Este artículo se publicó hace 16 años.
Ex 'milis'
Madariaga, Uriarte y Zubiaga narran a 'Público' su militancia en ETA
Hoy hace 40 años, el 7 de junio de 1968, el máximo responsable de ETA entonces y uno de sus fundadores, Iulen de Madariaga, se encontraba refugiado en una pequeña localidad de Flandes, a unos 30 kilómetros de Bruselas. Allí, sentado frente al televisor, se enteró de la muerte del guardia civil José Pardines y de su “buen amigo” Txabi Etxebarrieta: “Él era la inteligencia y la bondad reunidas en una misma persona. Estábamos ya en el disparadero hacia la lucha armada. Para nosotros, la muerte de Txabi fue un incentivo enorme”.
A sus 75 años, Madariaga recuerda así aquel día como el punto de inflexión definitivo para que ETA diera el paso a la lucha armada, en plena dictadura. Habla tranquilo, convencido de que todo cuanto hizo era necesario en su momento. Abandonó la organización a finales de los 80, tras un progresivo proceso de alejamiento: “ETA no es un club de golf en el que te apuntas, pagas la cuota y un día te das de baja. Eso no es así en la clandestinidad”. La entrevista con Iulen de Madariaga se celebra en un pequeño restaurante de Hendaia (País Vasco francés). La cita es allí porque, desde junio de 2006, tiene prohibido abandonar el país galo por la jueza antiterrorista francesa Laurence Le Vert dentro de la investigación del aparato de extorsión de ETA. Él asegura que no tiene nada que esconder: “La presión de los imperios de Madrid y París continúa. Llevo criticando públicamente a ETA desde hace años, y aún así me acusan de participar en el aparato financiero”.
Este fundador de ETA afronta así su última causa pendiente después de una trayectoria que arrancó a principios de los años 50. Él, que había seguido los pasos de su padre y su abuelo estudiando Derecho en Gran Bretaña, comenzó a reunirse con otros jóvenes con inquietudes políticas similares. “¡Quién nos iba a decir a nosotros lo que iba a dar que hablar ETA! Sólo queríamos aportar nuestro grano de arena para despertar a nuestro pueblo del sopor en que se encontraba. No nos proponíamos de ninguna manera, al principio, usar las armas, pero las cosas se precipitaron por la violencia desproporcionada del enemigo”.
Hasta que llegó un punto en el que comenzó el debate sobre la idoneidad de tomar las armas. “Uno de los máximos partidarios de pasar a la lucha armada era yo, y logré convencer a mis compañeros”. Pero, fue en la V Asamblea, en 1966 y 1967, donde todo quedó listo para iniciarla, aunque nadie se atrevió a apretar el gatillo hasta un año después en el encuentro fortuito de Etxebarrieta e Iñaki Sarasketa con el guardia Pardines.
Juventudes del PNV
“Para mí, fue un golpe muy duro la muerte de Txabi”, dice Madariaga. Le había conocido a través de su hermano, José Antonio, cuando ambos eran de EGI, las juventudes del PNV. “José Antonio enfermó y nos propuso que lo mejor sería que los 14 ó 15 muchachos que tenían en entrenamientos se unieran a ETA. Confiaban en nosotros dos, en Sabin Uribe y en mí, no en ETA, de la misma manera que nosotros dos confiábamos en ellos y no en el PNV. El PNV ha tenido siempre en su historia a gente que quería dar un paso adelante, pero no les dejaban”.
40 años después de todo aquello, Madariaga no se arrepiente de su pasado. “Hay quien dice de mí: ‘fundó ETA y hoy está en contra’. ¡Cuidado, eh! No estoy en contra de la línea actual de ETA por razones de orden moral, sino por inconveniencia política. Hoy en día utilizar las armas no cunde políticamente, más bien al contrario. La sociedad no comprende que ETA pueda recurrir a la lucha armada, cuando se ofrecen unas posibilidades para defender las mismas ideas sin necesidad de recurrir a la violencia”.
