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José Moreno, el último gudari del San Andrés

Soldado de la memoria

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José Moreno (a la derecha), junto al lehendakari, Iñigo Urkullu, en 2015. / SABINO ARANA FUNDAZIOA

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No hace demasiado tiempo que libró el soldado su enésima batalla en Barakaldo, en el hospital de Cruces. “¡Oye, como hay Dios!”, exclama con la risa que acompaña toda su crónica. “Yo, que estuve en la guerra y que jamás había estado en un hospital, casi me voy por un catarro mal curado”. El humilde catarro que refiere fue en realidad una insuficiencia cardiaca que en quince días también se rindió a los bríos casi centenarios de este gudari de engañosa apariencia.

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Aquel empleo, como camarero segundo de la nao Banderas, dejó un primer bollo en la armadura del soldado. “Mussolini acababa de invadir Abisina y en Italia nada más que había hambre, miseria y prostitución. Aquello que vi era el fascismo: a mediodía los trabajadores que venían al barco, todos con camisa negra, paraban para levantar el brazo con el saludo fascista. Mientras la gente, miserable, se acercaba a pedirnos comida. ¿Quieres creer que no nos dejaban darles ni un pedazo de pan y teníamos que tirar lo que sobraba a la ría?”

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José Moreno,en Balmaseda, en marzo de 1937. / SABINO ARANA FUNDAZIOA

“Nos mandaron a hacer el campo de aviación de Sondika. Pero estábamos cansados y no veía ningún avión por allí. Así que nos metimos en el Batallón San Andrés de Zapadores para hacer las trincheras para la defensa del pueblo vasco”. Recuerda lo afanoso de las paladas en la ribera del Gorbea, en Zeanuri. Y cómo la ofensiva sobre Bilbao, los bombardeos de Gernika y Durango, lo cambiaron todo. “¡Si nosotros no teníamos ni aviación ni nada. Y teníamos que luchar contra los italianos, contra los alemanes y contra los moros que trajo Franco!”, se lamenta.

“Te voy a decir la palabra”, advierte, pero se explaya intrigante en la anécdota: “Estábamos comiendo cuando uno de la cuadrilla recibió una carta: ‘Mi madre me dice que los amigos de Erandio no nos escriben porque estamos en un batallón de trabajadores’. Y a mí se me escapó la palabra y te la voy a decir: ‘Me cago en sos y en la madre que los parió; se han vuelto todos unos fascistas”.

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Moreno, en el centro, con Ateca y Arriola, gudaris del Batallón San Andrés, en 1937. / SABINO ARANA FUNDAZIOA


El gudari recuperó la libertad con 24 años. Trató de volver a navegar pero en su carnet el régimen le añadió el apellido de “rojo separatista”. Así que, después de casarse “con una señora guapísima, muy buena mujer” y traer dos críos al mundo, tuvo que deslomarse “quitando y poniendo tornillos en La Naval, en los Astilleros Españoles, día y noche, para sacar adelante a los hijos”.

Soldado de la memoria

Y a eso dedicó la mitad de su vida. La otra, en la que sigue empeñado hoy, es la recuperación de la memoria de los que no corrieron su suerte. Como su cuñado, Juan López, encerrado con otro vasco ilustre, Ramón Rubial, en el Penal del Puerto de Santa María”. “Debió de coger alguna enfermedad y allí murió. Lo metieron en una fosa común y ni avisaron a mi hermana, que estaba en estado de buena esperanza”.

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