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La historia del Movimiento Comunista: de la lucha antifranquista al activismo pacifista, feminista y ecologista
La organización que participó en la lucha antifranquista, obrera y feminista se fue desligando del marxismo hasta centrar sus esfuerzos en el pacifismo con el ingreso de España en la OTAN. Aunque hace casi 30 años que dejaron de existir, algunos antiguos militantes continúan con su ideario en ONG.
Madrid-Actualizado a
Eugenio del Río formaba parte de ETA antes de que la organización vasca tomara las armas y pasara a la acción violenta. Aquella Navidad de 1966 fue el final de aquello y el comienzo de un largo camino que recorrió en las filas del Movimiento Comunista hasta su desaparición, en 1991. Este partido político, primero clandestino, estuvo presente en la mayor parte de las luchas obreras que sacudieron la España franquista durante los últimos años de vida del dictador. La democracia no paró su actividad, centrada entonces en el movimiento pacifista, feminista y ecologista. Dejaron atrás el marxismo y el maoísmo, y después de una infructuosa fusión con la Liga Comunista Revolucionaria (LGR) que duró dos años se dieron cuenta que su lugar no estaba en las instituciones.
Ernesto M. Díaz, doctor en Historia Contemporánea y del Pensamiento Político por la Universidad de Cádiz, donde es docente, publica El movimiento Comunista (MC). Historia de un partido (1964-1991) (Catarata, 2022). Su investigación recupera uno de los tantos partidos que surgieron en una época en la que lo viejo no acababa de morir y lo nuevo no terminaba de nacer, convulsa, con unos vaivenes que no han terminado, pues muchos de aquellos militantes del MC continúan su andadura en diferentes ONG federadas en el movimiento asociativo Acción en Red.
"El impulso de esta organización vino de la mano de la radicalización de la juventud a mediados de los años 60, y el primer bastión de fuerza que tuvo el MC se situó en Euskadi y Navarra", explica Díaz
"El impulso de esta organización vino de la mano de la radicalización de la juventud a mediados de los años 60, y el primer bastión de fuerza que tuvo el MC se situó en Euskadi y Navarra", explica Díaz. Poco después, el colectivo empezó a desbordar ese marco geográfico y se extendió por zonas como Canarias, Zaragoza, Madrid y Valencia. Ya por entonces, el perfil de los militantes también aumentó: a los jóvenes universitarios se unieron las mujeres que engrosaban el incipiente movimiento feminista, al igual que la masa obrera. Según el autor del libro, "en algunos momentos llegaron a poner contra las cuerdas al régimen franquista por el apoyo que daban en todas las huelgas del País Vasco".
La democracia y la OTAN
Su ideario, encuadrado en lo denominado como "nueva izquierda", casaba con las acciones que también llevaban a cabo desde la LCR: "Las dos organizaciones tuvieron un papel muy destacado en los 80, con el movimiento pacifista, mucho antes de que se convirtiera de masas por la entrada de España en la OTAN en 1986", agrega el profesor universitario. Todo ello vino después de la debacle que sufrieron en los primeros comicios de 1977, pues los resultados se alejaron bastante de lo esperado. "Debido a esa derrota electoral empezaron a configurar sus esfuerzos futuros en los movimientos sociales", puntualiza el experto.
Desde un primer momento tuvieron la lucha obrera como una de sus prioridades, posición que no varió incluso en los momentos más determinantes para el devenir de la clase trabajadora, como la firma de los Pactos de la Moncloa. Según argumenta Díaz, "estaban dentro de Comisiones Obreras, pero intentaban que su línea sindical fuera de oposición frontal a la dictadura". Desencantados por los derroteros en los que se veía inmerso el sindicato afín al Partido Comunista, llegó su primera hermandad con la LCR al formar la llamada Izquierda Sindical, mediante la que perseguían frenar la influencia determinante del partido de Carrillo dentro de CCOO, aduce el investigador.
Esta lucha, junto con el movimiento de oposición a la OTAN, fueron claves para su subsistencia más allá de los años 70
EL MC llegó a 1982 algo debilitado, a pesar de la fortaleza que había transmitido en los años anteriores, en parte por la estructura interna de mujeres, siempre en la vanguardia del movimiento feminista. Esta lucha, junto con el movimiento de oposición a la OTAN, fueron claves para su subsistencia más allá de los años 70, pues la práctica electoral se redujo a la testimonialidad. Cinco años después de la mayoría absoluta de Felipe González, el MC celebró su V y último Congreso Confederal: "Ahí ya se ven muchas transformaciones, pues habían abandonado completamente el maoísmo y algunos sectores también el marxismo", enuncia Díaz. La gran decisión de aquel Congreso fue la unificación con la LCR, que se consumó en 1991 y duró hasta 1993.
