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El Cenajo, otro pantano construido por esclavos del régimen

Exentos de trabajo en el Cenajo a los condenados a muerte

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Trabajadores del embalse del Cenajo, en Murcia. CHS

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SEVILLA. -No fue una necesidad de tiempos de posguerra. El pantano del Cenajo, en la Región de Murcia, era ya una construcción anhelada desde el siglo XIX. Sin embargo, las obras resultaban demasiado costosas para llevarlas a cabo a su tiempo. El régimen de Franco necesitaba cientos de esclavos, sacados de las cárceles, para realizar esta nueva megaconstrucción en una época ya tardía, gracias a un destacamento penal que funcionó desde 1952 a 1957.

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El joven investigador murciano Víctor Peñalver revela a Público que no había constancia en la versión oficial de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) sobre el mencionado destacamento. “Resulta realmente extraño que la CHS, y sus miembros, que cuentan con un extraordinario archivo, obvien que en ese lugar, durante las obras, se ubicó un establecimiento penitenciario”.

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Exentos de trabajo en el Cenajo a los condenados a muerte

Peñalver describe aspectos comunes de aquellos presos en el Cenajo y las penas que estaban redimiendo. “La gran mayoría se encontraba en el último eslabón de su ciclo carcelario: en los últimos años de condena o en los prolegómenos de obtener la libertad”.

La Iglesia de la Virgen de los Desamparados. CHS

En aquellos años cercanos al esplendor del régimen con su apertura internacional, el Cenajo contaba en su peculiar “plantilla” con trabajadores libres y trabajadores penados con una diferencia evidente en sus condiciones de vida y actividad. El sueldo de los penados era mucho más escaso.  “En los documentos de 1957 consta que el sueldo era de siete pesetas, pero no lo recibían íntegro; se les descontaba a los presos la ropa, la alimentación, la sanidad…”, aclara Peñalver. El destacamento pudo llegar a albergar simultáneamente hasta “1044 trabajadores libres y reclusos”. Víctor apunta que “para ello contaron con tres pabellones en los que los presos estaban separados del resto del personal”.

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La zona de la presa conocida como 'La Tumba'

Peñalver no olvida otro aspecto clave. Las peores condiciones de trabajo y peligrosidad que quedaron siempre reservadas a los presos. Estos se encargarían del uso de la dinamita para perforar el hormigón, sin ningún tipo de formación. “El uso de la dinamita y de perforadoras neumáticas pesadas ya atisbaba del peligro constante”. Sin embargo, según apunta Peñalver, lo más peligroso era el hecho de “tirar hormigón en masa a la presa desde una gran altura mientras se encontraban atados con cuerdas trabajando en la pared vertical”. Muchos quedaban ya atrapados en aquel bloque de cemento. Nunca serían rescatados por las pésimas condiciones de seguridad.

“Le cortaron los testículos. No pudo aguantar la situación” y se suicidó

Otros reclusos no murieron a causa de accidentes laborales, sino por las condiciones exhaustas de vida y un trato vejatorio que no pudieron soportar. El caso de Francisco de la Rosa guarda una trágica historia, narrada por su nieta Soledad de la Rosa.

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Comedor obrero. CHS

Francisco sufriría en el Castillo una grave paliza. Al recibir múltiples patadas en los testículos quedó al borde de la muerte. Para escarnio en la prisión, colocaron su cuerpo con las piernas abiertas durante horas. Gracias a la ayuda de un compañero preso que pudo rociar las heridas con Zotal, desinfectante para bichos, pudo conservar parte de sus genitales.

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