La amnistía
Otra memoria viva en la historia de ETA en la dictadura es Teo Uriarte. Ingresó en 1963 tras un encontronazo con el alcalde franquista de Eskoriatza. “Me indigné mucho, y conmigo estaba Pancho, quien acabó metiéndome en la banda”. Pasó ocho años en la cárcel tras el proceso de Burgos, abandonó su militancia al quedar en libertad con la amnistía de 1977 y hoy vive amenazado. ETA no le perdona su adhesión al PSE tras la fusión con Euskadiko Ezkerra, en 1993. “Hace 14 años, cuando fui a comprarme el coche que aún tengo, ya me acompañaron los escoltas”.
Aún así, Uriarte no pierde el humor. Durante la entrevista en un hotel de Bilbao, sonríe al recordar algunos episodios de la ETA del franquismo, como cuando la Ejecutiva le encargó al primer jefe del frente militar, Javier Zumalde, El Cabra, entre 1965 y 1968, atracar un banco de Bergara. “Y El Cabra contesta que tiene que ser el jueves por la tarde o el domingo, porque los gudaris tienen que ir a clase. ETA estaba formada por seminaristas y universitarios”.
El día de la muerte de Pardines, Uriarte tuvo la suerte de cara. Etxebarrieta e Iñaki Sarasketa hacían aquel viaje en coche el mismo día todas las semanas y las dos veces anteriores les había acompañado. “Cuando me enteré, estaba en Bilbao y pensé: ‘De buena me he librado’. Me impactó mucho. La muerte del guardia también, pero sobre todo la de Etxebarrieta”. Tan sólo un mes antes, éste le había propuesto a Uriarte que se encargara de escribir octavillas, la impresión y el reparto de un texto que iba a ser premonitorio: “Para nadie es un secreto que dentro de pocas fechas tendremos algún muerto”.
¿Y qué le diría a los jóvenes nacidos tras la dictadura que estén pensando en dar ahora el salto a ETA? “A un chaval así”, responde Uriarte, “yo le diría lo mismo que en su día les dije a los polimilis: ‘te vas a jugar la vida para que cuatro cabrones vivan como Dios. Aunque a los polimilis se lo dije de otra manera: ‘os vais a jugar la vida para que los del PNV vivan como Dios’”.
Otro militante de ETA en la dictadura fue José María Zubiaga. Natural de Arrasate-Mondragón, decidió dar el paso en los años 60, convencido de que sin partidos políticos ni sindicatos no había otro modo de cambiar las cosas. A las órdenes de Javier Zumalde, formó parte del Frente Militar Autónomo de ETA.
Él, como el resto de sus compañeros del grupo de Mondragón, era un legal –no fichado–. Etxebarrieta era nuestro liberado político, hasta el punto de que con él hicimos un periódico en contra del cooperativismo. El argumento era que si en pleno franquismo funcionaban las cooperativas, éstas eran un movimiento contra la clase trabajadora”.Otra acción del grupo se produjo, precisamente, en protesta por la muerte de Txabi. “Organizamos una buena en Mondragón, y eso nos permitió a Peixoto y a mí evitar ser detenidos”. Fue por poco tiempo. Seis meses después, el 26 de noviembre de 1968, cayó.
De aquel tiempo recuerda con cariño su boda en la cárcel con su mujer Lourdes, en 1974, y su participación después en la fuga de Segovia. Él se iba a quedar dentro, pero se ocupó de lavar la ropa para eliminar la tierra excavada en el túnel: “Salí de la cárcel más con ideas de carácter de clase, pero sin rechazar el nacionalismo, como lo rechazo hoy”. Hoy es el día en que Zubiaga no entiende a ETA, ni a quienes la jalean, ni al PNV por “alimentarla” con sus mensajes, ni a quienes no protestan ante asesinatos, como el de su vecino Isaías Carrasco.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.