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"En los campos de concentración nazis vi lo peor y lo mejor del ser humano”

El último superviviente español del campo de concentración de Sachsenhausen (Berlín, Alemania) pone palabras a la barbarie que sufrieron miles de presos políticos españoles durante la Segunda Guerra Mundial. 

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El último superviviente español en el campo de Sachsenhausen (Alemania).- MANUEL TORI

FALAISE (FRANCIA).- este año se cumple el 70 Aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, y todavía hay quien puede poner palabras a la barbarie. Pedro Martín (París, Francia, 1925) nació de una pareja de españoles emigrados al país galo a principios de los años ’20. Hoy, nueve décadas después, es el último superviviente español del campo de concentración de Sachsenhausen (Berlín, Alemania).

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Pedro tenía 14 años cuando Alemania atacó a Francia en 1940: “Lo supe al salir de la escuela. Los alemanes apuntaban hacia París, así que, con mucho miedo, dejamos nuestra casa y nos mudamos fuera de París donde vi, por primera vez, a los nazis”. En plena calma tensa, la familia Martín Aparicio volverá en autobús a la capital gala, recién ocupada. Pudiendo realojarse en su propia casa.

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'Chivatazo' a la Gestapo

"Tenía que resistir porque dar un solo nombre significaba dar el de todos. Me pegaron y torturaron durante 5 días en un zulo a las afueras de París"

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“En el interrogatorio me torturaron y me partieron la cara a la altura del pómulo. A cada pregunta contestaba No sé, no lo conozco. Tenía que resistir porque dar un solo nombre significaba dar el de todos. Por ello, me pegaron y torturaron durante 5 días en un zulo a las afueras de París. Después, me metieron en un cuarto con otras 20 personas”. Tras un mes y medio, a le avisan de que tomará rumbo hacia Alemania. Es el 28 de abril de 1943.

“El triángulo verde era para los criminales comunes, el rosa para los homosexuales y el amarillo para los judíos, aunque éstos últimos iban más bien a Auschwitz"

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Hay diferentes símbolos que acoplar a la ropa, según el motivo de reclusión: “El triángulo verde era para los criminales comunes, el rosa para los homosexuales y el amarillo para los judíos, aunque éstos últimos iban más bien a Auschwitz. El mío era el triángulo rojo, el de los presos políticos”, relata 70 años después. “Había más de 30 nacionalidades, pero los alemanes y los polacos, que llegaron antes, controlaban el campo para tener un trozo de pan más grande”.

"Quien no moría por los gases moría por los trabajos forzados y por una alimentación casi inexistente"

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“Recuerdo un muy buen amigo, Mario Zampetti, un chico italiano de 25 años. Un día, que nevaba, nos reunimos en la plaza del campo, como siempre, para contabilizarnos”. Al final del recuento, Mario se quedó de pie, quieto: “Se acabó, no puedo más”, dijo. “Decidió no moverse nunca más”, cuenta Pedro. “Vino la SS y le disparó. Cayó delante de mí”. Marsch! “Y nos fuimos a trabajar”, lamenta. “¿En qué pensábamos? Sin duda, en que Mario ya estaba muerto. Y nosotros, vivos. Y que teníamos que vivir”.

"¡Me encanta vivir!"

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