Este artículo se publicó hace 3 años.
El fin de curso político andaluz en cinco claves: hacia el último tramo de la legislatura
Moreno no quiere adelantar las elecciones, previstas para finales de 2022, pero su socio de Gobierno, Ciudadanos, está en descomposición, y su socio parlamentario quiere su sitio en la mesa. El PSOE busca un camino de vuelta al Gobierno mientras la izquie
Sevilla-
La XI legislatura en Andalucía, la primera en la historia de la autonomía con el PP en el Gobierno andaluz –en coalición con Ciudadanos– ha entrado en su tramo final. Las elecciones autonómicas podrían ser, como tarde, el 27 de noviembre de 2022, lo que llevaría la legislatura a su final natural, como ha dicho Elías Bendodo, la mano derecha del presidente Juanma Moreno, pero también podrían ser antes.
Después de tres presupuestos aprobados con el apoyo de la ultraderecha, el gabinete de Moreno –quien en el último debate del Estado de la Comunidad, celebrado esta semana, se envolvió en la bandera andaluza, al más puro estilo Manuel Chaves– aparentemente goza de buena salud política.
Sin embargo, una mirada más precisa revela riesgos relevantes para su estabilidad. Es como un lago que en la superficie está tranquilo, pero en el que debajo bulle la actividad y los enfrentamientos.
Lo que sigue son cinco claves sobre la política andaluza en la recta final.
1. Ciudadanos y los torpedos de Génova 13
Por un lado, Moreno gobierna con Ciudadanos, un socio en descomposición, al que además, desde el cuartel general del PP en Madrid, torpedean cada vez que pueden, como se ha visto en fechas recientes en los Ayuntamientos de Jaén y Granada.
Allí, en Genova 13, tiene un despacho el tránsfuga Fran Hervías, exsecretario de Organización de Ciudadanos, quien, junto a Teodoro García Egea, secretario general del PP, busca aglutinar todo el voto del centro derecha en torno a Pablo Casado. A este, la fórmula de Madrid, un Gobierno del PP que se apoye en exclusiva en la ultraderecha, no le desagrada.
Sin embargo, Moreno no tiene prisa por deshacerse de Ciudadanos y echarse en brazos de Vox, un escenario que dibujan todas las encuestas que le dan el Gobierno al PP en Andalucía.
Con el vicepresidente Juan Marín, referencia de Ciudadanos, con quien mantiene buena complicidad, se ha conjurado para llevar la legislatura hasta el final, y para, una vez más, encapsular de las tensiones, vodeviles y vaivenes políticos la apuesta por lo que han dado en llamar "el Gobierno del cambio".
A Moreno, gobernar con Ciudadanos le viene muy bien para la imagen de presidente moderado y centrista que quiere dar.
El partido de Inés Arrimadas tiene 21 diputados en el Parlamento andaluz y, de momento, aguanta el tipo a pesar de que todo se derrumba a su alrededor. La argamasa del Gobierno andaluz, que gestiona el mayor presupuesto autonómico de todos, mantiene unida la coalición.
Sin embargo, una ruptura del grupo parlamentario de Ciudadanos –en el que hay fuertes tensiones– podría acabar de un plumazo con el Ejecutivo de Moreno y llevar por la vía rápida a unos comicios adelantados.
Como telón de fondo de toda esta historia, hay una idea insinuada, hablada, y que, aunque se da por descartada, no se puede eliminar de la ecuación hasta que llegue el momento: una alianza electoral entre PP y Ciudadanos en Andalucía.
