Este artículo se publicó hace 2 años.
La historia en los huesos: la fosa de Pico Reja y los mineros que querían parar el golpe fascista
Un análisis químico revela metales pesados en restos óseos de la fosa común de Sevilla y apunta al hallazgo de al menos 30 miembros de la Columna Minera de Huelva, en un estudio que supone "una novedad en todo el mundo".
Juan Miguel Baquero
Sevilla-
La historia está en los huesos. Y no es una paradoja. Un análisis científico revela la presencia de metales pesados en restos óseos recuperados de la fosa común de Pico Reja (Sevilla) y certifica que pertenecen a 30 miembros de la Columna Minera de Huelva. A una parte de aquellos trabajadores que querían parar el golpe fascista, hasta que una traición a las puertas de la capital de Andalucía reventó la suerte de torcer el relato.
La tierra del cementerio sevillano ya ha devuelto a 1.200 víctimas del franquismo. En dos de los grupos de víctimas, el 33 y 25, aparecen cuerpos tirados boca abajo, con tiros en la nuca y signos de ataduras. Otras personas, en ataúd, muestran mutilaciones extremas, metralla y fragmentos de granada, con el material óseo afectado por fuego y cubierto por una capa de ceniza. Solo una explosión puede causar "tal destrozo en cuerpos humanos", plantea el equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.
En el esqueleto de los huesos hallados se acumulan metales pesados
La hipótesis salta: ¿son los mineros? La presunción no depende del azar, tiene soporte histórico y arqueológico. ¿Y cómo confirmar que son ellos? El acierto pleno llega buscando nuevos caminos a las mismas preguntas. Aluminio, arsénico, manganeso y cobre... los huesos tienen la respuesta. Porque ahí, en el esqueleto, se acumulan los metales pesados.
"Este estudio químico es una novedad en el panorama de la investigación científica de las fosas de la guerra civil española y abre una puerta muy importante, sin duda", expone Fernando Serrulla, antropólogo del equipo de Antropología Física de Aranzadi, en declaraciones a Público. Un análisis inédito, pionero: "Hasta ahora, después de revisar casos en todo el mundo, no se ha hecho un estudio parecido".
Y los huesos contaron la historia. "Las personas que durante toda su vida trabajaron en las minas, bebieron, respiraron y comieron en su entorno sin las medidas de seguridad actuales, pudiendo recibir una transferencia de metales pesados", explica Aranzadi. La vía analítica confirma la conjetura a través de las pruebas científicas realizadas en la Universidad de Santiago de Compostela.
Cambiar la historia
La inmediata reacción de centenares de obreros al golpe de Estado, desde Huelva, acaba en matanza el 19 de julio de 1936. Los mineros, con escaso armamento y un puñado de camiones cargados de dinamita, llegan hasta La Pañoleta. Casi tocan Sevilla con las manos. Al frente de la expedición se sitúa la Guardia Civil bajo mando de Gregorio Haro Lumbreras, que adelanta el paso. Dice que ellos entrarán primero... porque ya están a las órdenes del genocida Queipo de Llano. Una emboscada hace estallar todo por los aires.
Los disparos causan una explosión enorme. Muere mucha gente, detienen a más de 70, hay cadáveres esparcidos... aquello queda en un auténtico desastre", recuerda el historiador Francisco Espinosa Maestre
Es la traición que evitó "cambiar la historia, que el golpe fracasara a las 24 horas, y se pierde esa oportunidad", sintetiza el historiador Francisco Espinosa Maestre. "Los disparos causan una explosión enorme. Muere mucha gente, detienen a más de 70, hay cadáveres esparcidos... aquello queda en un auténtico desastre", recuerda. Los capturados acaban muertos a tiros días más tarde, el 31 de agosto.
Los huesos de Pico Reja corroboran ahora esa parte de la historia arrojada al olvido. Las fracturas "responden posiblemente a un traumatismo de alta energía", confirma Serrulla. "La distribución de las lesiones en el esqueleto y la presencia de fragmentos metálicos irregulares entre los restos permite pensar que los individuos estaban muy cerca del foco de una explosión", añade. Aparece también una porción de granada de mortero del Ejército.
Este "patrón" y el resto de evidencias "representan unas pruebas claras de que estamos ante decenas de componentes de la columna minera de Huelva", según el informe científico. Los tres apoyos, histórico, arqueológico y el análisis químico, refrendan "la hipótesis que mantenía el equipo", dirigido sobre el terreno por el antropólogo Juan Manuel Guijo y el arqueólogo Jesús Román.
