Cargando...

El Batallón de la Pluma: cuando los maestros cogieron el fusil

Cacería fascista de maestros

Publicidad

Imagen de un grupo de oficiales de la 43 División, en la que se integró el ‘batallón de la pluma’ tras la militarización de las milicias.

ZARAGOZA.- “Estos camaradas que al frente de sus escuelas supieron cumplir con su deber, sabrán cumplir también con el fusil en la mano” en una guerra que supone “una cuestión previa a todas las demás y por lo tanto, también a la enseñanza”. Telmo Mompradé, maestro de Canfranc (Huesca) hasta julio de 1936 y afiliado de FETE-UGT (Federación de Trabajadores de la Enseñanza), llamaba con estas palabras a sus compañeros a unirse a la milicia que poco después sería conocida como el batallón de maestros o el batallón de la pluma, y que combatiría en el Pirineo y la Bolsa de Bielsa.

Publicidad

La creación del batallón fue impulsada por Mompradé –que sería su comandante- y José Sampietro –maestro también en Canfranc-, en las tertulias que mantenían en el antiguo hotel Avenida de Barbastro, la capital de la zona de Huesca fiel a la República, el numeroso grupo de maestros que había logrado huir de la zona sublevada.

Click to enlarge
A fallback.

Un grupo de integrantes del batallón de maestros de FETE-UGT, tras la guerra civil, en el campo de refugiados francés de Saint Cyprien.

Muchos de ellos llegaron a la pequeña ciudad del prepirineo tras participar en otras milicias –los dos promotores se unieron a una de ellas tras escapar a Francia en los primeros días de la guerra y regresar a España-, algo para lo que no tuvieron opción los 74 enseñantes -30 de ellos afiliados al sindicato- asesinados por los rebeldes en Aragón antes de que el batallón se pusiera en marcha.

Cacería fascista de maestros

Lafoz, que ha documentado la represión franquista sobre los docentes aragoneses, cifra en 102 las víctimas mortales de este colectivo –de ellos, 64 entre julio y octubre de 1936- en las tres provincias aragonesas, mientras que la depuración se cebó con otros 198, muchos de los cuales fueron apartados de la enseñanza. “Algunos fueron asesinados al salir de la zona republicana en la que estaban sus escuelas; en ocasiones, al ir a ver a su familia a zona sublevada”, explica Lafoz.

Publicidad

José Sampietro, maestro en la localidad pirenaica de Canfranc al comenzar la guerra civil, principal impulsores del batallón de maestros de UGT.

Hasta su salida hacia Boltaña el 14 de diciembre, compaginaban una media de entre cuatro y cinco horas diarias de instrucción con tareas relacionadas con su profesión. “Por la noche, los maestros acudían a la escuela de adultos para dar una charla científica que los alumnos pedían con un día de anticipación”, anota Lafoz.

La Bolsa de Bielsa y el regreso al frente del Ebro

La milicia ugetista salió de Barbastro como centuria para, poco después, con la militarización de las fuerzas leales, integrarse en la 130 Brigada Mixta del Ejército Republicano –luego adscrita la 43 División- junto con otros tres batallones populares con los que hasta entonces formaba la Agrupación Pirenaica: el Alto Aragón y el Cinco Villas, formados respectivamente por republicanos que lograron escapar de las zonas sublevadas del Pirineo y de la comarca zaragozana en los primeros días de la guerra, y el de Izquierda Republicana, con militantes de ese partido.

Publicidad

Telmo Mompradé, maestros en la localidad pirenaica de Canfranc

La puesta en marcha del batallón de la pluma de FETE, cuya gente en la retaguardia organizaba suscripciones y colectas para apoyarlo, generó curiosas muestras de solidaridad, como la recogida de fondos desde las escuelas de Huesca o el hecho de que, ante la llegada de una partida de lana a manos de la milicia, 35 talleres de confección escolares de la provincia se ofrecieran para tejer prendas de abrigo: había más mano de obra que materia prima.

Las tres guerras de Ángel Fuertes

Fuertes, maestro en Liesa antes de la sublevación fascista, murió en 1948 en un tiroteo tras volver a España con el maquis y después de haber combatido a los nazis en Francia.

Lafoz aporta, por otro lado, indicios de infiltración por los sublevados. El ataque de estos tras el que los maestros tuvieron que retirarse de Santa Orosia, una posición clave para atacar Jaca y controlar su paso ferroviario transpirenaico, se produjo en una de las escasas ocasiones en las que Mompradé se ausentó, por motivos de intendencia, del frente.
No fue un episodio aislado. “En el mando de la división había al menos dos infiltrados”, apunta. Uno de ellos huyó a zona sublevada poco después de que un comisario político salvara de fusilamiento a los cinco miembros del Cinco Villas que se habían negado a cumplir una misión prácticamente suicida ordenada por aquél.

Publicidad