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Prefiere el plural de modestia a la primera persona. Glosar la realidad de todos a revelar la propia. Poesía y prosa comprometida a memorias. Y, quizás por eso, ventila con una suerte de chiste el capítulo con el que arrancarían las del filólogo marxista, narrador, pintor y poeta: “Pregunta uno ‘¿y usted cómo pasó la infancia?’. Y responde el otro: ‘Mal’. ‘Entonces ¿para que estuvo usted en la infancia?”.
La de Luis Felipe Alcaraz (Granada, 1943) transcurrió en La Alhambra, en una de las casas que aún siguen en pie en la calle Real. Hijo del propietario de una imprenta, que luego fue funcionario de Hacienda, dice que procede de una familia “con tanta ilusión como poco dinero”. Socarrón, cuenta que pudo licenciarse en Filosofía y Letras gracias a los aprietos de los vecinos de su tierra: “Estudié mientras trabajaba en Butano. Pedí estar en el teléfono, cogiendo las llamadas para servir las botellas. Y como la gente solo tenía dinero los primeros cinco o seis días de mes, el resto yo estaba muy tranquilo y podía ir a clase por las mañanas”.
Confiesa que no nació, sino que se hizo rojo. Y como su tesis doctoral, El concepto marxista de la literatura, describe su construcción personal entre letras y consignas: “Aunque había mucha incitación a la lectura en casa, el franquismo lo aplastaba todo. Pero en los 60, Granada era una ciudad bohemia, con mucho movimiento literario y mucho movimiento antifranquista”. En sus plazas se juntó el joven Felipe con otros como él –recuerda a Joaquín Sabina- y en la Facultad de Letras, en la calle Puentezuelas, con estudiantes “sublevados, gamberros, rebeldes sin causa”, se ríe.
“Conectamos con el existencialismo, con Sartre y Camus, y después con lo único que se movía y que tenía mucho prestigio: el Partido Comunista”. En 1970, cuando ya había cambiado las bombonas de butano por clases de Lingüística y Crítica Literaria en el Colegio Universitario de Jaén, una caída en Torredonjimeno llevó al profesor Alcaraz a fundar, con colegas, alumnos y dirigentes no detenidos, el PC de Jaen.
A vueltas con la literatura explica que construyeron partido en una provincia “que es como el Macondo de García Márquez; una provincia de paso que parece que no existe, con una gente profunda, con mucha conciencia de clase”. Y en prosa narra como iban “en coches que parecían peroles. Competíamos con el PSOE -que entonces también era rojo- en una carrera en la que el primero que llegara conseguía la agrupación”. La del PC del Macondo ibérico de Alcaraz se convertiría más tarde en una de las más importantes del país en número de afiliados: más de 7.000.
“Porque había mucho silencio y, debajo de esa costra de silencio, mucho represaliado y mucho miedo. Pero, al mismo tiempo, había una rabia contenida que sería la que después convertiría Andalucía en una comunidad muy de izquierdas. Entonces no se luchaba por la democracia, se luchaba por las libertades, que posiblemente no hayamos conquistado aún”, se lamenta.
Primer comunista jienense del Congreso
En esa lucha, él asegura modesto que apenas sufrió la represión. Lo cierto es que sabe de sobra lo que es una detención de la policía franquista y que en los registros sus apellidos estuvieran acompañados de una orden de busca y captura. Muerto Franco y legalizado el PCE, Felipe Alcaraz se convirtió en el primer comunista en obtener un escaño en el Congreso por Jaén. Participó de la legislatura constituyente y de una Transición que, a su juicio, no fue modélica. “Ahora hablamos mucho de los platós y de la política espectáculo. Entonces sucedió algo parecido: la movilización se fue reduciendo y se llevó al escenario de los grandes próceres. Cuando se habla de Transición, se habla de Suarez, del Rey, de Santiago Carrillo… y hubo muchos muertos, hubo mucha represión…”
Hoy es radicalmente partidario de iniciar un nuevo proceso constituyente. Como radical es su justificación: “La Constitución del 78 ya no existe”, afirma. “No era una Constitución deleznable porque –como bien dijo Julio Anguita- si se hubiera aplicado no estaríamos como estamos. Pero no existe por incumplimiento. No existe porque, desde Maastricht y el BCE –ese monstruo que te presta tu propio dinero al 8%- desaparece la soberanía que sí marcaba aquel texto legal. Y, por si eso fuera poco, porque en tres minutos de conversación telefónica entre Zapatero y Rajoy se reforma el artículo 135 que definió perfectamente María Dolores de Cospedal: ‘Hay gente que prefiere pagar la hipoteca a comer’. Esa es la reforma del 135”.