Los depósitos de cadáveres 33 y 25 han sido testados, además de un "grupo control elegido aleatoriamente de la fosa". La lectura de los restos sostiene "diferencias significativas en la presencia de metales pesados" y "todo esto lo vincula con los mineros con niveles de probabilidad muy altos, no es el azar entre los más de 5.000 individuos exhumados en Pico Reja", en palabras de Fernando Serrulla.
Tampoco queda excluida la opción de que entre los grupos "no haya otras personas enterradas también de forma clandestina", víctimas de la represión franquista en la ciudad en esas fechas. "Pero además hay que ser prudentes con estas cosas, incluso a nivel periodístico, porque la identificación individual solo se consigue con la vía genética", precisa el médico forense. Todos hacen, en este punto, "un llamamiento a los posibles familiares de los miembros de la Columna, ya que tenemos conocimiento de que los hay, para el análisis genético". Para poner, en lo posible, nombres y apellidos a los huesos. "Si al menos detectáramos a uno, ya lo tendríamos".
Medalla para el traidor
Un objetivo: frenar en seco la victoria sublevada que los golpistas cimentan desde el sur. La reacción nace en Huelva. Los mineros, aclamados en cada pueblo, toman fuerza. Devoran el camino y el ritmo frenético entrevé la viabilidad del plan. Llegar a Sevilla, sumar apoyos, tomar la plaza en manos de las fuerzas comandadas por el sangriento Queipo de Llano... atajar la asonada.
"El proyecto –la Columna Minera– era conocido por Madrid –por el Gobierno de la República–, que dio el visto bueno para que se hiciera", cuenta el historiador Francisco Espinosa a este periódico. "Salieron desde diferentes puntos para acabar con el golpe en Sevilla. El problema era que Lumbreras iba delante, fue el primero que avisó a Queipo sobre lo que se le venía encima y cuando llegaron los mineros ya tenían preparado todo, con un ataque que fue un desastre", explica.
La "larga" expedición sufre la "encerrona" en la parte baja de la cuesta del Caracol, donde se bajaba a Sevilla entonces desde Huelva. El ataque afecta a la parte primera y "los demás huyeron para evitar caer". "No pudieron entrar en la ciudad y hacer frente a las fuerzas de Queipo, que eran muchísimas y no cuatro gatos como se ha dicho tanto. Además iban con escopetas, no era un grupo bien armado, cada uno llevaba lo que podía. Quizás los hubieran matado igual pero les hubieran hecho frente", relata.
"Fue una aventura terrible y una empresa fallida por culpa de la traición de Haro Lumbreras", reitera Espinosa Maestre. El guardia civil golpista recibe la Medalla Militar y la publicación en el BOE deja claros los méritos: "Por el patriotismo demostrado al pasarse a nuestras filas, en la noche del 18 de julio, al llegar a Sevilla al frente de una columna de guardias civiles y de asalto, para combatirnos, no obstante la orden recibida de acompañar a los mineros de Riotinto para volar Sevilla", como desvela el investigador Julio Guijarro.
"Fue una aventura terrible y una empresa fallida por culpa de la traición de Haro Lumbreras", reitera Espinosa Maestre
El propio Queipo propone la condecoración, "aprobada en Burgos en octubre de 1936 por el general jefe de los Ejércitos de Operaciones Gil Yuste". El texto ensalza "las dotes de mando y pericia militar demostrados al combatir a dicha columna de mineros en la mañana del día 19 de igual mes, en la Pañoleta, destrozando la columna y recogiendo prisioneros y abundante material de guerra, así como por su intervención en la ocupación de las ciudades y pueblos de Utrera, Triana, Estepa y Aguadulce".
"Emoción" en las familias
"La noticia me sacudió por dentro", confiesa Miguel Guerrero, nieto de uno de aquellos mineros, con el que comparte nombre y primer apellido. "Uno lleva ya años esperando, buscando... Tener la certeza de que están allí es muy importante, a ver si culmina con la identificación, aunque eso es más complicado".
"Mi abuelo, Miguel Guerrero González, cuando lo fusilan tenía 41 años", narra Miguel. "Trabajaba en la Riotinto Company Limited, una empresa tremenda, porque los ingleses dominaban y eran dueños de todo en la comarca. Eran los que tenían mejores salarios en aquella época y acudía gente de toda España", continúa. Los mineros requisan vehículos y dinamita de los depósitos de las compañías y suman gente en su recorrido a la capital.