Izquierda Alternativa fracasa
"Las dos organizaciones, juntas, se llamaron Izquierda Alternativa, pero fracasaron. La LCR no había sufrido tantas transformaciones como el MC. Por ejemplo, se seguían denominando trotskistas, como en sus inicios. Cuando desapareció, muchos de los militantes abandonaron la idea de partido, pero no su compromiso con la sociedad", aclara el profesor de la Universidad de Cádiz.
Todo aquello lo vivió de primera mano Eugenio del Río al ser el secretario general del MC mientras existió esa figura, desde 1975 hasta 1983. Natural de San Sebastián, a sus 78 años recuerda cómo el MC fue una de las mayores organizaciones de la izquierda radical. Él, que prácticamente se ha dedicado a la actividad como liberado en esta organización toda su vida, rememora aquel 1978 como el año más álgido del MC. "Durante los primeros años de esa década atrajimos a muchísima gente joven y mantuvimos las cifras de afiliados y simpatizantes durante los años 80, ya con una tendencia a la baja. Sí sé que las mujeres, en ese periodo, eran casi el 40% del total", en sus propios términos.
Su trayectoria ideológica recorre la senda del MC: "Yo empecé siendo marxista, y como los más antiguos pasé por el leninismo hasta una adhesión mayoritaria al maoísmo a partir de 1971. Esto tiene su importancia en los primeros años, pero después decae". De esta forma, desde el Movimiento intentaron tener una concepción ideológica independiente aprovechando la emancipación de los grandes tótems doctrinarios.
De la política a los movimientos sociales
A medida que se producía esa transformación, los resultados electorales confirmaban lo que algunos ya pensaban con anterioridad. Así confirma Del Río las apreciaciones que Díaz refleja en la publicación: "Participamos en varias elecciones hasta que nos dimos cuenta de que nuestra representatividad sociopolítica era muy baja, nuestra presencia en el espectro de la izquierda no era nada relevante a pesar de que conseguimos algún alcalde y varios concejales". Estaba claro, su fuerte estaba en los movimientos sociales.
Así lo intentaron practicar junto con la LCR, el fin del MC como tal y el principio de la extinción casi total. "Desde entonces, todo lo que venía del MC fue entrando en una fase de declive, varias de sus organizaciones se disolvieron y en la actualidad queda muy poco de todo aquello", sentencia el que fuera el mayor exponente de este partido político durante la Transición.
Las ONG, el último reducto
Paco Castejón también forma parte de la historia. Actual miembro del Consejo de Seguridad Nuclear del Gobierno, llegó a la capital con una beca desde la Universidad de Zaragoza, en la que estudiaba Físicas. "Vine en 1986, en plena campaña por el referéndum de la OTAN, y empecé a conocer al MC. Me di cuenta de que tenían una forma muy flexible de ver el mundo, abierta y realista, que ni se engañaban ni se dejaban engañar por ideologías, y entré", relata este militante en activo de 60 años.
Ahora forma parte de Liberación, ONG constituida en Madrid tras el fracaso de Izquierda Alternativa, aunque eso no es óbice para que recuerde con cierto cariño los debates que se dieron en el seno del MC durante su reconfiguración: "¿Es posible la idea de revolución? ¿Y sensata? ¿Vale la pena? ¿Queremos solo una revolución política? Nos preguntábamos todas estas cosas, porque sabíamos que los cambios tenían que venir de la mano de lo social, que un cambio político no es suficiente".
De todo aquello queda Acción en Red, la federación de las diferentes ONG que emanaron de la disolución de Izquierda Alternativa en marzo de 1993. "Decidimos que nuestra labor no estaría especializada, es decir, que trabajamos en aspectos como el feminismo, ecologismo y la exclusión social. Otra característica fundamental es nuestro interés por el estudio, algo que desde que entré en los 80 no hemos perdido, pues creemos que producir nuestro propio pensamiento es esencial pare entender lo que nos rodea, y después actuar sobre ello", concluye Castejón.
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