En 1981 Alcaraz fue proclamado secretario general del Partido Comunista de Andalucía que gobernó durante 21 años. Tras la legislatura “en la que compareció el señor Tejero”, se ríe, volvió a su tierra, “a la comunidad que conquistó su Estatuto de autonomía en la calle”. Fue diputado autonómico por Sevilla hasta el 93. Y desde ese año y hasta 2004, hecho el camino de vuelta Despeñaperros a través, locuaz, irónico y brillante orador en el Congreso de los Diputados. Y esta vez sí acepta la palmada: “Que no está el tiempo para desmentir ningún elogio”, vuelve a reír.
Profeta del Eclipse rojo
En 2004 trató de disputarle a Gaspar Llamazares la coordinación general de IU en una convulsa VIII Asamblea Federal. Un año después, en un convulso XVII Congreso del PCE, la alianza con Francisco Frutos le convirtió en presidente ejecutivo de la formación con el 80% de los votos. Y él, que sabe de convulsiones, se atreve a diagnosticar el origen de las que afectan hoy a la coalición.
“IU ha cometido tres errores: uno fue no creerse el 15M, pensar que aquello era un sarpullido, un sarampión. El segundo: que en las pasadas elecciones europeas tuvo miedo de crecer”. Se refiere a Alcaraz a la negativa de la dirección de participar en la convergencia con Suma que, afirma, fue aprovechada por Podemos.
“El tercer error –concluye- fue la ola de sospecha que se creó sobre Alberto Garzón y que no se dejara pasar a tiempo la política del poder popular, sin miedo a crecer. Pasó Garzón, pero no la política de unidad popular que se entendió mal, como una marca electoral y no como el empoderamiento de la gente”.
En la pelea para que se entienda sigue Felipe Alcaraz que, a sus 73 años, dice “que está jubilado, pero en la carretera”. Y que no vive en Sevilla, sino “desde Sevilla, en una especie misiones pedagógicas, de sitio en sitio, de pueblo en pueblo”. Sigue siendo miembro del Consejo Federal de Izquierda Unida, pero lo suyo –afirma- “es el discurso ideológico y cultural”. El último, lo ejerce desde una cooperativa editorial, Atrapasueños, en la que “mientras otros rescatan bancos, nosotros rescatamos a descatalogados”.
Y escribe. Acaba de terminar la tetralogía Los días de la gran crisis, cuatro novelas en las que, en una mezcla de realidad y ficción, relata el declive de la izquierda transformadora. Desde la muerte de Marcelino Camacho hasta las dos almas de Podemos, la crisis berenjena que aventuró el profeta el verano pasado cuando entregó a la editorial el último volumen: Eclipse rojo. Y se atreve también con la diagnosis de la afección de los de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón: “El gran error de Podemos es haber roto con el 15M en beneficio de la política de los pactos por arriba y de la política de los platós”.
“Lo positivo, ya se lo he dicho a Monedero, es que si fuéramos juntos ahora, Podemos, IU y más gente, sin que se pierda la identidad de nadie, podríamos ganar las próximas elecciones generales, las del 26 de junio”. Convencido de que es imposible un acuerdo antes, termina el filólogo con otra cita literaria: “Ya lo dijo Julio Cortázar: no todo está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y se vuelve a empezar”.
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