2. Moreno y la ultraderecha.
El socio de Gobierno de Moreno es Ciudadanos, pero nada se explica en Andalucía desde los comicios de 2018 sin Vox, el socio parlamentario. Desde su irrupción en la cámara, el partido de ultraderecha ha logrado dominar el lenguaje, tan importante en política, de lo simbólico, de lo ideológico, al fin y al cabo, y con la complicidad de PP y Ciudadanos ha trabajado para que su obsesión antifeminista penetre en el Gobierno andaluz. A pesar de los esfuerzos de la Consejería de Igualdad y del Instituto Andaluz de la Mujer, la transversalidad de estas políticas se ha perdido. En cada negociación de presupuestos, la igualdad entre hombres y mujeres en Andalucía se ha erosionado por exigencia de Vox.
Aunque se envuelva en unas formas y maneras educadas, con escasas estridencias presidenciales, Moreno ha comenzado a implantar un modelo neoliberal en Andalucía en busca de los impuestos más bajos y de un adelgazamiento de la administración –ahí están, aún sin aplicar, las auditorías pedidas a las grandes consultoras que penden como espada de Damocles sobre el sector público–. Está inspirado en esto más en el PP de Madrid, el de Esperanza Aguirre e Isabel Díaz Ayuso, que en el gallego, el de Alberto Núñez Feijóo.
El rechazo a la censura parental en la escuela por decisión de Ciudadanos –Moreno estaba dispuesto a aprobar alguna suerte de veto– no oculta los cambios que se han producido en la legislación educativa, que favorecen el negocio y, de paso, a la educación católica, ni tampoco los intentos de provocar un resurgimiento del ladrillo en Andalucía, como, por ejemplo, en Barbate. La pandemia, además, ha tensando de forma extraordinaria el sistema sanitario público.
Vox tiene en los próximos meses que tomar una decisión: aprobar o no unos nuevos presupuestos al Gobierno de Moreno. Si la ultraderecha tumba las cuentas para 2022, el Ejecutivo entraría en dificultades. ¿Estaría dispuesto el PSOE de Juan Espadas a aprobarle unos presupuestos al PP? Al revés, jamás ha sucedido. El PP nunca ha votado a favor de unas cuentas en Andalucía, salvo las suyas.
Si Moreno no logra sacar adelante esos presupuestos, la legislatura podría llegar a su final antes de tiempo, o bien en otoño o bien en la primavera. Por si acaso, Bendodo ya ha puesto la venda antes que la herida y ha planteado la posibilidad de agotar la legislatura con las cuentas prorrogadas. Vox busca su sitio en la mesa, desplazar a Ciudadanos e influir con exclusividad, como en Madrid con Ayuso.
3. El Gobierno del decreto-Ley
Juanma Moreno ha gobernado este tiempo fundamentalmente por decreto. En los dos años y medio que lleva como presidente su gabinete ha aprobado y ha logrado luego convalidar, con el apoyo parlamentario de Vox, la friolera de 54 decretos-leyes, una cifra que se acerca a todos los aprobados en los años de gobierno del PSOE, que fueron 63. Esta figura fue introducida en el Estatuto de Autonomía en la reforma del año 2007.
Cierto es que la pandemia ha obligado a todos los Gobiernos a reaccionar con rapidez y ello explica la mayor parte de los decretos y de su contenido. Sin embargo, hasta cierto punto, el decreto-ley se ha convertido en un cajón de sastre que ha permitido modificar sin apenas debate público y, por tanto, sin desgaste para el Ejecutivo, numerosísimas leyes en prácticamente todos los ámbitos: educativo, urbanístico, medioambiental…
Por ejemplo, el Ejecutivo de Moreno coló en un decreto turístico una reforma en la que se modificaba la Ley del Suelo para cambiar el modelo y permitir la construcción de todo aquello que no esté expresamente prohibido, en lugar de lo expresamente planificado. Así, según ese decreto-ley firmado por el propio presidente de la Junta, "la única solución aboca en prohibir sólo los usos y actos que así lo estén expresamente en el planeamiento y para el caso del suelo no urbanizable de especial protección, que sean incompatibles con el régimen de protección".
