Laura Camargo, analista del discurso de Trump: "Veremos suspensiones de derechos básicos que se daban por sentados"
La autora habla con 'Público' de su último libro, 'Trumpismo Discursivo'.

Madrid--Actualizado a
Laura Camargo Fernández (Madrid, 1974) tiene una amplia trayectoria en el mundo de la sociolingüística, trabaja como profesora de análisis del discurso y sigue de cerca los pasos de la extrema derecha mundial. Donald Trump y su verborrea protagonizan parte de sus artículos e investigaciones, y también su último libro, Trumpismo Discursivo (Verbum). El magnate comparte con el fascismo de entreguerras la xenofobia, la persecución de las minorías y la retórica imperialista. "La principal diferencia es que no utilizan de la misma manera la violencia", reconoce la autora. Camargo charla con Público justo cuando se cumple una semana de la investidura en Washington, marcada por las amenazas contra la población migrante, las mujeres y el colectivo LGTBIQ+. Y, cómo no, por el brazo en alto de Elon Musk. "Era un saludo nazi se mire por donde se mire".
Trump se presenta como un personaje disruptivo, diferente, necesario para "salvar" a su país, incluso el mundo. ¿Cómo construye su propio mito?
Trump se vende a sí mismo como un genio; un hombre que fue capaz de atesorar grandes fortunas y, además, llegar a la presidencia de los Estados Unidos. El propio personaje esconde que la fortuna le viene de cuna y que ha sido, en muchas ocasiones, un administrador pésimo, con varias bancarrotas. Esto nos dibuja una especie de dicotomía entre lo que proyecta de puertas hacia fuera y lo que realmente tenemos dentro. El afán manipulador por esencia, la arrogancia y el egocentrismo son tres elementos significativos y evidentes de su figura.
En el libro habla de sus referentes, ¿quiénes son?
Trump siempre ha hablado de Ronald Reagan como un referente. Los dos tienen un perfil parecido. Reagan también llegó a la presidencia siendo un outsider de la política, venía de ser actor y no era el nombre favorito del Partido Republicano. El propio establishment no lo consideraba lo suficientemente bueno como para liderar el país. Los dos acabaron siendo candidatos-marca de un republicanismo neoliberal, conservador y con tintes autoritarios.
Los migrantes son el chivo expiatorio de la mala gestión capitalista
Berlusconi es otro antecedente interesante. El estilo está tremendamente cerca. Hablamos de otro empresario que se metió en la política para evitar problemas con la justicia y terminó imponiendo su marca personal por encima del proyecto en el que militaba. El trato descortés y abrasivo con sus rivales, pero cercano con su público, también viene de aquí. Trump tiene un punto muy berlusconiano... Y no podemos olvidar que su faceta como presentador de un reality show para emprendedores le ha servido de escuela para depurar un estilo comunicativo que ahora nos parece casi natural, pero no lo es. La ruptura con la comunicación política tradicional tiene mucho que ver con este pasado televisivo.
En su discurso de investidura habló del inicio de "la edad de oro" de Estados Unidos, de "ser la envidia de todas las naciones". ¿Qué busca con esta retórica triunfalista?
Trump tira mucho de eslóganes cortos, paratácticos y que funcionan estupendamente para la transmisión en redes sociales. Esto de "la edad de oro" es un buen ejemplo y tiene mucho que ver con el movimiento MAGA (Make America Great Again), profundiza en esa idea de que vuelve para sacar al país de la supuesta crisis en la que otros mandatarios lo han sumido. Trump tiene que recordar que existe una crisis, para luego decir que sólo él la puede superar.
El magnate también tiene claro quiénes son sus enemigos; las personas migrantes y los pobres, las mujeres y el colectivo LGTBIQ+. ¿Qué papel juegan en su argumentario?
Este punto está muy relacionado con el concepto de los imaginarios socialdiscursivos. Trump ha conseguido colar, desde hace tiempo, la idea de que sobran personas migrantes; las señala y las culpa de todos los problemas económicos que sufre el país. El magnate ha basado su campaña en promover la guerra del último contra el penúltimo y le ha funcionado. El voto latino aumentó, porque ha conseguido que [estas comunidades] miren como una amenaza a los que están por debajo, no por encima, repartiendo mal los recursos y atendiendo a sus propios intereses. Las personas migrantes son el chivo expiatorio de la mala gestión capitalista.
Ayuso es quien mejor ha recogido la esencia del trumpismo castizo
Esto no sólo rodea los discursos del trumpismo, también las políticas. Trump ha llevado a cabo una estrategia de machaque constante, tachando a los migrantes de violadores, criminales y asesinos. Su discurso forma parte de la expansión de un nuevo sentido común que focaliza en las personas migrantes todos los males del capitalismo. Lo mismo ocurre con el feminismo y las personas LGTBIQ+, señaladas como responsables de la pérdida de identidad, la pérdida de una América blanca, tradicional y de familias como las que salen en las películas de Hollywood. Es todo una "amenaza", pero una amenaza fabricada...
El imperialismo también ha vuelto a coger fuerza. ¿La fuerza la va a perder por la boca o tiene realmente recorrido?
