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Gonzalo Berger, historiador: "No es cierto que las milicias antifascistas fueran inoperantes, un desastre y un caos"

31/10/2022 - L'historiador Gonzalo Berger.
L'historiador Gonzalo Berger. Públic

Entrevistamos al historiador Gonzalo Berger, autor de Las milicias antifascistas (Bellaterra Edicions), una obra que profundiza en lo que se convertiría en el ejército de voluntarios que tendría un papel fundamental en el esfuerzo de Catalunya para combatir a los militares golpistas durante la guerra civil.

Durante los primeros meses de la Guerra civil española, Catalunya vivió un momento revolucionario, una de cuyas manifestaciones fue la articulación de las milicias antifascistas para combatir a los golpistas. Despreciadas y criticadas por algunos y elogiadas acríticamente por otros, el historiador Gonzalo Berger les pone luz y profundiza en ellas más allá de los mitos en Las milicias antifascistas. De las calles a las trincheras. Catalunya, 1936, publicado recientemente por Bellaterra Edicions. Con un protagonismo destacadísimo de la CNT, que aportaba casi la mitad de los voluntarios, las milicias catalanas llegaron a contar con unos 35.000 combatientes.

Le entrevistamos para hablar a fondo sobre cómo se gestaron, qué supusieron, las tensiones políticas que se vivieron en ellas y el papel que jugaron la Generalitat, las mujeres, los voluntarios extranjeros y, también, los militares que participaron. Durante la conversación, Berger profundiza en el boicot protagonizado por el Gobierno de la República, que permanentemente se negó a enviar los recursos económicos que la Generalitat necesitaba para mantener el esfuerzo de guerra y sostener un ejército que estuvo pésimamente mal armado y poco equipado.

De entrada, ¿cómo surgen las milicias antifascistas de Catalunya?

Nacen a partir de la batalla de Barcelona cuando voluntarios de las organizaciones políticas y fuerzas del orden público se enfrentan y derrotan a los militares sublevados. A partir de aquí se crea una alianza por la necesidad de seguir defendiendo el territorio, porque Zaragoza y otras zonas cercanas a Catalunya han quedado bajo control de los sublevados. Hay que articular a los voluntarios en un ejército capaz de enfrentarse a los golpistas y defender el territorio. Y a partir de distintas conversaciones entre organizaciones políticas e instituciones se acaban articulando estas milicias antifascistas.

La respuesta es muy rápida. El Comité Central de Milicias Antifascistas se crea ya el 21 de julio, al día siguiente de que se haya detenido el golpe en Barcelona.

Se juntan varias cuestiones. Una es el contexto, con cierto desorden y en el que todavía no hay informaciones claras de lo que está sucediendo en el territorio. Valencia, San Sebastián o Madrid irán cayendo del lado de la República, pero la primera en hacerlo será Barcelona. A esto se suma que existe una orden del ministerio del ejército republicano que desarticula todas las unidades que se han sublevado. En Catalunya, junto a Aragón, está la cuarta división, que será desmovilizada y habrá un vacío de poder. Desaparece el ejército y el monopolio de la violencia por parte del Estado en Catalunya, más allá de que las calles estén también bajo control de las organizaciones obreras y las fuerzas de orden público fieles a la República. Hay que llenar ese vacío y de ahí el entendimiento entre las diferentes organizaciones políticas y sindicales y las instituciones, que a partir de esta masa de voluntarios buscan levantar una fuerza capaz de defender el territorio.

¿Cuáles eran los principales objetivos del Comité Central de Milicias Antifascistas?

"El Comité de Milicias suplirá las funciones del Estado en Catalunya en cuanto a ejercer el monopolio de la violencia"

Suplir las funciones del Estado en lo que se refiere al monopolio de la violencia. Esto incluye al ejército y también al orden público, es decir, Interior y Defensa. La labor del Comité será organizar este nuevo espacio que ha desaparecido. Obviamente después hay otras instituciones y, enseguida, la Generalitat crea la conselleria de Defensa, pero el momento que vivía el país no daba margen para que la Generalitat asuma inicialmente y de forma plena las competencias en defensa, como sí sucederá después.