"El hecho de que vinieran 14 ó 15 camiones indica que venían un grupo importante de personas, quizás 300 ó 400, pero salieron en estampida después del ataque", lamenta Guerrero. "Tengo constancia de que mi abuelo fue ejecutado en el grupo de la Carretera de Carmona-Amate, una zona chabolista en la época, y ahora esta confirmación de que están en Pico Reja ha sido... un día de mucha emoción, no podía imaginar esto", confiesa.
"Detuvieron a una serie de gente, allí mismo mataron a algunos, y al resto los fueron matando en los lugares más simbólicos de la resistencia obrera allí en Sevilla", explica Espinosa. "En Triana, La Macarena al lado de la muralla, en Ciudad Jardín... fue una matanza simbólica", en palabras del historiador. "Esta gente fue enterrada en diversos sitios", culmina.
"Aquí hace años venían dos primas, desde EEUU y Argentina, cuyo tío fue asesinado por Queipo, que venía en la columna", advierte el historiador. Refiere el caso de Pilar Comendeiro y Nelly Bravo, sobrinas del minero José Palma Pedrero. Viajaban desde Buenos Aires y Nueva Jersey, y seguían buscando, desde que un día descubren el paradero de su tío en el libro La justicia de Queipo del propio Francisco Espinosa Maestre.
En Camas, varias campañas arqueológicas exhuman 21 víctimas del franquismo
"José Palma Pedrero, de Riotinto, encontrado carbonizado en el interior del camión matrícula SE-16991", leyó Pilar. Era la historia que, siendo niña, oía contar en casa. "El día que estalló la guerra, el tío Joselito salió con otros del pueblo a detener a Franco y lo mataron camino a Sevilla. Nunca nos entregaron el cuerpo ni nos dijeron dónde estaba enterrado. Mi madre se volvió loca", contaba hace un lustro a este redactor. En Camas, varias campañas arqueológicas exhuman 21 víctimas del franquismo. Un grupo de 14 reciben entierro digno el 29 de septiembre de 2016 en un mausoleo construido en el cementerio municipal.
"Hallazgo histórico"
Y el puzle del terror que emerge de la tierra subraya la "estrategia de ocultación total" que supone Pico Reja, según Espinosa Maestre. "Ya investigué en los años 80 los libros de fosa común del cementerio, después de un gran tute para conseguirlo, y te ponías a mirar y había un montón de espacios vacíos, y al final ponía hasta aquí. El libro era un misterio, estaba completamente manipulado. Parece que lo rehicieron en un momento determinado, que apuntaban todos los nombres hasta que se dieron cuenta de lo que estaban dejando", advierte.
El propio alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, describe el "hallazgo" como "extraordinario, histórico". La noticia "viene a arrojar luz sobre uno de los episodios más trágicos de Sevilla y la cuenca minera de Huelva durante el golpe de Estado", continúa, tras presidir la reunión del Consejo Municipal de la Memoria Democrática, celebrado en Pico Reja.
Ahí, a pie de fosa, también está su homólogo en el Ayuntamiento nervense. "Es un momento muy importante para Nerva y compartiré esta información con todos los nervenses y los familiares de las personas represaliadas", refiere el primer edil, José Antonio Ayala. El grueso de los mineros parte de esta localidad onubense, azotada después por la represión fascista.
Los restos de esta treintena de resistentes contra los golpistas acaban en el puzle de Pico Reja, convertida en paradigma de la desaparición forzada. Las cifras actualizadas señalan 5.512 sujetos intervenidos en total, de los que 1.188 corresponden a "población asesinada", mientras 2.598 son enterramientos normalizados en ataúdes, otros 1.561 a osarios y 165 a "material aislado", según el último informe del equipo de Aranzadi.
Los cuerpos de más de un millar de víctimas del franquismo están arrojados o cubiertos por osarios, ataúdes y enterramientos normalizados... Pico Reja es la fosa "de mayor envergadura que se afronta en el conjunto del país, con 671,34 metros de longitud y una profundidad aproximada de cuatro metros", especifica el Consistorio en una nota. La intervención arqueológica, impulsada por el Ayuntamiento de Sevilla, arrancó a principios de 2020 con 1,21 millones de euros cofinanciados por el Consistorio hispalense, la Diputación Provincial de Sevilla, la Junta de Andalucía y el Gobierno de España.
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