Trump tiene otro punto que es la imprevisibilidad. Es un personaje voluble y egocéntrico, que se mueve por impulsos, nunca sabemos hasta qué punto el perro ladrador va a ser mordedor. Todo parece indicar –tenemos que analizarlo así– que estamos ante un mandato de mucho más soberanismo y expansionismo. Esta es su última legislatura, vamos a ver cosas sorprendentes y tenemos que estar pendientes de la correlación entre el discurso y los hechos. Las primeras reacciones han empezado a llegar. Europa ha salido a decir que tenemos que aumentar el presupuesto militar. El discurso ha calado, independientemente de que Trump siga adelante con la invasión de Groenlandia o rebautice el Canal de Panamá. Creo que esto va a traer una carrera de remilitarización fuerte a nivel global.
¿Qué diferencia el fascismo de entreguerras de la extrema derecha actual?
No se pueden comparar las dictaduras comisariales del período de entreguerras con las políticas de Trump, Milei, Meloni y Orbán. Las diferencias son fundamentalmente de apariencia física. La violencia y la represión que tenemos ahora no son como las que han ejercido los dictadores del siglo pasado, ahora renombrados como líderes autoritarios. Si la situación fuera como la del período de entreguerras, Público estaría cerrado y yo viviría en el exilio. Esto no quiere decir que no tengamos continuidades. El asalto al Capitolio fue visto como un momento prefascista por muchos analistas. Estados Unidos caminará durante este mandato hacia una autocracia electoral, veremos suspensiones de derechos básicos y fundamentales que se daban por sentados. No tenemos un ejercicio de la violencia tan claro como el del nazismo, pero esto no significa que las democracias estén a salvo...
La violencia la expresan de otra forma, mediante las redes sociales.
Estos perfiles utilizan las redes para incitar a la violencia. Las personas migrantes y el colectivo LGTBIQ+ son dos de sus principales víctimas. El algoritmo está tocadísimo y manipulado para favorecer los discursos de extrema derecha; las redes funcionan como cámaras de eco de unas ideas reaccionarias y extremistas. ¿Por qué? La respuesta la tenemos en la foto de la investidura de Trump. Los CEO de las grandes tecnológicas están alineados con el trumpismo y han dejado claro que la tecnología está a su servicio, porque todos forman parte del sindicato de los ricos, un grupo que más que principios, defiende sus propios intereses...
¿Cómo contribuyen este tipo de perfiles a la desafección por la política?
Este es un asunto que tiene muchas aristas. El propio agotamiento del movimiento progresista lleva a muchos ciudadanos a buscar otras opciones. No sólo podemos culpar a la ola reaccionaria, tenemos que ver también qué falla al otro lado del tablero. La incredulidad y la desconfianza crecen cuando la gente ve casos de corrupción a diestro y siniestro, cuando la gente ve que ninguno de los dos bandos consigue solucionar, por ejemplo, el problema de la vivienda. La extrema derecha está aprovechando esta crisis de legitimidad. Trump lo hizo; Alvise también, consiguiendo tres eurodiputados con un discurso claramente antipolítico.
Los CEO de las grandes tecnológicas han dejado claro que están alineados con Trump
¿El trumpismo ha llegado a España?
El trumpismo discursivo se ha convertido en un fenómeno comunicativo global; las estrategias y las ideas han llegado a casi todos los países, también a España. Lo que ocurre es que cada uno lo adapta [el discurso] y utiliza las formas que mejor funcionan en cada contexto. Steve Bannon nos puso en contacto con este movimiento cuando inició la gira para montar The Movement. Vox tomó nota y puso en marcha sus estrategias, pero Isabel Díaz Ayuso es quien mejor ha recogido la esencia del trumpismo castizo. Ella y su equipo han sabido dotar estos discursos de una identidad madrileña para confrontar directamente con el Gobierno de Pedro Sánchez. Las narrativas de humillación, la estrategia de deslegitimación, acoso y derribo, las hipérboles, la construcción de un perfil personal en redes para conseguir engagement e incluso fans... Todo sigue la estela del trumpismo.
Elon Musk hizo el saludo nazi durante la investidura, pero tenemos gente que todavía insiste en negarlo. "No todo es Hitler", dicen…
Esta gente ha necesitado esconder y maquillar sus filias durante mucho tiempo, ha tenido que ocultar su admiración por personajes nazis y fascistas. El contexto ha cambiado y estamos entrando en una nueva etapa. Trump, Meloni y Abascal ya no necesitan rebajar el tono para parecer normalizados, de hecho, creo que van a subirlo y exaltar el fascismo de manera cada vez más explícita, sin esconderse. La extrema derecha suele jugar con la ambigüedad calculada. Ayuso quiso encubrir en su día el "hijo de puta" con el "me gusta la fruta" y Musk hizo lo mismo diciendo que el gesto era una forma de "entregar su corazón" al público. El problema es que aquí tenemos poca ambigüedad: hizo un saludo nazi se mire por donde se mire.
Twitter, ahora X. ¿Marcharse o quedarse?
Es evidente que tenemos que empezar a trabajar desde otras plataformas, pero todavía no tengo claro qué hacer con X. El algoritmo está tocado, pero de momento, prefiero quedarme y ver qué ocurre mientras buscamos otros espacios fuera de la pocilga en la que se ha convertido.
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