¿La aparición de las milicias también refleja el momento revolucionario que vive Catalunya ese verano?

Sí, es un momento revolucionario en muchos sentidos, en el sentido de que las organizaciones marxistas o libertarias acaban alcanzando influencia política real, pero también aquéllas que defienden un republicanismo radical y, por supuesto, las fuerzas nacionalistas que recuperan competencias. Existe una revolución social, política, y también nacional.

En el libro directamente dice que en los primeros meses de la guerra la Generalitat amplía competencias y se convierte prácticamente en la administración de un Estado.

Es así, lo que define a un Estado tiene mucho que ver con el monopolio de la violencia y el control de las carteras de Interior y Defensa. Pero existe una tercera pata que es fundamental, que es el control de la economía, la capacidad de financiar todas las competencias. De facto, el Govern de Catalunya y las fuerzas que le apoyan alcanzan esos meses autonomía política, o sea la independencia, lo que es controlar el destino del país y organizarlo.

La obra también desmonta algunos mitos en torno a la CNT y el anarcosindicalismo, ya que deja clara su implicación en un esfuerzo unitario por defender a la República y no la hace responsable de las principales tensiones políticas de la retaguardia.

Es evidente que la CNT a nivel social y político tiene un peso importantísimo en Catalunya antes, durante y después de la guerra civil, de hecho es la gran organización y tiene unos brutales niveles de penetración social. La otra gran fuerza será ERC. Es un momento en la historia donde la ideología tiene realmente un peso específico relevante en la vida de las personas, la gente lucha por un modelo social concreto y lo hace hasta las últimas consecuencias. Y la CNT catalana tendrá una lógica catalana, es cierto que vivirá tensiones internas, pero tendrá una actuación de compromiso e implicación con esta organización en principio militar que nace en Catalunya y después con todas las formas de gobierno que se darán y esto es una decisión pactada con su militancia.

"La CNT estará presente en el comité central de las milicias y después rápidamente estará en la Conselleria de Defensa"

Es cierto que todo esto desembocará en problemas, pero la CNT estará presente en el comité central de las milicias y después rápidamente estará en la Conselleria de Defensa, tendrá cargos en la Generalitat muy ligados a Interior y Defensa y tendrá una posición de colaboración y de sumar, en definitiva. A la larga seguramente esta será una jugada que le saldrá mal, si bien es cierto que en ese momento es una organización que no debe preocuparse por la hegemonía política, porque de facto ya la tiene. Respecto a su peso específico dentro de las milicias, prácticamente la mitad de personas que las integraban militaba en la CNT, el resto, lo hacía en otras organizaciones.

Dos días después de la creación del Comité, el 23 de julio, salen ya las primeras columnas de milicianos hacia el frente de Aragón. ¿Allí comienzan los problemas prácticos para afrontar la guerra?

Tenemos tendencia a tratar la historia como una fotografía, como algo estático, pero existen unas evoluciones que la explican. Una guerra es muy cara de sostener y en el siglo XX implica recursos, organización, efectividad, una serie de factores que van mucho más allá de la fotografía del momento, de la fecha. Toda esta masa de voluntarios que empieza a salir hacia el frente de manera eufórica -y que alcanza muchos objetivos porque las milicias recuperan mucho territorio en Aragón, algo que después no hará el ejército republicano-, se verá un poco frenada por la poca operatividad generada por la falta de recursos.

En Catalunya prácticamente no hay armas y las que hay son anticuadas, apenas hay aviación o marina de guerra, no hay depósitos o fábricas de armas y tampoco existen los recursos financieros. España acumula grandes depósitos de oro, pero están en Madrid. Y comienzan a aparecer los problemas porque no hay capacidad operativa y enfrente tienen un ejército bien organizado, con militares profesionales y bien armado, y se encuentran con unas condiciones complicadas.

La Generalitat tiene un papel clave en las milicias, ya que avala al Comité y es quien en gran parte las financia. Pero no recibe apoyo del Gobierno de la República, que no le envía recursos. Comenta que la razón es que está molesto por su pérdida de poder en Catalunya y tampoco ve bien el momento revolucionario que se vive allí. Casi puede hablarse de boicot.

