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Apolinar Rodríguez, el arquitecto del 14D

La unidad de acción sindical y el 14D

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Apolinar Rodríguez, responsable de Acción Sindical de UGT durante la huelga del 88.

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Diez segundos antes del 14 de diciembre de 1988, los trabajadores de todos los centros de Radio Televisión Española iniciaron al unísono una cuenta atrás. A las 12 en punto de la noche, la emisión del único canal de televisión de este país se fue a negro. Era el presagio, también origen, del éxito de la mayor movilización sindical de nuestra historia reciente: la huelga general del 14D secundada, según los convocantes, por un 90%. Apolinar Rodríguez (Toledo, 1950) fue uno de sus arquitectos.

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Convertido en ingeniero entró a trabajar en el proyecto de la central nuclear de Almaraz. Y en el año 73 en RENFE, en la que no hace mucho puso fin a su vida profesional y laboral. Porque, a pesar de su trayectoria sindical, Apolinar entiende el sindicalismo como compromiso: “Siempre he tenido esta tensión entre sindicalismo y profesión; siempre traté de evitar convertirlo en una forma de vida que, por desgracia, sí lo es para muchos; los que ven en el sindicalismo una manera de mejorar su estatus, sin atisbo de compromiso ni sacrificio, que es lo que debería ser”.

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La manifestación tras la huelga general del 14D. / EFE

La unidad de acción sindical y el 14D

En el 86, Rodríguez llega a la Secretaría de Acción Sindical en un momento en el que se produce uno de los grandes logros del sindicalismo en este país: la unidad de acción. “Ahora parece una perogrullada, pero fue un paso de gigante para el impulso social, para la descarga ideológica, para hacer organizaciones propositivas, no defensivas; fue el periodo más rico en cuanto a propuestas. Y fue mérito de la UGT, pero también de CCOO, de gente como Antonio Gutiérrez, de Agustín Moreno”.

Apolinar con Yasir Arafat, en 1989, durante una reunión preparatoria de la Conferencia de Paz de Madrid.

Rodríguez, que llegó a la secretaría de Acción Sindical para un mandato de cuatro años, se mantuvo ocho en el puesto, acompañando a Nicolás Redondo, que tampoco quiso abandonar el barco cuando estalló el escándalo de la cooperativa PSV, “el fracaso de un ejercicio de absoluta decencia”, dice. “Se dejó en manos de un gestor independiente, en el que UGT estaba en minoría, el proyecto de vivienda social. La cooperativa se administró de forma poco ortodoxa. Y, cuando el Banco de España, en un momento de desencuentro con el Ejecutivo, decidió cortar los créditos, el sindicato asumió el 100% de la responsabilidad, dio la cara. Fue el diseño de la estupidez”.

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