Este artículo se publicó hace 17 años.
La legislatura líquida
Zapatero anunciará la convocatoria de elecciones tras cruzar el rubicón del presupuesto.
Gonzalo López Alba
Quien está reputado como uno de los últimos sabios europeos, el sociólogo de origen polaco Zygmunt Bauman, acuñó el concepto "modernidad líquida" como la metáfora "adecuada para aprehender la naturaleza de la fase actual -en muchos sentidos nueva- de la historia de la modernidad". La metáfora sirve bien para definir la legislatura que terminará cuando, una vez que el jueves cruce el rubicón de la aprobación definitiva de los presupuestos, el presidente del Gobierno anuncie oficialmente la convocatoria de elecciones para el 9 de marzo.
José Luis Rodríguez Zapatero llegó en 2004 a la presidencia del Gobierno con una obsesión -acabar con el terrorismo, la última lacra heredada de la dictadura-, un proyecto -impulsar un salto definitivo en la modernización de España y transformar el crecimiento económico en bienestar social-, una ambición -situar a España en la vanguardia de la tercera revolución industrial- y un credo -el republicanismo cívico o socialismo de los ciudadanos, que ha traducido en un mosaico de nuevos derechos-.
Pero, cuatro años después, la pregunta que recorre todas las agrupaciones del PSOE es: "¿Por qué, con una gestión económica tan brillante, con un despliegue tan importante de políticas sociales y con el reconocimiento de tantos nuevos derechos, no despegamos en las encuestas?".
Sólidos y líquidos
La respuesta fácil es: a causa del desgaste provocado por el fracaso de la negociación con ETA y, sobre todo, de la política territorial simbolizada en el nuevo Estatut de Catalunya. Pero hay una explicación más compleja, acorde con la naturaleza de la posmodernidad, de una sociedad y, por ende, de una política líquidas.
La primera quiebra en la estimación social del Gobierno, que hasta entonces no había experimentado deterioro alguno, se produjo en el otoño de 2005. Cuando en el Parlament de Catalunya políticos y hasta periodistas entonaron Els Segadors, muchos creyeron estar escuchando los tambores de una crisis prerrevolucionaria del Estado. Lo que se había ideado como la fórmula para lograr el encaje definitivo de Catalunya en España no satisfizo a nadie y provocó una polarización social de tal magnitud que en las Navidades de aquel año -las del boicot del cava- hubo familias en la que se pactó no hablar de política -¡en un país donde todo el mundo se tiene por experto en meteorología, fútbol... y política!-.
En la política antiterrorista, el Gobierno ha protagonizado un volantazo que, si en algo difiere del que dieron gobiernos precedentes, es en la intensidad. Negoció con ETA con mayor intensidad y, tras el fracaso del diálogo, está aplicando la represión policial con mayor intensidad. Pero, en la medida en que dejó la iniciativa de la ruptura a los terroristas y accedió a mezclar la negociación política con la militar, primó ante la opinión pública la impresión de que el Gobierno cedió más ante ETA que ETA ante el Gobierno.
Ambos hitos negativos en la ejecutoria del Gobierno se han visto reforzados en el imaginario colectivo gracias al acierto del PP -y la incapacidad del PSOE- en la creación de "los marcos" de los que habla el lingüista George Lakoff: "España se rompe" y "Zapatero traiciona a los muertos". El peso de estos sólidos -"la política"- en el debe del Gobierno frente al haber de los fluidos -"las políticas"- descompensa el fiel de la conciencia pública.
La vara republicana de medir
Zapatero ha aplicado sistemáticamente a sus decisiones el catecismo del republicanismo cívico, que presenta el ideal de la no-dominación como "la única vara con que medir y juzgar la constitución social y política de una comunidad".
"(...) cuando el Estado reduce o elimina la dominación en un área, eso no dificulta -en realidad, puede incluso facilitarlo- su eliminación en otras. (...) el empeño por reducir la dominación en un determinado ámbito de opciones, el empeño por intensificar la no-dominación de que disfruta el agente en ese ámbito, no estorbará, seguramente, al proyecto de reducir la dominación en otros ámbitos" (Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno. Philip Pettit).
En este enunciado teórico encuentran su encaje natural reformas líquidas como las que afectan a la violencia contra la mujer, la igualdad entre sexos, el matrimonio homosexual, los divorcios exprés, el reconocimiento de la lengua de signos, la supresión de barreras físicas para los discapacitados, la recuperación de la Memoria Histórica, la regularización de los inmigrantes, el estatuto de los autónomos, la creación de un cuarto pilar del estado de bienestar que reconozca el derecho de los dependientes a ser atendidos ....
Aunque muy cortos todavía en prestaciones y recursos como para poder hablar de una equiparación real con los países que gozan de mayor bienestar social, el Gobierno de Zapatero ha puesto a España en la senda de las socialdemocracias nórdicas que fueron la Arcadia de varias generaciones de socialistas españoles. La retirada de las tropas de Irak desmonta por sí misma la acusación de que ha sido un Gobierno "débil", las tasas de crecimiento y de creación de empleo echan por tierra el mito de que la derecha gobierna mejor la economía, y el dato de que en el Parlamento sólo ha perdido votaciones intrascendentes arruina el juicio de que ha sido una legislatura inestable. Su mayor laguna -curiosamente la menos explotada por la oposición- ha sido la no mejora cualitativa del sistema educativo, además de la vivienda.
El relato y los relatores
Si se da por válido todo esto, hay que concluir que la respuesta a la pregunta que se hacen los simpatizantes socialistas tiene mucho que ver con el relato y los relatores, con su ausencia o ineficacia; en definitiva, con la in-capacidad de construir una narrativa sólida de una política líquida.
Zapatero ha ejercido como el presidente más presidencialista de cuantos ha habido en el periodo democrático, con el efecto colateral de que sus ministros -por falta de espacio o por absentismo- han brillado por su falta de presencia política. A la par, la nueva generación de dirigentes del PSOE que ocupan el espacio público no ha logrado aún adquirir en grado suficiente la categoría de referente público.
Y, como advierte Bauman: "Los sólidos son moldeados una sola vez. Mantener la forma de los fluidos requiere muchísima atención, vigilancia constante y un esfuerzo perpetuo... incluso en ese caso el éxito no es, ni mucho menos, previsible" (Modernidad líquida).
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