Ahora no se trata de decir quién tiene la culpa y quién actuó deslealmente, pero desde Catalunya más allá de organizar las unidades militares e intentar defender el territorio, se intenta poner en marcha rápidamente una industria de guerra. Se intentan fabricar armas que se necesitan desesperadamente para sobrevivir políticamente, y todo esto necesita materia prima. El 8 de agosto de 1936 Francia y el imperio británico firmaron el tratado de no intervención, así que existe un bloqueo a la compra legal de armas. Aunque tampoco se dispone de capacidad financiera, se va al mercado negro y se consiguen contratos para llevar cartuchos o trilita.

"El endeudamiento es enorme, existe el riesgo de colapso total de la economía catalana"

Todo esto necesita recursos, pero los recursos nunca llegan a Catalunya. Es más, para comprar algo tan básico como el carbón, necesario para mantener el tráfico ferroviario y la industria de la guerra, se deposita dinero en el Banco de España, pero éste bloquea su compra en el mercado internacional. Enseguida, ya en septiembre, el Govern está en bancarrota. El endeudamiento es enorme, existe el riesgo de colapso total de la economía catalana y, por supuesto, no se puede comprar armamento ni materia prima para sostener las fuerzas armadas que están combatiendo en distintos frentes.

Cuando se acude al Banco de España y al Gobierno republicano para pedir financiación para sostener la guerra y el país, el Gobierno republicano se niega y cuando acepta lo hace con lo que se llama créditos de guerra. Estos créditos, concedidos a una parte de lo que considera su territorio nacional, son tan escasos que el endeudamiento de la Generalitat será perpetuo.

¿El Ejército Popular de Catalunya estará permanentemente mal financiado?

Absolutamente, pero no sólo el ejército, también la industria de guerra, el propio país, todo... Hay una situación de bancarrota y el Gobierno de la Republica no la soluciona, porque considera que el gobierno que existe en Catalunya no está bajo las órdenes directas de la república. En las memorias de Krivitsky, que era el delegado de la Unión Soviética para Europa Occidental y el hombre que vendería todo el armamento a la República española, el famoso oro de Moscú, se explica -y lo recojo en el libro- que en el primer envío de armamento moderno soviético que se realiza, el barco sale de un puerto del Mediterráneo, va hacia Valencia y allí se encuentra con submarinos italianos y da la vuelta. Cuando el capitán del barco pregunta si pueden descargar el material de guerra en Barcelona le dicen que no, porque el Govern está considerado un "gobierno enemigo" y les hacen volver a Francia a cumplir órdenes. Hablamos de noviembre del 36, un momento en el que la posible derrota de Catalunya es algo absoluto, porque no hay cartuchos ni balas.

Vista con perspectiva histórica, ¿esta actuación del Gobierno republicano fue contraproducente y no favoreció su victoria en la guerra?

Por supuesto, no cabe duda. No solo existe el caso de Catalunya, en Euskadi y Asturias se encuentran en la misma situación, con gobiernos que asumen competencias, pero no tienen capacidad para sostener la defensa y son barridos. Al norte se encuentran los altos hornos, los puertos del Cantábrico y grandes masas de población defensora de la República; en Catalunya, la industria de guerra o la conexión con Francia. Todo esto son elementos estratégicos que se dilapidan, además de perder toda la euforia inicial de los combatientes.

"La lógica centralista de defender la capital (...) acaba siendo un desastre"

En los siglos XIX y XX Catalunya había sido un territorio muy antimilitarista, pero en este caso la población sale en masa a defender un espacio que considera propio, sea la República española, las instituciones catalanas o la revolución socialista o libertaria. Va voluntariamente a la guerra y esto es un valor en sí mismo que es dilapidado en los primeros meses de la guerra con toda la pugna ideológica que existe en la retaguardia catalana, pero también con la relación con la República española. Al final el Gobierno republicano pierde puertos en el Mediterráneo y en el Cantábrico, siderurgias, industrias navieras, la industria de guerra catalana y, sobre todo, las conexiones con Francia. La lógica centralista de defender la capital y destinarle el armamento, las mejores unidades y los recursos acaba siendo un desastre.

