex presidenta argentina y segunda esposa de Juan Domingo Perón-. Isabel Perón se instaló en Madrid en 1981 y hace unos 15 años también enfrentó una orden de extradición que la Audiencia Nacional rechazó porque los crímenes que se le atribuían estaban prescritos. Así, lleva 40 años manteniendo un perfil bajo aquí en España.
¿Qué es lo que une a Almirón, a Isabel Perón, a España de cierta manera y a Argentina? La Alianza Anticomunista Argentina, más conocida como la Triple A.
La Triple A fue el grupo más grande, cruel e importante al fin y al cabo, aunque no el único. Se fundó a finales de 1973 por disposición de José
López Rega. que, casualidades de la vida, fue ministro de Bienestar Social. Inicialmente la organización se financió con recursos del mismito ministerio, todo en el marco de la "depuración ideológica" del peronismo.
Se calcula que esa ultraderecha peronista de la Triple A es responsable del secuestro y asesinato de unas 2.000 personas. ¿Quiénes formaban parte de la banda? Como ya hemos dicho: el ministro de bienestar social, López Rega, junto con unos treinta policías federales activos o retirados, entre ellos Juan Ramón Morales, Jorge Rivero, Miguel Ángel Rovira y Rodolfo Almirón, a quién ya mencionamos antes, genocida refugiado en España y extraditado unas décadas después a Argentina. Lo curioso es que esos individuos -policías, ojo- eran viejos amigos desde hacía una década, porque juntos habían conformado, en los años 60, una banda criminal que se dedicaba al contrabando y la extorsión en Buenos Aires y los alrededores, llamada "La Brigada Trágica".
Con la Alianza Triple A también colaboraban civiles del sector ultraderechista del peronismo que cumplían funciones burocráticas, conseguían armas en el extranjero y hasta editaban revistas. La pata mediática, como sabéis, es importante. La revista más destacada de la Triple A se llamaba El Caudillo de la Tercera Posición, con un eslogan muy acorde a las ideas de la organización: "El mejor enemigo es el enemigo muerto". Se dedicaban, principalmente, a propagar ideas contrarrevolucionarias y hacer proselitismo contra políticos, periodistas y guerrilleros de izquierda, fundamentalmente contra agrupaciones como Montoneros.
Su iniciación como grupo terrorista se dio en 1973, en un episodio que se conoce en Argentina como la masacre de Ezeiza. Cuando Juan Domingo Perón regresó al país un grupo de matones liderados por un militar retirado ametrallaron a las columnas de militantes de la Juventud Peronista, el ala izquierda del partido.
Lo hicieron en represalia por el asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci, llevado a cabo por Montoneros. Nunca hubo cifras oficiales de víctimas de aquella masacre. Se calculó luego que al menos 14 manifestantes fueron asesinados y medio centenar heridos. En los posteriores tres años los muchachos de la Triple A perfeccionaron sus tácticas llegando a eliminar a casi dos mil argentinos.
Desde 1974 empezaron a armar listas de personas a quienes pretendían asesinar. Muchas de esas personas, intelectuales de izquierdas principalmente, tuvieron que salir del país. Los métodos de terror de esos señores los describió Roberto Montoya en El Mundo hace unos 15 años. Decía que la Triple A aterrorizaba de forma exactamente opuesta a la que lo hacían los genocidas durante la Dictadura Militar. Si los segundos se encargaban de desaparecer a sus víctimas (recordad la frase aquella de Videla: "no está muerto ni vivo, está desaparecido, no tiene entidad"), pues los de la Triple A, según Montoya, dejaban cadáveres de zurdos o bolches esparcidos en la vía pública.
Por cierto, bajo la democracia de Isabelita Perón surgió otro grupo paramilitar, el Comando Libertadores de América, que entre 1974 y 1975 cometió numerosos asesinatos en la provincia de Córdoba. Tras el golpe militar en marzo de 1976, inició uno de los períodos más sangrientos de la historia de Argentina, y las actividades de la Triple A se redujeron porque ya era la junta militar la que se encargó de llevar a cabo asesinatos políticos.
El fundador y ministro de bienestar, López Rega, se fue de Argentina a España y en 1976 escapó de la policía española huyendo a EEUU. Allí pasó 10 años hasta entregarse a las autoridades de EEUU en Miami. Murió en 1989 en Buenos Aires, en la cárcel. Rodolfo Almirón, ese matón destacable de la Triple A a quien mencionamos ya dos veces, ejerció en España de guardaespaldas del exministro franquista y fundador de Alianza Popular (el nombre con el que nació el actual Partido Popular), Manuel Fraga, en una linda ilustración de la frase hecha "Dios los cría y ellos se juntan".
La propia Isabel Martínez de Perón, por ejemplo, como ya dije, sigue en España y fue reclamada insistentemente por la justicia argentina. Consideran que no podía no estar al tanto de los crímenes cometidos por la Triple A y el hecho de no haberlos impedido, la podría convertir en cómplice.
Toda esta información, los nombres, los apellidos y el modus operandi, lo conocemos hoy gracias a que en la década de los 2000 el gobierno de Néstor Kirchner inició varias investigaciones por delitos de lesa humanidad cometidos antes y durante la dictadura militar. Como hemos dicho en programas anteriores, el ejercicio de memoria histórica, la reparación de las víctimas y los juicios a genocidas que llevó a cabo Argentina hace unos años es ejemplar y debería servir de precedente para países en los que se hacen llamamientos a pasar página, no remover el pasado y no "reabrir viejas heridas".
Curiosamente, esto lo suelen pedir los herederos de los que infringieron aquellas heridas y no los que la sufrieron, que serían los únicos con legitimidad para hacerlo.
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