4. El "nuevo" PSOE busca un camino.
Enfrente, Moreno tiene a un "nuevo" PSOE. Los socialistas han cambiado de líder, ahora es Juan Espadas, elegido por primarias, en lugar de Susana Díaz. Un revulsivo que pretende despertar al partido que ha ganado todas las elecciones autonómicas en Andalucía menos una, la de 2012, cuando perdió. Entonces pudo gobernar con IU, al contrario de lo que sucedió en 2018, cuando ganó, pero no pudo gobernar.
Espadas, que es a la vez alcalde de Sevilla, ha tratado de darle un giro a la oposición y busca acotar el protagonismo de Vox por la vía de pactar todo lo que se pueda –sin perder de vista las esencias– acordar con el Ejecutivo de Moreno. Singularmente, el PSOE ha tendido la mano en tres temas sensibles: sanidad, juventud y municipalismo. Además, está en negociación la ley del suelo, estratégica para Moreno, que Vox permitió que la izquierda tumbase hace unas semanas, cuando el PSOE estaba dirigido por Susana Díaz.
Los socialistas buscan tiempo para que el nuevo liderazgo se asiente y darle aire a Pedro Sánchez por la vía de sacar las contradicciones al PP, instalado en una estrategia de oposición feroz al presidente del Gobierno de España. Está por ver el efecto Espadas hasta donde llega –¿llegará hasta los presupuestos?– y los frutos que dará esta nueva estrategia.
Aunque se adelantan a julio las primarias que darán todo el poder a Espadas, el Congreso regional no será hasta noviembre y los provinciales vendrán después. Es decir, el PSOE estará metido en enredos orgánicos –aunque sean de baja intensidad, siempre despistan– hasta prácticamente el arranque de la primavera del año que viene.
Este escenario, al que se une la descomposición de Ciudadanos, la recuperación del voto al PP y la ausencia de un liderazgo fuerte de Vox en Andalucía, que funciona como una completa sucursal de Santiago Abascal, podría ser goloso para los estrategas conservadores si se atiende a las encuestas, pero un adelanto electoral sin tener una buena excusa para ello –como la implosión del socio o no tener presupuestos– no está exento de riesgos. Y el presidente de la Junta lo sabe. Andalucía –aunque pueda llegar a serlo– no es Madrid. Y el PSOE de Andalucía –aunque pueda llegar a serlo– no es el PSOE de Madrid.
5. La izquierda se atomiza
La izquierda, que acudió unida a los comicios de 2018, se ha disgregado dos años y medio después. El proyecto Adelante Andalucía se quebró de manera abrupta cuando, tras meses de discusiones, pleitos, desconfianzas e incomunicaciones de todo tipo, IU y Podemos decidieron deshacerse de Teresa Rodríguez, que había sido la cabeza de cartel, y la echaron del grupo parlamentario junto a otros ocho diputados.
Rodríguez, después del luto, ha relanzado el proyecto y la marca Adelante Andalucía. Y el grupo de IU y Podemos se llama ahora Unidas Podemos por Andalucía, la denominación con la que concurrirán a las elecciones autonómicas. Además, en el panorama ha surgido Más País Andalucía, el proyecto de Íñigo Errejón, que, después de haberse convertido en la segunda fuerza en Madrid –la más votada de la izquierda– trabaja también por entrar en el Parlamento andaluz por primera vez.
Salvo alianzas que en este momento no están previstas, en las próximas autonómicas, además de la papeleta del PSOE, habrá en Andalucía a su izquierda otras tres. La izquierda andaluza se ha atomizado. Esto, según diversos analistas, por la ley electoral aplicada a la configuración de la comunidad, dividida en ocho provincias, podría tener efectos negativos sobre el número de escaños que podrían no corresponderse con los votos.
Solo una vez las derechas han superado a las izquierdas en Andalucía: fue en los comicios de 2018. ¿Se repetirá ese escenario o quienes se quedaron en casa entonces acudirán a votar? ¿Penalizará la división o llevará a más gente a votar al ampliarse el abanico de opciones?
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