¿La pugna ideológica, que en el caso catalán vive su cenit en los hechos de mayo de 1937, se podía evitar o era imposible?

Creo que era evitable. Al inicio de la guerra no está tan clara la adscripción ideológica en muchas columnas [de milicianos]. En las columnas anarquistas hay gente de otras organizaciones y no es un problema. Hay diversidad ideológica, pero es cierto que esto va cambiando a medida que pasa el tiempo y quien más instiga a la uniformización ideológica de las unidades en el frente son los comunistas catalanes, la UGT y el PSUC. Seguramente porque son organizaciones todavía con muy poca penetración social y buscan una mayor compactación y una influencia. El POUM es también una organización muy refractaria dentro de sus unidades militares.

Esto irá derivando hacia los Hechos de Mayo, pero antes de que se llegue hay una serie de puntos muy calientes, por ejemplo en las zonas de frontera como la Cerdanya, y también existe la intención del gobierno republicano de neutralizar el momento que se vive en Catalunya. No debemos olvidar que el Tratado de No Intervención tendrá una consecuencia directa, que creo que no es la deseada por quienes lo firman, y es que la República española, donde los comunistas inicialmente tienen poca influencia, deberá volcarse hacia la Unión Soviética, porque es quien tiene capacidad de suministrarle armamento y tendrá una injerencia política clarísima. Los Hechos de Mayo son también consecuencia de esta injerencia de la Unión Soviética.

Escribe que "el comité fue práctico para encauzar la dinámica política posterior al 20 de julio, pero del todo ineficaz para articular un ejército efectivo". La militarización, es decir, la transformación de las milicias en el Ejército Popular de Catalunya, ¿generó tensiones?

La militarización de las columnas de voluntarios se aprueba por unanimidad y está impulsada por la CNT. En el momento del decreto de militarización, el conseller de Defensa es [Francesc] Isgleas, que es el hombre fuerte de la CNT en Catalunya durante toda la guerra. Al final es lógico, esta gente está en la frente, la están matando y es consciente de la precariedad y la fragilidad ante lo que tienen y que si se caen, aparte de perder la vida, el país, su gente y sus ideas serán barridos. Así que buscan la máxima efectividad y esto en la guerra es un ejército organizado. El Comité es ineficaz porque es incapaz de imponer el código militar, es decir, que no puedas irte de una unidad militar cuando tú quieres, y también hay un problema gravísimo con las armas, ya que no las hay en el frente pero sí en la retaguardia, porque la gente se llevaba su arma [cuando tenían un permiso, por ejemplo].

En octubre [del 36] hay una reunión del Frente de Aragón donde están los mandos de las columnas y de las organizaciones y Durruti dice que ya basta de tonterías y que hace falta militarización, mando único, colectivizaciones las justas, y economía fundamentada en la lógica de la guerra. Ésta es la posición de todos los mandos y de la gente que está dando la cara al frente y la impulsa la CNT, si bien es cierto que algunas de sus columnas no ven bien la militarización o se niegan.

El otro gran problema es el control del comisariado en las unidades militares, donde los comunistas tienen mucha más presencia que militancia combatiendo. Los anarquistas defienden que si ellos ponen a la gente, no es normal que estén con un comisariado comunista. Pero como los comunistas tienen el control de las armas, imponen a su gente y aquí sí que habrá un problema real entre ellos y los anarquistas, no con la militarización.

El libro aborda también otras cuestiones, como la presencia de la mujer en las milicias, que sufriría un enorme machismo. ¿Fue muy numerosa?

