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¿Qué gana Europa enfrentándose a China?

Sara Serrano en La Base
Sara Serrano en La Base.

Una de las claves del nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, aprobado en la cumbre de Madrid, es la definición de China como "un desafío" a los intereses de la Alianza. 

El texto dice textualmente que Rusia "es la más significativa y directa amenaza para la seguridad de los aliados y la paz y estabilidad del área euroatlántica", mientras que "las maliciosas operaciones cibernéticas e híbridas de China y su retórica de confrontación y desinformación apuntan a los aliados y dañan la seguridad de la Alianza". 

Pero esto no siempre ha sido así. Hasta ahora, la Comisión Europea, había tratado de mantener una relación independiente de Estados Unidos con China a la que definía como un socio cooperador con el que aproximar objetivos. 

De hecho, el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, abogó por una estrategia propia para la Unión Europea, basada en la cooperación con China en materias como el cambio climático, los conflictos en África o la lucha contra el COVID; y al mismo tiempo una defensa de la soberanía europea. Sin embargo, la guerra de Ucrania ha alterado la posición de la Alianza Atlántica respecto de China, introduciendo por primera vez el término "desafío".

Este endurecimiento de la posición de la OTAN respecto a Pekín, arrastra además inevitablemente a la Unión Europea, cuyos estados miembros pertenecen mayoritariamente a la Alianza. 

Hemos contactado con la embajada china en España que nos ha hecho llegar un comunicado en el que instan, a la OTAN a que "acabe con la difusión de desinformación y afirmaciones provocativas contra China, abandone la mentalidad de la Guerra Fría, la postura de suma cero y la confrontación entre bloques, y que deje de instigar conflictos, crear tensiones y poner en peligro la paz y estabilidad del Asia-Pacífico".

En cuanto a las consecuencias de esta decisión de la OTAN, en primer lugar hay que tener en cuenta que el año pasado China, superando a Estados Unidos, fue el principal socio comercial de la Unión Europea. Las transacciones entre ambos bloques casi alcanzaron los 700.000 millones de euros. 

Las importaciones chinas a la Unión Europea suponen el 22%, mientras que las exportaciones a China alcanzan el 10%. Esto convierte a China en el primer origen de las importaciones europeas y en el tercer país destino de las exportaciones. 

Según detalla la Comisión Europea, "la dependencia de la UE de terceros países, incluida China, es incluso mayor que la dependencia respecto a Rusia en combustibles fósiles, especialmente el gas y el petróleo". 

Además, en lo que se refiere a energías renovables, Europa se ha convertido en un importante destino de la inversión china. Las empresas chinas dominan la fabricación de paneles solares a nivel mundial y casi el 40% de sus exportaciones se dirigieron a Europa. Esto se debe a que China controla prácticamente la totalidad del proceso de producción de paneles solares: domina el 77% de la producción de polisilicio, necesario para la construcción de los paneles. 

El 98% de las obleas de los paneles fotovoltaicos,  el 83% de las células solares y el 75% del proceso de montaje. Según la consultora internacional Morgan Stanley, la ruptura de relaciones comerciales con Rusia debido a la guerra de Ucrania, se traducirá en un aumento del 15% de las exportaciones solares chinas a Europa durante la próxima década. 

Además, China es fundamental en la extracción y refinamiento de materias primas clave para la transición energética, como el litio, del que posee el 40% de los depósitos a nivel mundial y el 45% de las instalaciones para su procesado. 

En decir, las renovables en Europa dependen de la inversión china, pero la Unión Europea no ha sido el único que ha reorientado sus alianzas estratégicas tras la guerra de Ucrania. Tras la paralización de Nord Stream 2, el gaseoducto que planeaba importar gas ruso a Alemania, y tras los paquetes de sanciones, Vladimir Putin instó a los empresarios rusos a reorientar sus importaciones hacia la región asiática. Este giro de Rusia hacia Asia en materia energética se concreta en la construcción de un gaseoducto que enviará 50.000 millones de metros cúbicos anuales a China a través de Mongolia. 

Esto es algo que analiza muy bien Susan Watkins en su artículo "Estados Unidos contra China" publicado por la New Left Review. En él, concluye que la política exterior estadounidense actual está llevando de hecho a Rusia, China e Irán a una alianza en la práctica. Una alianza que no beneficia a Europa, altamente dependiente tanto de Rusia como de China. 

Es un texto muy útil para entender la pugna geopolítica de Estados Unidos y China que está condicionando a Europa. Os dejo sólo un fragmento: 

"La prioridad estratégica para Estados Unidos después de la Guerra Fría era evitar la aparición de una nueva superpotencia, para lo cual mantendría la indiscutible supremacía aérea y naval en la región del Pacífico que había disfrutado desde 1945. Washington vigilaría a China estrechamente y la «apoyaría, contendría o equilibraría» según fuera necesario. El objetivo era presionar a Pekín para que implementara las reformas estructurales definidas por el Banco Mundial, abriera totalmente sus mercados a las empresas e inversores del Atlántico Norte y garantizara sus derechos de propiedad. Washington esperaba que la socialización de las élites chinas dentro de su sistema universitario ayudaría a producir un nuevo estrato de Yeltsins y Gorbachovs, abierto a la idea de reemplazar el Partido Comunista Chino por una forma más aceptable de gobierno". 

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