Cuando hago el análisis de los subsidios de los milicianos empiezo a ver que hay muchas mujeres, muchas más de las que pensaba. Hay cerca de 1.500 mujeres catalanas que formarán parte de las milicias. No es una cuestión espontánea, sino que son mujeres que tienen una trayectoria importante en organizaciones políticas y sociales, que luchan por sus derechos, y en ese momento dan un paso más y se implican en el esfuerzo militar. Son mujeres avanzadas y esto tendrá un impacto incluso a nivel europeo durante la II Guerra Mundial. En proporción, la CNT no tiene un peso tan elevado como en el conjunto de las milicias, aunque sigue siendo hegemónica.

Muchas mujeres estarán hasta que las echen, otras estarán durante toda la guerra, porque no habrá una expulsión real institucional. No es cierto que con la militarización se las expulsara, lo que sí hay enseguida, ya en septiembre y octubre del 36, es una presión hacia las mujeres que están en el frente, primero social y se las acusa de prostitución y de propagar enfermedades venéreas. Y cuando muchas comienzan a marcharse por esta presión externa e interna existe la excusa de la cuestión física, diciendo que son incapaces y físicamente son inferiores. Su expulsión será paulatina en función de órdenes internas de partidos u organizaciones, pero nunca desde las instituciones. Y habrá muchísimas que continuarán en el ejército republicano y serán mandos.

El 4% de los milicianos son extranjeros, que se movilizan antes de la creación de las Brigadas Internacionales. ¿De dónde salen? ¿Estaban en Barcelona para participar en la Olimpiada Popular?

Existen tres factores determinantes. Lo primero es que durante los años 30 en Barcelona ya hay muchos internacionales, muchos exiliados de Alemania, Austria-Hungría, Italia, ... Después está toda la gente que ha venido para las Olimpiadas populares, que tampoco es tanta, y después existe un contingente muy grande de franceses, muchos de los cuales son descendientes de españoles que se habían exiliado. Y los franceses, o los italianos que están ahí porque han huido del régimen de Mussolini, sí saltan a España enseguida. Y después habrá un goteo constante. 

En las milicias también había militares profesionales, ¿entiendo que comprometidos con la república?

Sí, o simplemente gente fiel al juramento que había hecho con el gobierno de la República, más allá de que fueran o no afines a las ideas que se defendían. También existe un contingente importante de militares que militan en organizaciones como ERC, Estat Català, los socialistas, Izquierda Republicana o, incluso, en la CNT. Existe un contingente importante de la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), una organización clandestina en el ejército que actuaba en contraposición a la Unión Militar Española, de carácter fascista. En Barcelona los mandos eran todos de la UMRA, como [Felipe] Díaz Sandino o [Vicenç] Guarner y habían sido nombrados por el gobierno republicano. De alguna manera ya se veía a venir el escenario y existe una redistribución de mandos en las grandes ciudades o donde las guarniciones son más susceptibles de sublevarse. Esa gente también conforma a las milicias. 

¿Y son claves en el futuro ejército?

Por supuesto. Al final, la guerra requiere de oficio, como todo. Tienes que saber disparar un obús de artillería, hacer funcionar un avión o un barco, hay una táctica, en lo que los militares son fundamentales. Cuando se dice que las milicias fueron inoperantes, eran un desastre y un caos, yo digo que no es cierto, porque eran organizaciones dirigidas por militares de alta graduación del ejército republicano y por militares profesionales sobre el terreno. Luego tenían una masa de combatientes convencidos de que debían luchar, que es un factor que normalmente no se da en los ejércitos de leva. Eso sí, estaban muy mal armados. Siempre se había obviado mucho esta participación de los militares, pero había muchísimos y muchos están involucrados ideológicamente. Y ayudan y mucho en la articulación de las milicias. 

Más de 80 años después, ¿qué poso cree que queda de las milicias antifascistas en Catalunya?

En su vertiente más institucional y organizativa sigue existiendo esta idea de país y de alcanzar competencias, y sigue existiendo esta fragmentación política. Los matices catalanes, que no son tan evidentes en otras partes del territorio peninsular, la pluralidad y las discrepancias, pero también el entendimiento a la hora de generar oportunidades de gobierno o avanzar a nivel de país o social. A nivel más práctico, de combatiente o voluntario, creo que no existe una herencia, porque vivimos otra realidad social y debemos estar contentos de que sea así.

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